Cisma de Oriente
El Cisma de Oriente, fue una importante división del mundo cristiano ocurrida en 1054, donde se separó la Iglesia Católica romana de la Iglesia Ortodoxa bizantina. A este cisma se le conoce también como el Gran Cisma o el Cisma de 1054. Tras el cisma, se estima que la mayoría de los cristianos en el mundo pertenecían al cristianismo bizantino, seguidos por los católicos romano. Este evento fue el resultado de diferencias teológicas y políticas acumuladas a lo largo de los siglos entre las tradiciones cristianas orientales y occidentales.
Antes del cisma formal en 1054, hubo una serie de desacuerdos eclesiásticos y disputas teológicas entre el Oriente griego y el Occidente latino. Entre los temas más destacados estaban la procesión del Espíritu Santo (Filioque), el pan utilizado en la Eucaristía (con levadura o sin levadura), el reclamo del obispo de Roma de la jurisdicción universal, y el estatus de la Sede de Constantinopla dentro de la pentarquía.
El conflicto se estalló en 1053 cuando las iglesias griegas en el sur de Italia fueron forzadas a adoptar las prácticas latinas, lo que llevó al patriarca Miguel I Cerulario de Constantinopla a cerrar todas las iglesias latinas en su ciudad. En 1054, un legado papal enviado por León IX llegó a Constantinopla. Los objetivos de esta delegación incluían negar a Cerulario el título de "patriarca ecuménico" y exigir su reconocimiento del Papa como cabeza de todas las iglesias. Oficialmente, esta visita buscaba apoyo contra la conquista normanda del sur de Italia y abordar las críticas de León de Ohrid sobre el uso de panes sin levadura y otras costumbres latinas, apoyadas por Cerulario. Según el historiador Axel Bayer, la legación respondía a dos solicitudes: una de ayuda militar del emperador bizantino y otra a las tensiones con Cerulario. La negativa del patriarca Cerulario a aceptar estas demandas, llevó a la excomunión mutua entre Cerulario y los legados papales, liderados por el cardenal Humberto de Silva Candida.
La validez de las excomuniones es cuestionable, ya que el Papa León había fallecido. Sin embargo, el cisma se consolidó, dividiendo a la Iglesia en aspectos doctrinales, teológicos, lingüísticos, políticos y geográficos. Eventos posteriores, como las cruzadas y el saqueo de Constantinopla en 1204, dificultaron aún más la reconciliación. A pesar de varios intentos, la brecha nunca se ha cerrado completamente.
Personajes importantes del Cisma
Es importante notar que el cisma no fue el resultado de las acciones de unos pocos individuos. Fue la culminación de siglos de diferencias teológicas, litúrgicas, culturales y políticas entre las ramas oriental y occidental del cristianismo. Las figuras fundamentales en los eventos que llevaron al cisma formal en 1054, actuaron dentro de un contexto histórico mucho más amplio.
Iglesia Occidental (Católica)
- Papa León IX: El Papa de la Iglesia Católica Romana durante el tiempo del cisma. Jugó un papel crucial en los eventos que llevaron al cisma.
- Cardenal Humberto de Silva Candida: Un legado clave enviado por el Papa León IX a Constantinopla. Estuvo directamente involucrado en las excomuniones mutuas que marcaron el cisma formal.
- Cardenal Federico de Lorena: Otro miembro de la delegación papal a Constantinopla.
Iglesia Oriental (Ortodoxa)
- Patriarca Miguel I Cerulario: El Patriarca de Constantinopla, figura central en el cisma, especialmente en su oposición a las prácticas occidentales y su papel en las excomuniones mutuas.
- León de Ohrid: Arzobispo de Ohrid, quien escribió una carta bajo la guía de Miguel I Cerulario criticando las prácticas occidentales, una de las causas inmediatas del cisma.
Figuras Políticas
- Constantino IX Monómaco: El Emperador bizantino en el momento del cisma. Sus decisiones políticas e interacciones tanto con las iglesias occidentales como orientales jugaron un papel significativo en el contexto del cisma.
Controversia del cisma
El Gran Cisma de 1054 fue un evento decisivo que dividió formalmente el cristianismo en la Iglesia Ortodoxa Oriental y la Iglesia Católica Romana. Esta división no surgió de un solo evento, sino más bien de la culminación de siglos de crecientes diferencias teológicas, culturales, políticas y lingüísticas entre las iglesias de Oriente y Occidente.
Principales controversias del Gran Cisma:
- Cláusula Filioque: La Iglesia Occidental agregó la frase "y del Hijo" (Filioque) al Credo Niceno, indicando que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. La Iglesia Oriental sostenía que el Espíritu Santo procede solo del Padre.
- Autoridad papal: El Papa romano reclamaba autoridad universal sobre toda la cristiandad, incluidos los Patriarcas orientales. La Iglesia Oriental creía en una estructura eclesiástica más descentralizada, donde los patriarcas tenían una autoridad significativa.
- Uso de pan con levadura versus sin levadura: La Iglesia Oriental usaba pan con levadura para la Eucaristía, mientras que la Iglesia Occidental usaba pan sin levadura.
- Celibato clerical: La Iglesia Católica Romana imponía el celibato obligatorio de los sacerdotes, una práctica impugnada por la Iglesia Oriental.
- Diferencias litúrgicas: Surgieron disputas sobre las prácticas y los idiomas utilizados durante varios ritos litúrgicos.
- Iconoclastia: El uso de íconos (imágenes religiosas) por parte de la Iglesia Oriental se encontró con períodos de resistencia y destrucción (iconoclasia) en el Imperio Bizantino. Esto causó tensiones con la Iglesia Occidental generalmente pro-iconos.
- La experiencia de Dios vs. escolasticismo: La Iglesia Oriental enfatizaba una experiencia mística y directa de Dios, mientras que la Iglesia Occidental adoptó un enfoque más académico y basado en la razón (escolasticismo) hacia la teología.
- La cuestión del purgatorio: La Iglesia Católica Romana desarrolló la doctrina del purgatorio, un estado intermedio para la purificación de las almas antes del cielo. La Iglesia Ortodoxa no aceptó este concepto formalmente.
Reclamaciones de la Iglesia Católica
- Supremacía papal
- Aceptación de la cláusula Filioque
- Primacía de Roma
La Iglesia Romana había añadido unilateralmente la frase "y el Hijo" (filioque) al Credo Niceno. Esto establecía que el Espíritu Santo procedía del Padre y del Hijo. Por lo que la Iglesia Oriental disputó fuertemente esta adición, argumentando que el Espíritu Santo procede sólo del Padre. Los ortodoxos vieron esto como un cambio en un credo establecido por los Concilios Ecuménicos.
Aunque el problema fue más político que teológico, pues la sede de Roma reclamaba el derecho a hacer este tipo de cambios, y una autoridad especial del Papa sobre las demás iglesias cristianas, incluyendo otros obispos y sus sedes episcopales, denominada primacía papal. El problema de la autoridad del Papa, venía desde el comienzo del cristianismo, muestra de ello fue el incidente de la controversia cuartodecimana hacia fines del siglo II, cuando el Papa Víctor I, obispo de Roma, intentó excomulgar ya a las iglesias de Asia, que se negaron a aceptar su autoridad para imponer la fecha de celebración de la pascua, lo cual hizo protestar a los demás obispos cristianos.
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Reclamaciones de la Iglesia Ortodoxa
En 330, el emperador Constantino trasladó la capital imperial a Bizancio, que luego se convirtió en Constantinopla. Se reconoció plenamente que el centro de gravedad del imperio se había desplazado por completo hacia el Mediterráneo oriental. Roma perdió el Senado ante Constantinopla y perdió su estatus y seriedad como capital imperial.
El obispo de Bizancio estaba bajo la autoridad del metropolitano de Heraclea cuando Constantino se trasladó allí. A partir de entonces, la conexión del obispo con la corte imperial significó que pudo liberarse de la dependencia eclesiástica de Heraclea y en poco más de medio siglo obtener el reconocimiento del rango siguiente a Roma por parte del Primer Concilio de Constantinopla (381), celebrada en la nueva capital. Decretó: "El obispo de Constantinopla, sin embargo, tendrá la prerrogativa de honor después del obispo de Roma; porque Constantinopla es la Nueva Roma", elevándola así por encima de las sedes de Alejandría y Antioquía. Esto se ha descrito como la siembra de la semilla de la rivalidad eclesiástica entre Constantinopla y Roma que fue un factor que condujo al cisma entre Oriente y Occidente.El sitio web de la Iglesia Ortodoxa en América dice que el Obispo de Bizancio fue elevado a Patriarca ya en la época de Constantino.
La desunión en el Imperio Romano contribuyó a la desunión en la Iglesia. Teodosio el Grande, quien en 380 estableció el cristianismo de Nicea como la religión oficial del Imperio Romano (ver Edicto de Tesalónica), fue el último emperador en gobernar un Imperio Romano unido. Tras la muerte de Teodosio en 395, el Imperio se dividió por última vez en mitades occidental y oriental. En el siglo IV, el emperador romano (que reinaba en Constantinopla) comenzó a controlar la Iglesia en su territorio.
Los patriarcas de Constantinopla a menudo intentaron adoptar una posición de mando sobre los demás patriarcas, provocando su resistencia. Por ejemplo, en 431 el patriarca Cirilo de Alejandría acusó por herejía al patriarca Nestorio de Constantinopla.
Las objeciones de Alejandría a la promoción de Constantinopla, que condujo a una lucha constante entre las dos sedes en la primera mitad del siglo V, fueron apoyadas por Roma, que propuso la teoría de que las sedes más importantes eran las tres Petrinas, de Roma, Antioquía, y Alejandría, con Roma en primer lugar.
Sin embargo, el poder del patriarca de Constantinopla siguió creciendo. Los ortodoxos orientales afirman que el canon 28 del Concilio de Calcedonia (451) proclamó explícitamente la igualdad de los obispos de Roma y Constantinopla, y que estableció la corte más alta de apelación eclesiástica en Constantinopla. El patriarca de la capital imperial tuvo éxito en sus esfuerzos por convertirse en el principal obispo del Imperio bizantino: "encabezó una vasta curia y otros obispos que residían en Constantinopla constituyeron un sínodo permanente, que se convirtió en el verdadero órgano de gobierno de la iglesia".
El patriarca Juan IV de Constantinopla, que murió en 595, asumió el título de "Patriarca ecuménico".
La idea de que con el traslado de la capital imperial de Roma a Constantinopla también se transfirió la primacía en la Iglesia, se encuentra sin desarrollar ya en Juan Filópono (c. 490 - c. 570). Fue enunciada en su forma más avanzada por Focio I de Constantinopla (c. 810 - c. 893). Constantinopla, como sede del gobernante del imperio y por lo tanto del mundo, era el más alto entre los patriarcados y, como el emperador, tenía derecho a gobernarlos.
