Liberalismo democrático

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El liberalismo democrático o demócrata pretende llegar a una síntesis de democracia que es la participación del pueblo en el poder y el liberalismo, una filosofía política y/o social que defiende la libertad del individuo. Surgió después de la Primera Guerra Mundial (con la mayoría de las naciones importantes promulgando el sufragio universal) y su pregunta principal era cómo involucrar e interesar a la población en la política fuera de las elecciones.

Los demócratas liberales británicos describen su ideología como que otorga "poder al pueblo", ya que están en contra de la concentración de poder en organismos que no rinden cuentas. Proponen la descentralización del poder fuera de Westminster y la reforma electoral y parlamentaria para crear un sistema de estructuras gubernamentales escalonadas para tomar decisiones en lo que consideran el nivel correcto, incluidas las asambleas regionales, la Unión Europea y las organizaciones internacionales. Los demócratas liberales quieren proteger las libertades civiles y oponerse a la intervención estatal en asuntos personales. En su Liberalismo democrático: la política de la dignidad, Craig Duncan dice:

Una cuestión importante se refiere a si se debe tener una democracia directa (en la que los propios ciudadanos propongan y voten las leyes) o una democracia representativa (en la que los cargos electos desempeñen estas funciones). En gran medida, esta cuestión se resuelve por consideraciones pragmáticas (las democracias directas se adaptan mejor a las pequeñas ciudades-estado que a las grandes naciones-estado de hoy), pero un caso basado en la dignidad no es del todo silencioso aquí. No creo que las exigencias de la dignidad requieran una democracia directa, porque decir que los ciudadanos son seres competentes capaces de elegir responsablemente no es decir que todos son competentes para juzgar los diversos asuntos que requieren atención política, desde los impuestos hasta la defensa, pasando por la educación y la medio ambiente y así sucesivamente. Una democracia representativa en cambio, y más precisamente, supone que los ciudadanos son ante todo competentes para elegir líderes que sean competentes para juzgar estos asuntos. Sin embargo, esto no quiere decir que el ideal de la democracia directa no tenga relevancia. Dado que, de hecho, muchos ciudadanos privados tienen un conocimiento competente de una variedad de temas, especialmente aquellos que implican directamente sus intereses, una democracia representativa también debe crear un espacio significativo para la participación de los ciudadanos en sus prácticas deliberativas (a través de audiencias abiertas y otros foros públicos, por ejemplo).