Materialismo cristiano
El materialismo cristiano es la combinación de la teología cristiana con las ideas del materialismo (ontológico), la creencia de que la materia es una sustancia fundamental del mundo y que los fenómenos mentales resultan de la materia.
Antecedentes históricos
A lo largo de la historia, el pensamiento cristiano ha luchado con las ideas de carne, mundo y espíritu, y su interacción en la salvación de cada persona. Como dijo el Cardenal Joseph Ratzinger (Papa Benedicto XVI) en Lo que significa ser cristiano (2006), “La teología cristiana… con el transcurso del tiempo convirtió el reino de Dios en un reino de los cielos que está más allá de esta vida mortal; el bienestar de los hombres se convirtió en una salvación de las almas, que vuelve a suceder más allá de esta vida, después de la muerte".
Esta tendencia de espiritualización, dijo Ratzinger, no es el mensaje de Jesucristo. "Porque lo sublime de este mensaje -afirmó- es precisamente que el Señor no hablaba sólo de otra vida, no sólo del alma de los hombres, sino que se dirigía al cuerpo, al hombre entero, en su forma encarnada, con su participación en la historia y en la sociedad; que prometió el reino de Dios al hombre que vive corporalmente con los demás hombres en esta historia".
El materialismo cristiano es una posición ampliamente discutida en la filosofía analítica contemporánea de la religión, defendida por figuras como Peter van Inwagen y Trenton Merricks.
Josemaría Escrivá y el Opus Dei
El uso más visible del término se encuentra en los escritos de Josemaría Escrivá, un santo católico español del siglo XX, quien decía que todas las realidades temporales tienen un poder santificador y los cristianos pueden encontrar a Dios en las cosas materiales más ordinarias. Como tal, está asociado con la prelatura católica romana del Opus Dei que fundó Escrivá. Es una organización que enseña que todos están llamados a la santidad y que la vida ordinaria, incluso la actividad más material, es un camino hacia la santidad.
Escrivá criticó a quienes “han intentado presentar el modo de vida cristiano como algo exclusivamente espiritual, propio de personas puras, extraordinarias, que se mantienen al margen de las cosas despreciables de este mundo, o a lo sumo las toleran como algo necesariamente ligado al espíritu, mientras vivamos en esta tierra. Cuando las cosas son así vistas, las iglesias se convierten en el escenario por excelencia de la vida cristiana. Y ser cristiano es ir a la iglesia, participar en las ceremonias sagradas, ocuparse de los asuntos eclesiásticos, en una tipo de mundo segregado, que se considera la antecámara del cielo, mientras que el mundo ordinario sigue su propio camino separado".
En cambio, afirmó el "alto valor del material". Según él, "el cristianismo auténtico, que profesa la resurrección de toda carne, siempre se ha opuesto con bastante lógica a la 'desencarnación', sin temor a ser juzgado como materialista. Por tanto, podemos hablar con razón de un materialismo cristiano, que se opone audazmente a la esos materialismos ciegos al espíritu". (Cursiva añadida; véase también [1])
En una alocución a un simposio teológico, La santidad y el mundo, que estudiaba las enseñanzas de Josemaría Escrivá, Juan Pablo II se refirió a una de sus homilías:No hay nada que esté fuera de la preocupación de Cristo. Hablando con rigor teológico... no se puede decir que haya cosas —buenas, nobles o incluso indiferentes— que sean exclusivamente profanas; porque la Palabra de Dios ha hecho su morada a los hijos de los hombres, tuvo hambre y sed, trabajó con sus manos, conoció la amistad y la obediencia, experimentó el dolor y la muerte.
En relación con esta cita, Juan Pablo II dijo que la Iglesia católica hoy es "consciente de servir a una redención que concierne a todos los aspectos de la existencia humana", una conciencia que fue "preparada por un desarrollo intelectual y espiritual gradual". También dijo que el mensaje de Escrivá, que ha contribuido en este sentido, brota "de una captación única de la fuerza radiante y universal de la gracia del Redentor". Más tarde llamó a Escrivá "uno de los grandes testigos del cristianismo".
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