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Historia del Cisma
La división entre los cristianos del Mediterráneo oriental y occidental fue el resultado de una compleja interacción de factores políticos, culturales y teológicos que se desarrollaron a lo largo de los siglos. Si bien las excomuniones mutuas de 1054 suelen marcar el punto de ruptura oficial, los historiadores debaten cuándo comenzó verdaderamente la separación.
Algunos ubican su posible origen en la controversia cuartodecimana del siglo II, donde el Papa Víctor I de Roma exigió la uniformidad de la fecha de celebración de Pascua, lo cual generó el rechazo de las iglesias orientales. Este incidente refleja tensiones bastante tempranas en torno a la idea de primacía papal.
Cismas esporádicos marcan los siglos IV y V bajo el papa Dámaso I. Posteriormente se produjo el cisma de Acacia (482- 519) que duró 37 años. Sin embargo, la mayoría de las fuentes sitúan un hito crucial en el cisma de Focio (863-867), originado por disputas sobre la jurisdicción eclesiástica en Bulgaria, y poniendo en evidencia profundas diferencias doctrinales y una creciente desconfianza entre Oriente y Occidente.
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Concilio de Nicea (325)
Después de que el emperador romano Constantino el Grande legalizara el cristianismo (con el Edicto de Milán), convocó el Primer Concilio Ecuménico en Nicea en 325. Los obispos en el concilio confirmaron la posición de las sedes metropolitanas de Roma y Alejandría con autoridad fuera de su propia provincia, y también los privilegios existentes de las iglesias en Antioquía y las demás provincias. Estas sedes se llamaron más tarde patriarcados. A estos se les dio un orden de precedencia: Roma, como la capital del imperio, naturalmente ocupó el primer lugar, luego vinieron Alejandría y Antioquía. En un canon separado, el Concilio también aprobó el honor especial otorgado a Jerusalén sobre otras sedes sujetas al mismo metropolitano.
Primer Concilio de Constantinopla (381)
Dominación romana El emperador Teodosio I convocó el segundo concilio ecuménico (Constantinopla I) en la capital imperial en 381. El concilio elevó la sede de Constantinopla a una posición por delante de las otras principales sedes metropolitanas, excepto la de Roma, elevándola así por encima de la sedes de Alejandría y Antioquía. Se ha descrito que esta acción sembró la semilla de la rivalidad eclesiástica entre Constantinopla y Roma, que en última instancia fue un factor que condujo al cisma entre Oriente y Occidente.Demarcó el territorio dentro de la prefectura pretoriana de Oriente en cinco territorios canónicos correspondientes a las cinco diócesis civiles: Diócesis de Egipto (metrópolis de Alejandría), Diócesis de Oriente (metrópolis de Antioquía), Diócesis de Asia (Metrópolis de Éfeso), Diócesis de Ponto (metrópolis en Cesarea Capadociae), y Diócesis de Tracia (metrópoli en Heraclea, más tarde bajo Constantinopla); El concilio mencionó las iglesias de las diócesis civiles de Asia, Ponto y Tracia, y decretó que el sínodo de cada provincia manejaría los asuntos eclesiásticos de esa provincia solo, excepto los privilegios ya reconocidos para las sedes de Alejandría y Antioquía.
Ningún obispo occidental asistió al concilio y no estuvo presente ningún legado del obispo de Roma. La Iglesia latina reconoció el concilio como ecuménico unos 150 años después, a mediados del siglo VI.
Concilio de Calcedonia (451)
El Tomo de León de Roma (449) fue muy apreciado y formó la base para la formulación del Concilio de Calcedonia. Pero no fue universalmente aceptado e incluso fue llamado "impío" y "blasfemo" por quienes condenaron al concilio que lo aprobó y aceptó. El próximo concilio ecuménico corrigió un posible desequilibrio en la presentación del Papa León. Aunque el obispo de Roma era muy respetado incluso en esta fecha temprana, Oriente sostiene que el concepto de la primacía de la Sede romana y la infalibilidad papal se desarrollaron mucho más tarde.
El discutido canon 28 del Concilio de Calcedonia en 451, confirmando la autoridad que ya tenía Constantinopla, otorgó a su arzobispado jurisdicción sobre el Ponto y Tracia.
El concilio también ratificó un acuerdo entre Antioquía y Jerusalén, por el cual Jerusalén tenía jurisdicción sobre tres provincias, que la contaban entre las cinco grandes sedes. Así interpretado, ahora había cinco patriarcas presidiendo la Iglesia dentro del Imperio Bizantino, en el siguiente orden de precedencia: el Patriarca de Roma, el Patriarca de Constantinopla, el Patriarca de Alejandría, el Patriarca de Antioquía y el Patriarca de Jerusalén.
Aunque León I, cuyos delegados estaban ausentes cuando se aprobó esta resolución, reconoció al concilio como ecuménico y confirmó sus decretos doctrinales, rechazó su canon 28 por considerar que contravenía el sexto canon de Nicea e infringía los derechos de Alejandría y Antioquía.
Este canon seguiría siendo una fuente constante de fricciones entre Oriente y Occidente hasta que las excomuniones mutuas de 1054 lo hicieron irrelevante en ese sentido; pero aún continúa la controversia sobre su aplicabilidad a la autoridad del patriarcado de Constantinopla.
El mismo canon en disputa también reconoció la autoridad de Constantinopla sobre los obispos de las diócesis "entre los bárbaros", que se ha interpretado de diversas formas como una referencia a todas las áreas fuera del Imperio Bizantino o solo a las cercanas al Ponto, Asia y Tracia o a no griegos dentro del imperio.
El canon 9 del Concilio también declaró: "Si un obispo o clérigo tuviere alguna diferencia con el metropolitano de la provincia, recurra al Exarca de la diócesis, o al trono de la Ciudad Imperial de Constantinopla, y allí sea probado". Se ha interpretado que esto confiere a la sede de Constantinopla un privilegio mayor que el que cualquier concilio le dio a Roma, o como de mucha menor importancia que eso.
Caída del Imperio Romano de Occidente
En 476, cuando el último emperador de la parte occidental del Imperio Romano fue depuesto y las insignias imperiales occidentales fueron enviadas a Constantinopla, hubo una vez más un solo emperador romano. Sin embargo, tenía poco poder en Occidente, que estaba gobernado casi en su totalidad por varias tribus germánicas. En opinión de Randall R. Cloud, la separación permanente del Oriente griego del Occidente latino fue "la razón fundamental del distanciamiento que pronto siguió entre los cristianos griegos y latinos".
El idioma dominante de Occidente era el latín, mientras que el de Oriente era el griego. Poco después de la caída de Occidente ante los invasores, el número de personas que hablaban ambos idiomas disminuyó y la comunicación entre Oriente y Occidente se hizo mucho más difícil. Con la desaparición de la unidad lingüística, la unidad cultural también comenzó a desmoronarse. Las dos mitades de la Iglesia estaban naturalmente divididas de manera similar; desarrollaron diferentes ritos y tenían diferentes enfoques de las doctrinas religiosas. Aunque todavía faltaban siglos para el cisma, sus contornos ya eran perceptibles.
En las zonas bajo su dominio, Justiniano I estableció el cesaropapismo como constitución de la Iglesia en un esquema según el cual el emperador "tenía el derecho y el deber de regular por sus leyes el más mínimo detalle del culto y la disciplina, y también de dictar las normas teológicas". opiniones que deben tenerse en la Iglesia". Según el Diccionario de términos teológicos de Westminster, este cesaropapismo fue "una fuente de discordia entre Roma y Constantinopla que condujo al cisma de 1054".
Se requería la aprobación explícita del emperador en Constantinopla para la consagración de obispos dentro del imperio. Durante el período llamado papado bizantino, esto se aplicaba a los obispos de Roma, la mayoría de los cuales eran de origen griego o sirio. El resentimiento en Occidente contra el gobierno de la Iglesia por parte del emperador bizantino se muestra ya en el siglo VI, cuando "se prefirió la tolerancia del rey godo arriano a las afirmaciones cesaropapistas de Constantinopla". Los orígenes de las distintas actitudes en Occidente y Oriente a veces se remontan incluso a Agustín de Hipona, quien "vio la relación entre la iglesia y el estado como una de tensión entre la 'ciudad de Dios' y la 'ciudad del mundo'". y Eusebio, quien "vio al estado como el protector de la iglesia y al emperador como Dios".
Caída de los patriarcados de Alejandría, Antioquía y Jerusalén
Para el año 661, los árabes musulmanes se habían apoderado de los territorios asignados a los patriarcados de Alejandría, Antioquía y Jerusalén, que a partir de entonces sólo se recuperaron parcial y temporalmente. En 732, el emperador León III el Isaurio, en venganza por la oposición del papa Gregorio III a las políticas iconoclastas del emperador, transfirió Sicilia, Calabria e Iliria del patriarcado de Roma (cuya jurisdicción hasta entonces se extendía hacia el este hasta Tesalónica) al de Constantinopla. El Patriarcado de Constantinopla, después de expandirse hacia el este en la época del Concilio de Calcedonia para abarcar el Ponto y la provincia romana de Asia, que en ese momento todavía estaban bajo el control del emperador, se expandió igualmente hacia el oeste y era prácticamente coextensivo con el bizantino. Imperio.
Concilio Quinisexto (692)
El rechazo de Occidente al Concilio Quinisexto de 692 en de Trullo llevó a que el Imperio de Oriente presionara a Occidente para que rechazara muchas costumbres latinas como no ortodoxas. Las prácticas latinas que habían llamado la atención de los otros Patriarcados y que habían sido condenadas por este Concilio incluían la práctica de celebrar Misa los días de semana en Cuaresma (en lugar de tener Liturgias Presantificadas); ayuno los sábados durante todo el año; omitiendo el "Aleluya" en Cuaresma; representar a Cristo como un cordero; utilizando pan sin levadura. Se revelaron disputas más grandes con respecto a las actitudes orientales y occidentales hacia el celibato de sacerdotes y diáconos, y el Concilio afirmó el derecho de los hombres casados a convertirse en sacerdotes (aunque prohibió a los sacerdotes casarse y prohibió a los obispos vivir con sus esposas)y prescribiendo la deposición de cualquier persona que intentara separar a un clérigo que no sea un obispo de su esposa, o para cualquier clérigo que no sea un obispo que haya despedido a su esposa.
El Papa Sergio I, de ascendencia siria, rechazó el concilio. El emperador Justiniano II ordenó su arresto, pero esto fue frustrado.
En 694, en la España visigoda, el concilio fue ratificado por el Concilio XVIII de Toledo a instancias del rey Wittiza. Fruela I de Asturias revocó la decisión de Toledo en algún momento durante su reinado (757–768).
Supremacía papal y pentarquía patriarcal
Las principales causas del cisma fueron disputas sobre reclamos conflictivos de jurisdicción, en particular sobre la autoridad papal (el Papa León IX afirmó que tenía autoridad sobre los cuatro patriarcas orientales) y sobre la inserción de la cláusula Filioque en el Credo de Nicea por parte del patriarca occidental en 1014. Los ortodoxos orientales afirman hoy que el canon 28 del Concilio de Calcedonia proclamó explícitamente la igualdad de los obispos de Roma y Constantinopla y que estableció el tribunal supremo de apelación eclesiástica en Constantinopla. El canon 7 del Concilio de Éfeso declaró:
Es ilícito para cualquier hombre presentar, escribir o componer una Fe diferente (ἑτέραν) como rival de la establecida por los Santos Padres reunidos con el Espíritu Santo en Nicea. Pero aquellos que se atrevan a componer una fe diferente, o a introducirla u ofrecerla a personas que deseen volverse al reconocimiento de la verdad, ya sea del paganismo o del judaísmo, o de cualquier herejía, serán depuestos, si son obispos. o clérigos; obispos del episcopado y clérigos del clero; y si son laicos, serán anatematizados— Schaff 1916, pág. 197, cap. IV El Concilio de Éfeso, Sesión I Extractos de las Actas
Los ortodoxos orientales afirman hoy que este canon del Concilio de Éfeso prohibió explícitamente la modificación del Credo de Nicea redactado por el primer Concilio Ecuménico en 325, cuya redacción, se afirma, pero no la sustancia, había sido modificada por el segundo Concilio Ecuménico. Concilio, haciendo adiciones tales como "que procede del Padre".
Los ortodoxos orientales argumentan que el Primer Concilio de Éfeso canon 7 prohibió explícitamente la modificación del Credo de Nicea por cualquier hombre (no por el concilio de la iglesia ecuménica) redactado por el primer Concilio Ecuménico en 325. En realidad, el Concilio no hizo ninguna excepción para un concilio ecuménico. o cualquier otro cuerpo de obispos, y los griegos que participaron en el Concilio de Florencia negaron enfáticamente que incluso un concilio ecuménico tuviera el poder de agregar algo al credo. El credo citado en las Actas del Concilio de Éfeso del 431 (el tercer concilio ecuménico) es el del primer concilio ecuménico sin las modificaciones que se entiende le hizo el segundo concilio ecuménico, celebrado en Constantinopla en el 381, tales como la adición de "que procede del Padre".
Los teólogos ortodoxos orientales afirman que este cambio en la redacción del credo original de las iglesias se hizo para abordar varias enseñanzas fuera de la iglesia, específicamente, la de Macedonio I de Constantinopla, que según el concilio era una distorsión de la enseñanza de la iglesia sobre el Espíritu Santo. Esto no fue un cambio de la ortodoxia del credo original de las iglesias. Así, la palabra ἑτέραν en el séptimo canon del posterior Concilio de Éfeso se entiende como "diferente" o "contradictorio" y no como "otro" en el sentido de meras adiciones explicativas al credo ya existente. Algunos estudiosos sostienen que las adiciones atribuidas al Primer Concilio de Constantinopla se adoptaron solo con el 451 Concilio de Calcedonia, 20 años después del de Éfeso.e incluso que el Concilio de Éfeso, en el que la influencia de Alejandría era dominante, excluyera por este canon el Credo de Constantinopla, que finalmente anexó el nombre y la fama del credo adoptado en Nicea.
La cuestión del filioque y la primacía papal (867–879)
Se celebraron tres concilios, dos por Constantinopla, uno por Roma. Roma intentó reemplazar un patriarca sentado con uno susceptible a la disputa de Filioque. Los ortodoxos respondieron denunciando el reemplazo y excomulgando al Papa que convocó el concilio romano, denunciando el intento del Papa de controlar los asuntos fuera del ámbito de Roma y denunciando la adición de Filioque como una herejía. Cada iglesia reconoce su(s) propio(s) consejo(s) como legítimo(s) y no reconoce el(los) consejo(s) de la otra.
Excomunión mutua de 1054
En 1053 León de Ohrid, instigado, según JB Bury, por el patriarca Miguel Cerulario de Constantinopla, escribió al obispo Juan de Trani una carta, dirigida a todos los obispos latinos, incluido el Papa, en la que atacaba las prácticas occidentales como usando pan sin levadura para la Eucaristía y reglas de ayuno que diferían de las de Constantinopla, mientras que el propio Cerulario cerró todas las iglesias latinas en Constantinopla.
En respuesta, León IX escribió la carta In terra pax del 2 de septiembre de 1053, dirigida a Cerulario y León de Ohrid, en la que habla extensamente de los privilegios concedidos por San Pedro a la sede de Roma. En uno de los 41 apartados de su carta habla también de los privilegios concedidos por los emperadores, citando el documento de la Donación de Constantino, que creía auténtico (sección 20). Algunos eruditos dicen que esta carta en realidad nunca se envió, sino que se dejó de lado y que la respuesta papal realmente enviada fue la carta más suave pero aún dura Scripta tuae de enero de 1054.
El avance de la conquista normanda del sur de Italia constituyó una amenaza para las posesiones tanto del Imperio bizantino como del papado, cada uno de los cuales buscó el apoyo del otro. En consecuencia, las cartas conciliatorias, cuyos textos no se han conservado, fueron escritas al Papa por el emperador y Cerulario. En su respuesta de enero de 1054 al emperador, Quantas gratias, León IX pide su ayuda contra los normandos y se queja de lo que el Papa vio como la arrogancia de Cerulario. En su respuesta a Cerulario, reprendió al patriarca por tratar de someter a sí mismo a los patriarcas de Alejandría y Antioquía y por adoptar el título de Patriarca Ecuménico e insistió en la primacía de la sede de Roma.
Estas dos cartas fueron confiadas a una delegación de tres legados, encabezada por el cardenal no diplomático Humberto de Silva Candida, y que también incluía a Federico de Lorena, quien fue secretario papal y cardenal-diácono de Santa María en Domnica, y Pedro, arzobispo de Amalfi. El emperador les dio amistad y apoyo, pero el patriarca los rechazó. Finalmente, el 16 de julio de 1054, tres meses después de la muerte del Papa León en abril de 1054 y nueve meses antes de la toma de posesión del próximo Papa, depositaron sobre el altar de Hagia Sophia, que estaba preparado para la celebración de la Divina Liturgia, una bula de excomunión. de Cerulario y sus partidarios. En un sínodo celebrado el 20 de julio de 1054, Cerulario, a su vez, excomulgó a los legados.En realidad, solo Michael pudo haber sido excomulgado junto con sus adherentes que vivían en ese momento.
En el momento de las excomuniones, muchos historiadores contemporáneos, incluidos los cronistas bizantinos, no consideraron significativo el evento.
Los emperadores, papas y patriarcas hicieron esfuerzos en los siglos posteriores para cerrar la brecha entre las iglesias. Sin embargo, una serie de factores y eventos históricos trabajaron para ampliar la separación con el tiempo.
Cristianismo de Oriente y Occidente desde 1054
Luego del Gran Cisma, esta división en el mundo cristiano nunca pudo zanjarse. Eventos como las cruzadas dirigidas por latinos, la masacre de los latinos en 1182, la represalia de Occidente en el saqueo de Tesalónica en 1185, la captura y saqueo de Constantinopla durante la Cuarta Cruzada en 1204 y la imposición de patriarcas latinos hicieron más difícil la reconciliación. El establecimiento de jerarquías latinas en los estados cruzados significó que había dos aspirantes rivales a cada una de las sedes patriarcales de Antioquía, Constantinopla y Jerusalén, lo que dejaba clara la existencia del cisma. Varios intentos de reconciliación no fructificaron.
"Incluso después de 1054 continuaron las relaciones amistosas entre Oriente y Occidente. Las dos partes de la cristiandad aún no eran conscientes de un gran abismo de separación entre ellas... La disputa siguió siendo algo que los cristianos comunes de Oriente y Occidente desconocían en gran medida".
No hubo un solo evento que marcó la ruptura. Más bien, las dos iglesias entraron y salieron del cisma durante un período de varios siglos, puntuado con reconciliaciones temporales.
Tensiones sectarias en el Imperio bizantino en los siglos XI y XII
A partir de finales del siglo XI, la dependencia del Imperio Bizantino de las armadas de la República de Venecia y, en menor medida, de la República de Génova y de la República de Pisa, llevó al predominio de los mercaderes católicos en Bizancio, que había recibió importantes concesiones comerciales desde la década de 1080, lo que posteriormente provocó trastornos económicos y sociales. Junto con la arrogancia percibida de los italianos, alimentó el resentimiento popular entre las clases media y baja, tanto en el campo como en las ciudades.
En la segunda mitad del siglo XII, la rivalidad prácticamente incontrolable entre los competidores de las diferentes ciudades-estado se redujo hasta el punto de que los italianos asaltaban los barrios de otros italianos en la capital, y las medidas draconianas de represalia de las autoridades bizantinas llevaron al deterioro. de las relaciones interreligiosas en la ciudad.
Cuando en 1182 la regencia de la emperatriz madre, María de Antioquía, una étnica francesa notoria por el favoritismo mostrado hacia los comerciantes latinos y los grandes terratenientes aristocráticos, fue destituida por Andrónico I Comneno tras el apoyo popular, el nuevo emperador permitió turbas para masacrar a los odiados extranjeros. A partir de entonces, la política exterior bizantina se percibió invariablemente como siniestra y antilatina en Occidente.
Cuarta Cruzada (1204) y otros conflictos militares
En el transcurso de la Cuarta Cruzada de 1202-1204, los cruzados latinos y los comerciantes venecianos saquearon la propia Constantinopla (1204), saquearon la Iglesia de la Santa Sabiduría y varios otros lugares sagrados ortodoxos y los convirtieron al culto católico latino. Los cruzados normandos también destruyeron la Biblioteca Imperial de Constantinopla. Varios artefactos sagrados de estos lugares sagrados ortodoxos fueron llevados a Occidente. Los cruzados también nombraron un patriarca latino de Constantinopla. La conquista de Constantinopla y el tratado final establecieron el Imperio latino de Oriente y el Patriarca latino de Constantinopla (con varios otros estados cruzados). Más tarde, algunos artefactos religiosos se vendieron en Europa para financiar o financiar el Imperio latino en Bizancio, como cuando el emperador Balduino II de Constantinopla (r. 1228-1261) vendió la reliquia de la Corona de espinas mientras estaba en Francia tratando de recaudar nuevos fondos para mantener su control sobre Bizancio. En 1261, el emperador bizantino Miguel VIII Palaiologos puso fin al Imperio latino. Sin embargo, el ataque occidental en el corazón del Imperio bizantino se considera un factor que finalmente condujo a su conquista por parte de los musulmanes otomanos en el siglo XV. Muchos eruditos creen que el saqueo de Constantinopla en 1204 contribuyó más al cisma que los eventos de 1054.
En el norte de Europa, los Caballeros Teutónicos, después de sus éxitos en las Cruzadas del Norte en los siglos XII y XIII, intentaron (1240) conquistar las Repúblicas Rusas Ortodoxas Orientales de Pskov y Novgorod, una empresa respaldada de alguna manera por el Papa Gregorio IX (r. 1227 –1241). Una de las principales derrotas que sufrieron los Caballeros Teutónicos fue la Batalla del Hielo en 1242. La Suecia católica también emprendió varias campañas contra la ortodoxa Nóvgorod. También hubo conflictos entre la Polonia católica y la Rusia ortodoxa, lo que ayudó a solidificar el cisma entre Oriente y Occidente.
Segundo Concilio de Lyon (1272)
El Segundo Concilio de Lyon fue convocado para actuar sobre la promesa de Miguel VIII de reunir a la iglesia oriental con la occidental. Deseoso de acabar con el Gran Cisma que dividía Roma y Constantinopla, Gregorio X había enviado una embajada a Miguel VIII, que había reconquistado Constantinopla, poniendo fin a los restos del Imperio latino en Oriente, y pidió a los déspotas latinos en Oriente que frenar sus ambiciones.
El 29 de junio (fiesta de los santos Pedro y Pablo, fiesta patronal de los Papas), Gregorio X celebró una misa en la iglesia de San Juan, en la que participaron ambas partes. El concilio declaró que la iglesia romana poseía "la primacía y autoridad supremas y plenas sobre la Iglesia católica universal".
La unión realizada fue "una farsa y una jugada política", una ficción mantenida por el emperador para evitar que los occidentales recuperaran la ciudad de Constantinopla, que habían perdido poco más de una década antes, en 1261. Fue ferozmente resistida por el clero y el pueblo. y nunca se puso en práctica, a pesar de una campaña sostenida del patriarca Juan XI de Constantinopla (John Bekkos), un converso a la causa de la unión, para defender la unión intelectualmente, y la represión vigorosa y brutal de los opositores por parte de Michael. En 1278, el Papa Nicolás III, al enterarse del carácter ficticio de la conformidad griega, envió legados a Constantinopla, exigiendo la sumisión personal de cada clérigo ortodoxo y la adopción del Filioque. Como ya se había pedido a los delegados griegos en Lyon que recitaran el Credo con la inclusión de Filioque y que lo repitieran dos veces más. Los intentos del emperador Miguel de resolver el cisma terminaron cuando el Papa Martín IV, al ver que la unión era solo una farsa, excomulgó a Miguel VIII en 1281 en apoyo de los intentos de Carlos de Anjou de montar una nueva campaña para recuperar las provincias romanas orientales perdidas por Miguel. El hijo y sucesor de Miguel VIII, Andrónico II, repudió la unión y Bekkos se vio obligado a abdicar, siendo finalmente exiliado y encarcelado hasta su muerte en 1297.
Concilio de Ferrara-Florencia (1439)
En el siglo XV, el emperador oriental Juan VIII Palaiologos, fuertemente presionado por los turcos otomanos, estaba ansioso por aliarse con Occidente, y para hacerlo arregló con el Papa Eugenio IV discusiones sobre la reunión que se celebraría nuevamente, esta vez. en el Consejo de Ferrara-Florencia. Después de varias y largas discusiones, el emperador logró convencer a los representantes orientales de que aceptaran las doctrinas occidentales del Filioque, el Purgatorio y la supremacía del Papado. El 6 de junio de 1439, todos los obispos orientales presentes excepto uno, Marcos de Éfeso, firmaron un acuerdo que sostenía que Roma continuaba tanto en la herejía como en el cisma. Parecía que el Gran Cisma había terminado. Sin embargo, a su regreso, los obispos orientales encontraron su acuerdo con Occidente ampliamente rechazado por el populacho y por las autoridades civiles (con la notable excepción de los emperadores de Oriente que permanecieron comprometidos con la unión hasta la caída de Constantinopla dos décadas después). La unión firmada en Florencia nunca ha sido aceptada por las iglesias orientales.
Caída de Constantinopla (1453)
En el momento de la caída de Constantinopla ante la invasión del Imperio Otomano en mayo de 1453, el cristianismo ortodoxo ya estaba arraigado en Rusia, cuyo centro político y religioso de facto se había trasladado de Kiev a Moscú. La Iglesia Rusa, una parte de la Iglesia de Constantinopla hasta mediados del siglo XV, obtuvo plena independencia (autocefalia) y fue elevada al rango de Patriarcado en 1589. La élite política y eclesiástica rusa llegó a ver a Moscú como la Tercera Roma. heredero legítimo de Constantinopla y Bizancio.
Bajo el dominio otomano, la Iglesia Ortodoxa adquirió el estatus de un mijo autónomo, específicamente el Ron Millet. El patriarca ecuménico se convirtió en el gobernante (millet başı) de todos los súbditos cristianos ortodoxos del imperio, incluidos los no griegos. Al conquistar Constantinopla, Mehmed II asumió la función legal de los emperadores bizantinos y nombró al patriarca Genadio II. Los sultanes mejoraron los poderes temporales de la jerarquía ortodoxa griega que llegó a estar políticamente en deuda únicamente con el sultán otomano y, junto con otros nobles griegos otomanos, llegaron a dirigir los dominios ortodoxos balcánicos del Imperio Otomano. Como resultado, toda la comunión ortodoxa de los Balcanes y el Cercano Oriente quedó aislada del resto de la cristiandad. Durante los próximos cuatrocientos años, estaría confinado dentro del mundo islámico,
En Rusia, los sentimientos anticatólicos se arraigaron con la intervención polaca durante la época de los disturbios a principios del siglo XVII, que fue vista como un intento de convertir a Moscú al catolicismo. La fiesta nacional rusa moderna, el Día de la Unidad, se estableció en el día de la celebración de la iglesia en honor del ícono de Nuestra Señora de Kazán, que se cree que salvó milagrosamente a Moscú de la conquista polaca en 1612. El patriarca Hermógenes de Moscú fue ejecutado por el Los polacos y sus partidarios durante este período (ver también Commonwealth polaco-lituano-moscovita).
En los siglos XVI y XVII, hubo varios intentos de unión entre la Iglesia Romana y varios grupos dentro de la Ortodoxia Oriental. La separación final entre la Iglesia Católica por un lado y las Iglesias Ortodoxas Orientales por el otro se produjo recién en el siglo XVIII: en 1729, la Iglesia Romana bajo el Papa Benedicto XIII prohibió la comunión con las Iglesias Ortodoxas, y en 1755, los patriarcas de Alejandría, Jerusalén y Constantinopla en represalia declararon la interrupción final de la comunión sacra con la Iglesia Romana y declararon herético al catolicismo.
Concilio Vaticano I (1870)
La doctrina de la primacía papal se desarrolló aún más en el Concilio Vaticano I, que declaró que "en el carácter de Dios, la iglesia romana tiene la preeminencia del poder ordinario sobre todas las demás iglesias". Este concilio también afirmó el dogma de la infalibilidad papal, declarando que la infalibilidad de la comunidad cristiana se extiende al mismo Papa cuando define una doctrina concerniente a la fe o la moral que debe ser sostenida por toda la Iglesia. Este nuevo dogma, así como el dogma de la Inmaculada Concepción, promulgado en Ineffabilis Deus unos años antes, son rechazados inequívocamente por la Iglesia Oriental como heréticos.
Nulidad de anatemas mutuos (1965)
Un evento importante del Concilio Vaticano II (Vaticano II) fue la emisión por parte del Papa Pablo y el Patriarca Ortodoxo Atenágoras I de Constantinopla de la Declaración Conjunta Católico-Ortodoxa de 1965. Al mismo tiempo, levantaron las excomuniones mutuas que datan del 11 siglo. El acto no resultó en la restauración de la comunión.
Causas del cisma
Jaroslav Pelikan enfatiza que "si bien el cisma Este-Oeste provino en gran parte de la discordia política y eclesiástica, esta discordia también reflejó diferencias teológicas básicas". Pelikan argumenta además que los antagonistas del siglo XI exageraron inapropiadamente sus diferencias teológicas, mientras que los historiadores modernos tienden a minimizarlas. Pelikan afirma que los documentos de esa época evidencian la "profundidad de la alienación intelectual que se había desarrollado entre las dos secciones de la cristiandad". Si bien las dos partes eran técnicamente más culpables de cisma que de herejía, a menudo se acusaban mutuamente de acusaciones de blasfemia. Pelikan describe gran parte de la disputa como relacionada con "diferencias regionales en usos y costumbres", algunas de las cuales eran diáforas (es decir, ni correctas ni incorrectas). Sin embargo,
Disputas eclesiásticas
Philip Sherrard, un teólogo ortodoxo oriental, afirma que la causa subyacente del cisma Este-Oeste fue y sigue siendo "el choque de estas dos eclesiologías fundamentalmente irreconciliables". Roger Haight caracteriza la cuestión de la autoridad episcopal en la Iglesia como "aguda" con las "posiciones relativas de Roma y Constantinopla como una fuente recurrente de tensión". Haight caracteriza la diferencia en las eclesiologías como "el contraste entre un papa con jurisdicción universal y una combinación de la superestructura patriarcal con una eclesiología de comunión episcopal y sinodal análoga a la que se encuentra en Cipriano".Sin embargo, Nicholas Afansiev ha criticado tanto a la iglesia católica como a la ortodoxa por "suscribirse a la eclesiología universal de San Cipriano de Cartago según la cual solo puede existir una iglesia verdadera y universal".
Otro punto de controversia fue el celibato entre los sacerdotes occidentales (tanto monásticos como parroquiales), a diferencia de la disciplina oriental según la cual los párrocos podían ser hombres casados. Sin embargo, la iglesia latina siempre ha tenido algunos sacerdotes que estaban legalmente casados. Han sido una pequeña minoría desde el siglo XII.
Estructura eclesiológica
Hay varias eclesiologías diferentes: "eclesiología de comunión", "eclesiología eucarística", "eclesiología bautismal", "eclesiología trinitaria", "teología kerigmática". Otras eclesiologías son la "jerárquica-institucional" y la "orgánica-mística", y la "congregacionalista".
Las Iglesias orientales mantuvieron la idea de que cada ciudad-iglesia local con su obispo, presbíteros, diáconos y personas que celebraban la eucaristía constituían la iglesia entera. En este punto de vista llamado eclesiología eucarística (o más recientemente eclesiología holográfica), cada obispo es el sucesor de San Pedro en su iglesia ("la Iglesia"), y las iglesias forman lo que Eusebio llamó una unión común de iglesias. Esto implicaba que todos los obispos eran ontológicamente iguales, aunque otros obispos podían otorgar privilegios especiales a obispos funcionalmente particulares y servir como metropolitanos, arzobispos o patriarcas. Dentro del Imperio Romano, desde la época de Constantino hasta la caída del imperio en 1453, la eclesiología universal, en lugar de la eucaristía, se convirtió en el principio operativo.Prevaleció la opinión de que, "cuando el Imperio Romano se convirtió en cristiano, se había logrado el orden mundial perfecto querido por Dios: un imperio universal era soberano y colindante con él era la única iglesia universal". Al principio, la eclesiología de la Iglesia Romana era universal, con la idea de que la Iglesia era un organismo mundial con un centro designado divinamente (no funcionalmente): la Iglesia/Obispo de Roma. Estos dos puntos de vista todavía están presentes en la ortodoxia oriental y el catolicismo modernos y pueden verse como las causas fundamentales de los cismas y el Gran Cisma entre Oriente y Occidente.
"La Iglesia Ortodoxa no acepta la doctrina de la autoridad papal establecida en el Concilio Vaticano de 1870 y enseñada hoy en la Iglesia Católica". La Iglesia ortodoxa siempre ha mantenido la posición original de colegialidad de los obispos, lo que ha dado como resultado que la estructura de la iglesia se acerque más a una confederación. Los ortodoxos tienen sínodos donde se reúnen las máximas autoridades de cada comunidad de la Iglesia, pero, a diferencia de la Iglesia católica, ningún individuo o figura central tiene la última palabra absoluta e infalible sobre la doctrina de la iglesia. En la práctica, esto a veces ha llevado a divisiones entre las iglesias ortodoxas griega, rusa, búlgara y ucraniana, ya que ninguna autoridad central puede actuar como árbitro en varias disputas internas.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, la eclesiología eucarística es defendida por teólogos católicos. Henri de Lubac escribe: "La Iglesia, como la Eucaristía, es un misterio de unidad, el mismo misterio y uno con riquezas inagotables. Ambos son el cuerpo de Cristo, el mismo cuerpo". Joseph Ratzinger llama a la eclesiología eucarística "el núcleo real de la enseñanza del Vaticano II (Concilio Vaticano II) sobre la cruz". Según Ratzinger, la única iglesia de Dios no existe sino en las diversas congregaciones locales individuales. En ellos se celebra la eucaristía en unión con la Iglesia en todas partes.La eclesiología eucarística llevó al concilio a "afirmar el significado teológico de la iglesia local. Si cada celebración de la Eucaristía es una cuestión no solo de la presencia sacramental de Cristo en el altar sino también de su presencia eclesial en la comunidad reunida, entonces cada iglesia eucarística local debe ser más que un subconjunto de la iglesia universal; debe ser el cuerpo de Cristo 'en ese lugar'".
La dimensión eclesiológica del cisma Este-Oeste gira en torno a la autoridad de los obispos dentro de sus diócesis y las líneas de autoridad entre obispos de diferentes diócesis. Es común que los católicos insistan en la primacía de la autoridad romana y papal basándose en escritos patrísticos y documentos conciliares.
Privilegio y autoridad papal
Las enseñanzas oficiales actuales de la Iglesia Católica sobre el privilegio y el poder papales que son inaceptables para las iglesias ortodoxas orientales son el dogma de la infalibilidad del Papa cuando habla oficialmente "desde la silla de Pedro (ex cathedra Petri)" sobre asuntos de fe y moral que se llevarán a cabo. por toda la Iglesia, para que tales definiciones sean irreformables "por sí mismas, y no por el consentimiento de la Iglesia" (ex sese et non-ex consensu ecclesiae) y tengan un carácter vinculante para todos los cristianos (católicos) en el mundo; la jurisdicción episcopal directa del Papa sobre todos los cristianos (católicos) del mundo; la autoridad del Papa para nombrar (y también para deponer) a los obispos de todas las iglesias cristianas (católicas) excepto en el territorio de un patriarcado;y la afirmación de que la legitimidad y autoridad de todos los obispos cristianos (católicos) en el mundo derivan de su unión con la sede romana y su obispo, el Sumo Pontífice, el único Sucesor de Pedro y Vicario de Cristo en la tierra.
El principal de los asuntos eclesiásticos que separan a las dos iglesias es el significado de la primacía papal dentro de cualquier futura iglesia unificada. Los ortodoxos insisten en que debería ser un "primado de honor" y no un "primado de autoridad", mientras que los católicos ven el papel del pontífice como un requisito para el ejercicio de su poder y autoridad, cuya forma exacta está abierta a discusión con otros cristianos. Según la creencia E. ortodoxa, la prueba de la catolicidad es la adhesión a la autoridad de las Escrituras y luego por la Santa Tradición de la iglesia. No se define por la adhesión a ninguna sede en particular. La posición de la Iglesia Ortodoxa es que nunca ha aceptado al Papa como líder de jure de toda la iglesia.
Refiriéndose a Ignacio de Antioquía, Carlton dice:
Contrariamente a la opinión popular, la palabra católico no significa "universal"; significa "total, completo, sin nada"... Así, confesar que la Iglesia es católica es decir que Ella posee la plenitud de la fe cristiana. Sin embargo, decir que los ortodoxos y Roma constituyen dos pulmones de la misma Iglesia es negar que cualquiera de las dos Iglesias por separado sea católica en cualquier sentido significativo del término. Esto no solo es contrario a la enseñanza de la Ortodoxia, es rotundamente contrario a la enseñanza de la Iglesia Católica Romana, que se consideraba verdaderamente católica.— Carlton 2007, pág. 22
La iglesia es a imagen de la Trinidad y refleja la realidad de la encarnación.
El cuerpo de Cristo debe ser siempre igual a sí mismo… La iglesia local que manifiesta el cuerpo de Cristo no puede ser subsumida en ninguna organización o colectividad mayor que la haga más católica y más unida, por la sencilla razón de que el principio de catolicidad total y la unidad total ya le es intrínseca.— Sherrard 1996, pág. 15
Disputas teológicas
La política iconoclasta impuesta por una serie de decretos del emperador León III el Isaurio en 726-729 encontró resistencia en Occidente, lo que dio lugar a fricciones que terminaron en 787, cuando el Segundo Concilio de Nicea reafirmó que las imágenes deben ser veneradas pero no adoradas. El Libri Carolini, encargado por Carlomagno, criticó lo que una traducción defectuosa dio como decisión del concilio, pero sus objeciones fueron refutadas por el Papa Adriano I.
Desde la perspectiva de la Iglesia Católica, las cuestiones eclesiológicas son centrales, por lo que caracterizan la división entre las dos iglesias como un cisma. En su opinión, los ortodoxos orientales están muy cerca de ellos en teología, y la Iglesia católica no considera que las creencias ortodoxas orientales sean heréticas. Sin embargo, desde la perspectiva de los teólogos ortodoxos orientales, existen cuestiones teológicas que van mucho más allá de la teología en torno a la primacía del Papa. De hecho, a diferencia de los católicos, que generalmente no consideran heréticos a los ortodoxos y hablan en cambio del "cisma" oriental.
También en la Iglesia Católica, se pueden encontrar algunos escritores que hablan peyorativamente de la Iglesia Ortodoxa Oriental y su teología, pero estos escritores son marginales. La opinión oficial de la Iglesia Católica es la expresada en el decreto Unitatis redintegratio del Vaticano II:
En el estudio de la revelación, Oriente y Occidente han seguido métodos diferentes y han desarrollado de manera diferente su comprensión y confesión de la verdad de Dios. No es de extrañar, entonces, si de vez en cuando una tradición se ha acercado más que la otra a una apreciación completa de algunos aspectos de un misterio de la revelación, o lo ha expresado de mejor manera. En tales casos, estas diversas expresiones teológicas deben considerarse a menudo como mutuamente complementarias en lugar de conflictivas. En lo que se refiere a las auténticas tradiciones teológicas de la Iglesia oriental, debemos reconocer la forma admirable en que tienen sus raíces en la Sagrada Escritura, y cómo se nutren y expresan en la vida de la liturgia. Reciben su fuerza también de la tradición viva de los apóstoles y de las obras de los Padres y de los escritores espirituales de las Iglesias orientales. De este modo, promueven el correcto ordenamiento de la vida cristiana y, de hecho, allanan el camino hacia una visión plena de la verdad cristiana.
Naturaleza de la Trinidad
Aunque las iglesias occidentales no consideran que la comprensión oriental y occidental de la Trinidad sea radicalmente diferente, los teólogos orientales como John Romanides y Michael Pomazansky argumentan que la cláusula de Filioque es sintomática de una falla fatal en la comprensión occidental, que atribuyen a la influencia de Agustín y, por extensión, a la de Tomás de Aquino.
Filioque, en latín para "y (de) el Hijo", se agregó en el cristianismo occidental al texto latino del Credo Niceno-Constantinopolitano, que también varía del texto griego original al tener la frase adicional Deum de Deo (Dios de Dios) y al usar el singular "Creo" (latín, Credo, griego Πιστεύω) en lugar del original "Creemos" (griego Πιστεύομεν), que conserva la ortodoxia oriental. La Iglesia Asiria de Oriente, que no está en comunión ni con la Iglesia Ortodoxa Oriental ni con la Ortodoxia Oriental, utiliza "Creemos".
Filioque afirma que el Espíritu Santo procede tanto del Hijo como del Padre, doctrina aceptada por la Iglesia católica, por el anglicanismo y por las iglesias protestantes en general. Los cristianos de estos grupos generalmente lo incluyen cuando recitan el Credo de Nicea. Sin embargo, estos grupos reconocen que Filioque no forma parte del texto original establecido en el Primer Concilio de Constantinopla en 381, y no exigen que otros también lo utilicen al decir el Credo. En efecto, la Iglesia católica no añade la frase correspondiente a Filioque (καὶ τοῦ Υἱοῦ) al texto griego del Credo, ni siquiera en la liturgia para los católicos de rito latino.
En el Concilio de Constantinopla de 879-880, la Iglesia Ortodoxa Oriental anatematizó la frase Filioque, "como una novedad y un aumento del Credo", y en su encíclica de 1848 los Patriarcas Orientales hablaron de ella como una herejía. Fue calificado como tal por algunos de los santos de la Iglesia Ortodoxa Oriental, incluidos Focio I de Constantinopla, Marcos de Éfeso y Gregorio Palamas, a quienes se les ha llamado los Tres Pilares de la Ortodoxia. La iglesia oriental cree que la iglesia occidental insertó el Filioque unilateralmente (sin consultar ni celebrar consejo con el este) en el Credo, que la iglesia occidental rompió la comunión con el este.
E. Los teólogos ortodoxos como Vladimir Lossky critican el enfoque de la teología occidental de Dios en 'Dios en esencia increada' como equivocado, que alega es una expresión modalista y, por lo tanto, especulativa de Dios que es indicativa de la herejía sabeliana. E. El teólogo ortodoxo Michael Pomazansky argumenta que, para que el Espíritu Santo proceda del Padre y del Hijo en el Credo, tendría que haber dos fuentes en la deidad (doble procesión), mientras que en el único Dios solo puede haber ser una fuente de divinidad, que es el Padre hipóstasis de la Trinidad, no la esencia de Dios per se. En contraste, el obispo Kallistos Ware sugiere que el problema está más en el área de la semántica que en las diferencias doctrinales básicas:
La polémica de Filioque que nos ha separado durante tantos siglos es más que un mero tecnicismo, pero no es insoluble. Calificando la firme posición adoptada cuando escribí La Iglesia Ortodoxa hace veinte años, ahora creo, después de más estudios, que el problema está más en el área de la semántica que en cualquier diferencia doctrinal básica.— Obispo Kallistos Ware, Diakonia, Zoghby 1992, p. 43
Experiencia de Dios versus Escolasticismo
Lossky argumenta que la diferencia entre Oriente y Occidente se debe al uso por parte de la Iglesia Católica de la filosofía metafísica pagana (y la escolástica) en lugar de la experiencia real de Dios llamada theoria, para validar los dogmas teológicos del cristianismo católico. Por eso, Lossky afirma que los ortodoxos orientales y los católicos se han convertido en "hombres diferentes". Otros teólogos ortodoxos orientales como Romanides y Metropolitan Hierotheos of Nafpaktos han hecho pronunciamientos similares. Según las enseñanzas ortodoxas, la teoría se puede lograr a través de prácticas ascéticas como el hesicasmo, que fue condenado como herejía por Barlaam de Seminara.
Los teólogos ortodoxos E. acusan que, en contraste con la teología ortodoxa E., la teología occidental se basa en un discurso filosófico que reduce la humanidad y la naturaleza a fríos conceptos mecánicos.
El catolicismo romano racionaliza incluso el sacramento de la Eucaristía: interpreta la acción espiritual como puramente material y degrada el sacramento hasta tal punto que se convierte en su opinión en una especie de milagro atomístico. La Iglesia Ortodoxa no tiene una teoría metafísica de la Transubstanciación, y no hay necesidad de tal teoría. Cristo es el Señor de los elementos y está en Su poder hacer que 'toda cosa, sin cambiar en lo más mínimo su sustancia física' pueda convertirse en Su Cuerpo. El Cuerpo de Cristo en la Eucaristía no es carne física.— Lossky 1969, pág. 87
E. Los teólogos ortodoxos argumentan que la mente (razón, racionalidad) es el foco de la teología occidental, mientras que, en la teología oriental, la mente debe colocarse en el corazón, para que se unan en lo que se llama nous; esta unidad como corazón es el enfoque del cristianismo ortodoxo oriental que implica la oración incesante del corazón. En la teología ortodoxa, en las tradiciones ascéticas orientales uno de los objetivos de la práctica ascética es obtener la sobriedad de la conciencia, la vigilia (nepsis). Para la humanidad esto se alcanza en la curación de la persona integral llamada alma o corazón. Cuando el corazón de una persona se reconcilia con su mente, esto se conoce como curación del nous o del "ojo, foco del corazón o del alma".
Parte de este proceso es la sanación y reconciliación de la humanidad'o dianoia con el corazón o el alma. Mientras que el espíritu y el cuerpo de la humanidad son energías vivificadas por el alma, la ortodoxia enseña que el pecado, el sufrimiento y la tristeza del hombre son causados por su corazón y mente siendo una dualidad y en conflicto. Según la teología ortodoxa, la falta de comprensión noética (enfermedad) no puede ser eludida ni satisfecha por el pensamiento racional o discursivo (es decir, la sistematización), y negar las necesidades del corazón humano (una expresión más occidental sería las necesidades del alma) causa varias manifestaciones negativas o destructivas como la adicción, el ateísmo y los malos pensamientos, etc. Un nous limpio, curado o restaurado crea la condición de sobriedad o nepsis de la mente.
Autoridad para enseñar teología
Los teólogos ortodoxos afirman que la división teológica de Oriente y Occidente culminó en un conflicto teológico directo conocido como la controversia del hesicasmo durante varios concilios en Constantinopla entre 1341 y 1351. Argumentan que esta controversia resaltó el marcado contraste entre lo que la Iglesia católica abraza como dogma teológico apropiado (u ortodoxo) y cómo se valida la teología y qué se considera teología válida por los ortodoxos orientales. La esencia del desacuerdo es que en Oriente una persona no puede ser un verdadero teólogo o enseñar el conocimiento de Dios, sin haber experimentado a Dios, como se define como la visión de Dios (theoria). En el centro de la cuestión estaba la enseñanza de las distinciones Esencia-Energías (que establece que aunque la creación nunca puede conocer la esencia no creada de Dios, sí puede conocer sus energías no creadas) por Gregory Palamas.
Doctrina del pecado original y el libre albedrío
La doctrina de Agustín sobre el pecado original
Algunos polemistas ortodoxos orientales afirman que los ortodoxos no aceptan la enseñanza de Agustín sobre el pecado original. Su interpretación del pecado ancestral también es rechazada en Oriente. La enseñanza de Agustín tampoco es aceptada en su totalidad en Occidente. La Iglesia Católica rechaza el traducianismo y afirma el creacionismo. Su enseñanza sobre el pecado original se basa en gran medida en la de Agustín, pero no es idéntica a ella, y se opone a la interpretación de Agustín propuesta por Martín Lutero y Juan Calvino. Su enseñanza se aparta de las ideas de Agustín en algunos aspectos. Christos Yannaras expresa otra opinión ortodoxa, quien describió a Agustín como "la fuente de toda distorsión y alteración en la verdad de la Iglesia en Occidente".Esta visión es ahistórica. De hecho, la enseñanza de Agustín sobre el pecado original fue afirmada solemnemente por el Concilio ecuménico de Éfeso, y el Segundo Concilio ecuménico de Constantinopla incluyó a San Agustín entre los grandes doctores de la Iglesia ortodoxa, junto con Atanasio de Alejandría, Hilario de Poitiers, Basilio de Cesarea, Gregorio de Nacianceno, Gregorio de Nisa, San Ambrosio, Teófilo, Juan Crisóstomo, Cirilo de Alejandría y el Papa León Magno. Algunos ortodoxos tradicionalistas consideran que la negación moderna tardía por parte de algunos escritores ortodoxos de la enseñanza supuestamente "occidental" sobre el pecado original es una forma de modernismo.
Enseñanza ortodoxa sobre el pecado original
Lo que la Iglesia Ortodoxa Oriental acepta es que el pecado ancestral corrompió su existencia (su cuerpo y su entorno) en el que cada persona nace y por lo tanto nacemos en una existencia corrompida (por el pecado ancestral de Adán y Eva) y que "el pecado original es hereditaria. No quedó sólo en Adán y Eva. Así como la vida pasa de ellos a toda su descendencia, también lo hace el pecado original. Todos nosotros participamos del pecado original porque todos somos descendientes del mismo antepasado, Adán". La enseñanza de la Iglesia Ortodoxa Oriental es que, como resultado del pecado de Adán, "el pecado hereditario fluyó a su posteridad; de modo que todo aquel que nace según la carne lleva esta carga y experimenta sus frutos en este mundo presente".
Del mismo modo, lo que sostiene la Iglesia Católica es que el pecado de Adán que heredamos, y para cuya remisión son bautizados hasta los bebés que no tienen pecado personal, se llama "pecado" sólo en un sentido analógico ya que no es un acto cometido como el pecado personal de Adán y Eva, pero un estado caído-contraído por la transmisión de una naturaleza humana privada de la santidad y la justicia originales.
Tanto Oriente como Occidente sostienen que cada persona no está llamada a expiar el pecado real cometido por Adán y Eva.
Según la Iglesia occidental, "el pecado original no tiene el carácter de falta personal en ninguno de los descendientes de Adán", y la Iglesia oriental enseña que "por estos frutos y esta carga no entendemos el pecado [actual]". Los ortodoxos y los católicos creen que las personas heredan sólo la enfermedad espiritual (en la que todos sufren y pecan) de Adán y Eva, causada por su pecado ancestral (lo que les ha fluido), enfermedad que los deja debilitados en sus poderes, sujetos a ignorancia, padeciendo el dominio de la muerte, e inclinado al pecado.
Doctrina de la Inmaculada Concepción
La doctrina católica de la Inmaculada Concepción, que afirma que Dios protegió a la Virgen María del pecado original sin ningún mérito propio, fue definida dogmáticamente por el Papa Pío IX en 1854. La teología ortodoxa proclama que María fue elegida para dar a luz a Cristo, habiendo encontrado primero favor de Dios por su pureza y obediencia.
Naturaleza del Pecado, el Purgatorio e Infierno
Purgatorio
Otro punto de controversia teológica entre las iglesias occidentales y orientales es la doctrina del purgatorio (como se mostró en el Segundo Concilio de Lyon y el Concilio de Ferrara-Florencia). Fue desarrollado con el tiempo en la teología occidental, según la cual, "todos los que mueren en la gracia y la amistad de Dios, pero aún imperfectamente purificados, tienen ciertamente asegurada su salvación eterna; pero después de la muerte se someten a la purificación, para alcanzar la santidad necesaria". para entrar en el gozo del cielo". Sin embargo, algunos teólogos orientales, si bien están de acuerdo en que hay más allá de la muerte un estado en el que los creyentes siguen perfeccionándose y conduciéndose a la divinización plena, consideran que no se trata de un estado de castigo sino de crecimiento.Sostienen que el sufrimiento no puede purificar el pecado, ya que tienen una visión diferente del pecado y consideran el sufrimiento como resultado de una enfermedad espiritual. La teología occidental suele considerar el pecado no sólo como una enfermedad que debilita e impide sino también como algo que merece castigo.
La Iglesia Ortodoxa Oriental sostiene que "hay un estado más allá de la muerte en el que los creyentes continúan perfeccionándose y conduciéndose a la divinización total". Aunque algunos ortodoxos han descrito este estado intermedio como purgatorio, otros lo distinguen de aspectos asociados con él en Occidente: en el Concilio de Ferrara-Florencia, el obispo ortodoxo Marcos de Éfeso argumentó que no hay en él fuegos purificadores.
Condenación
La enseñanza ortodoxa tradicional es que "aquellos que rechazan a Cristo enfrentarán el castigo. Según la Confesión de Dositeo, "las personas van inmediatamente al gozo en Cristo o a los tormentos del castigo". En la doctrina ortodoxa, no hay lugar sin Dios. En En la eternidad no hay forma de esconderse de Dios. En la teología católica, Dios está presente en todas partes no sólo por su poder sino en sí mismo. El infierno es un estado de separación de Dios autoelegido.
La teología oriental considera que el deseo de pecar es el resultado de una enfermedad espiritual (causada por el orgullo de Adán y Eva), que necesita ser curada. Uno de esos teólogos da su interpretación de la teología occidental de la siguiente manera: "Según los Santos Padres de la Iglesia, no hay un Paraíso increado y un Infierno creado, como enseña la tradición franco-latina". La Iglesia Oriental cree que el infierno o condenación eterna y el cielo existen y son el mismo lugar, que es estar con Dios, y que el mismo amor divino (las energías increadas de Dios) que es fuente de bienaventuranza y consuelo para los justos (porque aman a Dios, su amor es el cielo para ellos) es también fuente de tormento (o "lago de fuego") para los pecadores (porque no aman a Dios, así sentirán su amor).La Iglesia occidental habla del cielo y el infierno como estados de existencia más que como lugares, mientras que en la ortodoxia oriental no hay infierno per se, hay condenación o castigo en la eternidad por el rechazo de la gracia de Dios.
Disputas políticas
El Imperio bizantino era una teocracia; el emperador era la autoridad suprema tanto en la iglesia como en el estado. "El rey no es Dios entre los hombres sino el Virrey de Dios. No es el logos encarnado, sino que está en una relación especial con el logos. Ha sido especialmente designado y está continuamente inspirado por Dios, el amigo de Dios, el intérprete de la Palabra de Dios. Sus ojos miran hacia arriba, para recibir los mensajes de Dios. Debe estar rodeado de la reverencia y la gloria que corresponde a la copia terrenal de Dios; y él 'estructurará su gobierno terrenal de acuerdo con el patrón del original divino, encontrando fuerza en su conformidad con la monarquía de Dios'".
En Oriente, la aprobación del cesaropapismo, la subordinación de la iglesia a las demandas religiosas del orden político dominante, fue más evidente en el Imperio bizantino a fines del primer milenio, mientras que en Occidente, donde la decadencia de la autoridad imperial Dejada la Iglesia relativamente independiente, se produjo el crecimiento del poder del papado. Como resultado de las conquistas musulmanas de los territorios de los patriarcados de Alejandría, Antioquía y Jerusalén, sólo quedaron dos poderosos centros rivales de autoridad eclesiástica, Constantinopla y Roma. Hasta que esto sucedió, Roma trató a menudo de actuar como mediador neutral en las disputas entre los patriarcados orientales.
En la cristiandad oriental, se dice que la enseñanza de la supremacía papal se basa en las Decretales pseudo-Isidorianas, documentos atribuidos a los primeros papas pero en realidad falsificados, probablemente en el segundo cuarto del siglo IX, con el objetivo de defender la posición de los obispos contra metropolitanos y autoridades seculares. El Oriente ortodoxo cuestiona la enseñanza de que Pedro era el Patriarca de Roma, un título que Occidente tampoco le da. Se puede interpretar que fuentes tempranas como San Ireneo describen al Papa Lino como el primer obispo de Roma y al Papa Cleto como el segundo.
El Diccionario Oxford de Papas afirma: "A finales del siglo II o principios del siglo III, la tradición identificaba a Pedro como el primer obispo de Roma. Este fue un desarrollo natural una vez que el episcopado monárquico, es decir, el gobierno de la iglesia local por un solo obispo, a diferencia de un grupo de presbíteros-obispos, surgió finalmente en Roma a mediados del siglo II Sin embargo, la tradición anterior, que colocó a Pedro y Pablo en una clase aparte como los pioneros que juntos establecieron la iglesia romana y su ministerio, nunca se perdió de vista. "San Pedro fue según la tradición obispo de Antioquía en un momento, y luego fue sucedido por Evodio e Ignacio. Los ortodoxos orientales no tienen la primacía del Papa de Roma sobre la iglesia oriental; enseñan que el Papa de Roma es el primero entre iguales. Los primeros siete Concilios Ecuménicos se celebraron en Oriente y fueron convocados por los emperadores orientales; Los pontífices romanos nunca presidieron ninguno de ellos.
Estatus de las Iglesias católicas orientales
Las Iglesias católicas orientales, históricamente denominadas "uniate" por los ortodoxos, se consideran a sí mismas haber reconciliado el cisma de Oriente y Occidente al haber aceptado la primacía del obispo de Roma conservando algunas de las reglas canónicas y prácticas litúrgicas en línea con el Tradición oriental como el Rito Bizantino que prevalece en las Iglesias Ortodoxas. Algunos ortodoxos orientales acusan de unirse a esta unidad a expensas de ignorar las diferencias doctrinales críticas y las atrocidades pasadas.
Ha habido conflictos periódicos entre los ortodoxos y los católicos orientales en Ucrania y Bielorrusia, luego bajo el dominio polaco, y más tarde también en Transilvania (ver la Iglesia católica griega rumana unida con Roma). Se utilizaron presiones y represalias patrocinadas por el gobierno contra las iglesias católicas orientales, como la Iglesia católica griega ucraniana en el Imperio ruso y más tarde en la URSS. Desde finales de la década de 1980, el Patriarcado de Moscú (la Iglesia Ortodoxa Rusa) ha criticado los métodos de restauración de las estructuras eclesiásticas ″uniadas″ en Ucrania, así como lo que denominó proselitismo católico en Rusia.
En 1993, un informe escrito por la Comisión Internacional Conjunta para el Diálogo Teológico entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa durante su séptima sesión plenaria en la Escuela de Teología Balamand en el Líbano declaró: "Debido a la forma en que católicos y ortodoxos una vez más consideran unos a otros en su relación con el misterio de la Iglesia y descubrirse una vez más como Iglesias hermanas, esta forma de 'apostolado misionero' descrita anteriormente, y que se ha llamado ′uniatismo′, ya no puede aceptarse tampoco como método para ser seguido ni como modelo de la unidad que buscan nuestras Iglesias". Al mismo tiempo, el documento, entre otras cosas, decía:
- En cuanto a las Iglesias católicas orientales, es claro que ellas, como parte de la Comunión católica, tienen derecho a existir y actuar en respuesta a las necesidades espirituales de sus fieles.
- Las Iglesias orientales católicas que han querido restablecer la plena comunión con la Sede de Roma y se han mantenido fieles a ella, tienen los derechos y obligaciones que se relacionan con esta comunión. Los principios que determinan su actitud hacia las Iglesias ortodoxas son los que han sido enunciados por el Concilio Vaticano II y han sido puestos en práctica por los Papas que han aclarado las consecuencias prácticas que se derivan de estos principios en varios documentos publicados desde entonces. Estas Iglesias deben, pues, insertarse, tanto a nivel local como universal, en el diálogo del amor, en el respeto mutuo y la confianza recíproca reencontrados, y entrar en el diálogo teológico, con todas sus implicaciones prácticas.
En febrero de 2016, el Papa Francisco y el Patriarca Kirill de la Iglesia Ortodoxa Rusa (ROC) se reunieron en Cuba y firmaron una declaración conjunta que decía, entre otras cosas: "Esperamos que nuestra reunión también contribuya a la reconciliación dondequiera que existan tensiones entre greco-católicos y ortodoxos, hoy está claro que el método pasado del 'uniatismo', entendido como la unión de una comunidad con otra, separándola de su Iglesia, no es el camino para restablecer la unidad. que surgieron en estas circunstancias históricas tienen derecho a existir y a emprender todo lo necesario para satisfacer las necesidades espirituales de sus fieles, mientras buscan vivir en paz con sus vecinos. Los ortodoxos y los católicos griegos necesitan reconciliación y acuerdos mutuamente aceptables. formas de convivencia".Mientras tanto, en la entrevista publicada en la víspera de la reunión en Cuba, el metropolita Hilarión Alfeyev, presidente del Departamento de Relaciones Eclesiásticas Externas y miembro permanente del Santo Sínodo de la República de China, dijo que las tensiones entre la Iglesia greco-católica ucraniana y La Iglesia ortodoxa ucraniana de la República de China se había elevado recientemente debido principalmente al conflicto en Ucrania. La declaración fue duramente criticada por Sviatoslav Shevchuk, el primado de la Iglesia greco-católica ucraniana, quien dijo que su rebaño se sintió "traicionado" por el Vaticano.
Intentos de reconciliación del Cisma
En 1965, un gesto simbólico de acercamiento tuvo lugar cuando el Papa Pablo VI y el Patriarca Ecuménico Atenágoras I anularon los anatemas de 1054. Aunque este acto no significó una reunificación, marcó un paso hacia el diálogo. La relación actual entre ambas iglesias incluye intercambios regulares durante las festividades de San Pedro y San Pablo (29 de junio), y San Andrés (30 de noviembre), así como esfuerzos continuos hacia la reconciliación, a pesar de las críticas internas, especialmente en el lado ortodoxo.
La falta de comunión plena entre las iglesias incluso se menciona explícitamente cuando el Código de Derecho Canónico otorga a los ministros católicos permiso para administrar los sacramentos de la penitencia, la Eucaristía y la unción de los enfermos a miembros de iglesias orientales que lo soliciten espontáneamente, como la Iglesia Ortodoxa (así como las iglesias ortodoxas orientales y la Iglesia de Oriente) y miembros de iglesias occidentales como la Iglesia católica antigua. Los contactos entre las dos partes continúan.
A pesar de los esfuerzos por parte de los papas católicos y los patriarcas ortodoxos para curar el cisma, solo se ha logrado un progreso limitado hacia la reconciliación durante el último medio siglo. Un obstáculo es el hecho de que los ortodoxos y los católicos tienen diferentes percepciones de la naturaleza de la división. La enseñanza católica oficial es que los ortodoxos son cismáticos, lo que significa que no hay nada herético en su teología, solo su falta de voluntad para aceptar la supremacía del Papa, que se presenta en la enseñanza católica principalmente como una cuestión eclesiológica, no tanto teológica. Los ortodoxos objetan las doctrinas católicas del purgatorio, la expiación sustitutiva, la Inmaculada Concepción y la supremacía papal, entre otras, como doctrinas heréticas.Con respecto a la Primacía del Papa, las dos iglesias están de acuerdo en que el Papa, como Obispo de Roma, tiene la primacía, aunque continúan teniendo interpretaciones diferentes de lo que implica esa primacía.
La actitud de la Iglesia católica fue expresada por Juan Pablo II en la imagen de la Iglesia "respirando con sus dos pulmones". Quería decir que debería haber una combinación del temperamento "latino" más racional, jurídico y orientado a la organización con el espíritu intuitivo, místico y contemplativo que se encuentra en Oriente.
Desde el punto de vista ortodoxo, el obispo de Roma (es decir, el Papa) tendría primacía universal en una cristiandad reunida, como primus inter pares sin poder de jurisdicción.
Reconciliación eclesiológica
Los ortodoxos orientales insisten en que la primacía es en gran parte de honor, siendo el Papa "primero entre iguales" primus inter pares. La Iglesia Católica, por otro lado, insiste en la doctrina de la Supremacía. Se entiende ampliamente que, si ha de haber reconciliación, ambas partes tendrán que ceder en esta doctrina. Aunque algunos comentaristas han propuesto formas en las que se puede lograr dicho compromiso, no hay indicación oficial de que se esté contemplando tal compromiso.
En su libro Principios de teología católica, el Papa Benedicto XVI (entonces cardenal Ratzinger) evaluó el abanico de "posibilidades que se abren al ecumenismo cristiano". Caracterizó la "demanda máxima" de Occidente como el reconocimiento por parte de Oriente y la sumisión a la "primacía del obispo de Roma en el alcance total de la definición de 1870..." La "demanda máxima" de Oriente fue descrito como una declaración por parte de Occidente de la doctrina de la primacía papal de 1870 como errónea junto con la "eliminación del Filioque del Credo e incluyendo los dogmas marianos de los siglos XIX y XX". Ratzinger afirmó que "(n)una de las máximas soluciones ofrece alguna esperanza real de unidad".Ratzinger escribió que "Roma no debe exigir de Oriente más de lo formulado y vivido en el primer milenio". Concluyó que "la Reunión podría tener lugar en este contexto si, por un lado, Oriente dejara de oponerse como heréticos a los desarrollos que tuvieron lugar en Occidente en el segundo milenio y aceptara a la Iglesia católica como legítima y ortodoxa en el forma que había adquirido en el curso de ese desarrollo, mientras que, por otro lado, Occidente reconocería a la Iglesia de Oriente como ortodoxa en la forma que siempre ha tenido".
La declaración de Rávena en 2007 reafirmó la creencia de que el obispo de Roma es de hecho el protos, aunque en el futuro habrá discusiones sobre el ejercicio eclesiológico concreto de la primacía papal.
Reconciliación teológica
Algunos académicos como Jeffrey Finch afirman que "el futuro del acercamiento Este-Oeste parece estar superando las polémicas modernas del neoescolasticismo y el neopalamismo".
Estas cuestiones doctrinales se centran en la percepción ortodoxa de que los teólogos católicos carecen de la experiencia real de Dios llamada theoria y, por lo tanto, no logran comprender la importancia del corazón como facultad noética o intuitiva. Es lo que consideran que es la confianza de la Iglesia Católica en la filosofía metafísica pagana y los métodos racionales como la escolástica en lugar de la experiencia intuitiva de Dios (theoria) lo que hace que los ortodoxos consideren herética a la Iglesia Católica. Otros puntos de diferencia doctrinal incluyen una diferencia con respecto a la naturaleza humana, así como una diferencia con respecto al pecado original, el purgatorio y la naturaleza del Infierno.
Un punto de diferencia teológica se encarna en la disputa sobre la inclusión del Filioque en el Credo de Nicea. A juicio de la Iglesia católica, lo que llama la legítima complementariedad de las expresiones "del Padre" y "del Padre y del Hijo" no siempre que se rigidice afecte la identidad de la fe en la realidad de la mismo misterio confesado. Los ortodoxos, por otro lado, consideran que la inclusión de la frase es casi herética (ver también la sección Trinidad).
Más importante aún, los ortodoxos ven el Filioque como solo la punta del iceberg y realmente solo como un síntoma de un problema de teología mucho más profundamente arraigado, uno tan profundamente arraigado que lo consideran herético e incluso, según algunas caracterizaciones, una incapacidad. para "ver a Dios" y conocer a Dios. Esta herejía supuestamente tiene sus raíces en el paganismo franco, el arrianismo, la filosofía platónica y aristotélica y la escolástica racional y objetiva tomista. En oposición a lo que ellos caracterizan como fundamentos paganos, heréticos y "impíos", los ortodoxos confían en el conocimiento intuitivo y místico y la visión de Dios (theoria) basada en el hesicasmo y la noesis. Los católicos aceptan como válida la comprensión intuitiva y mística ortodoxa oriental de Dios y la consideran complementaria de la reflexión racional occidental.
Sacramentos
La mayoría de las iglesias ortodoxas a través de la economía no requieren el bautismo en la Iglesia ortodoxa para alguien que haya sido bautizado previamente en la Iglesia católica. La mayoría de las jurisdicciones ortodoxas, basadas en ese mismo principio de economía, permiten un matrimonio sacramental entre un cristiano ortodoxo y algunos cristianos no ortodoxos. La Iglesia Católica permite que su clero administre los sacramentos de la Penitencia, la Eucaristía y la Unción de los Enfermos a los miembros de la Iglesia Ortodoxa Oriental, si estos los solicitan espontáneamente y están debidamente dispuestos. También permite a los católicos que no pueden acercarse a un ministro católico recibir estos tres sacramentos del clero de la Iglesia Ortodoxa Oriental, siempre que la necesidad lo requiera o lo aconseje una ventaja espiritual genuina, y siempre que se evite el peligro de error o indiferentismo.El derecho canónico católico permite el matrimonio entre un católico y un ortodoxo. La Iglesia ortodoxa solo administrará los sacramentos a los cristianos que no son ortodoxos en caso de emergencia.
El Código de Cánones de las Iglesias Orientales autoriza al obispo católico local a permitir que un sacerdote católico, de cualquier rito, bendiga el matrimonio de fieles ortodoxos que, no pudiendo acercarse sin gran dificultad a un sacerdote de su propia Iglesia, lo pidan espontáneamente. En circunstancias excepcionales, los católicos pueden, en ausencia de un sacerdote autorizado, casarse ante testigos. Si se dispone de un sacerdote que no esté autorizado para la celebración del matrimonio, se le debe llamar, aunque el matrimonio es válido aun sin su presencia. El Código de Cánones de las Iglesias Orientales especifica que, en esas circunstancias excepcionales, incluso un sacerdote "no católico" (y por lo tanto no necesariamente perteneciente a una Iglesia Oriental) puede ser llamado.
Comisión Teológica Conjunta
Inspirado por el Vaticano II que adoptó el decreto Unitatis Redintegratio sobre el ecumenismo en 1964, así como el cambio de actitud hacia el ecumenismo por parte del Patriarcado de Moscú que había ocurrido en 1961, el Vaticano y 14 Iglesias ortodoxas autocéfalas universalmente reconocidas establecieron la Comisión Internacional Conjunta para el Diálogo Teológico entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa que se reunió por primera vez en Rodas en 1980 y es un esfuerzo continuo.
Otros movimientos hacia la reconciliación
En varias ocasiones, el Papa Juan Pablo II recitó el Credo de Nicea con los patriarcas de la Iglesia Ortodoxa Oriental en griego según el texto original. Tanto él como su sucesor, el Papa Benedicto XVI, han recitado el Credo de Nicea junto con los patriarcas Demetrio I y Bartolomé I en griego sin la cláusula Filioque, "según el uso de las Iglesias bizantinas". Esto concuerda con la práctica de la Iglesia Católica de incluir la cláusula cuando se recita el Credo en latín, pero no cuando se recita en griego.
En junio de 1995, el patriarca Bartolomé I, de Constantinopla, visitó la Ciudad del Vaticano por primera vez y se unió a la histórica jornada interreligiosa de oración por la paz en Asís. Juan Pablo II y Bartolomé I manifestaron explícitamente su mutuo "deseo de relegar al olvido las excomuniones del pasado y emprender el camino para restablecer la plena comunión". En mayo de 1999, Juan Pablo II fue el primer Papa desde el Gran Cisma en visitar un país ortodoxo oriental: Rumania. Al saludar a Juan Pablo II, el patriarca rumano Teoctist afirmó: "El segundo milenio de la historia cristiana comenzó con una herida dolorosa en la unidad de la Iglesia; el final de este milenio ha visto un compromiso real para restaurar la unidad de los cristianos". Juan Pablo II visitó otras áreas fuertemente ortodoxas como Ucrania, a pesar de la falta de acogida en ocasiones, y dijo que curar las divisiones entre el cristianismo occidental y oriental era uno de sus mejores deseos.
En junio de 2004, la visita de Bartolomé I a Roma con motivo de la fiesta de los santos Pedro y Pablo (29 de junio) le brindó la oportunidad de tener otro encuentro personal con Juan Pablo II, de conversaciones con el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y de participar en el celebración de la fiesta en la basílica de San Pedro.
La participación parcial del Patriarca en la liturgia eucarística presidida por el Papa siguió el programa de las pasadas visitas del Patriarca Dimitrios (1987) y del mismo Patriarca Bartolomé I: participación plena en la Liturgia de la Palabra, proclamación conjunta del Papa y del Patriarca de la profesión de fe según el Credo Niceno-Constantinopolitano en griego y como conclusión, la Bendición final impartida por el Papa y el Patriarca en el Altar de la Confessio. El Patriarca no participó plenamente en la Liturgia de la Eucaristía que involucraba la consagración y distribución de la Eucaristía misma.
Críticas a los esfuerzos de reconciliación
Los esfuerzos de los patriarcas ortodoxos hacia la reconciliación con la Iglesia católica han sido fuertemente criticados por algunos elementos de la ortodoxia oriental, como el metropolitano de Kalavryta, Grecia, en noviembre de 2008.
En 2010, el patriarca Bartolomé I emitió una encíclica elogiando el diálogo en curso entre la Iglesia ortodoxa y otras iglesias cristianas y lamentando que los diálogos entre las dos iglesias estuvieran siendo criticados de "una manera inaceptablemente fanática" por algunos que afirman ser defensores de la ortodoxia a pesar de el hecho de que estos diálogos se llevan a cabo "con el acuerdo mutuo y la participación de todas las Iglesias ortodoxas locales". El patriarca advirtió que "tales oponentes se elevan por encima de los sínodos episcopales y corren el riesgo de crear cismas". Acusó además a algunos críticos de distorsionar la realidad para "engañar y despertar a los fieles" y de representar el diálogo teológico no como un esfuerzo pan-ortodoxo, sino solo como un esfuerzo del Patriarcado Ecuménico. Como ejemplo, señaló "
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