Juan Vázquez de Mella

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Juan Vázquez de Mella y Fanjul (1861-1928) fue un político y teórico político español. Se le cuenta entre los más grandes pensadores tradicionalistas, a veces considerado el mejor autor del tradicionalismo español de todos los tiempos. Un político activo dentro del carlismo, se desempeñó como diputado a las Cortes durante mucho tiempo y uno de los líderes del partido. Defendió una estrategia política propia, conocida como mellismo, que condujo a la secesión y la formación de una agrupación separada.

Familia y juventud

Juan Antonio María Casto Francisco de Sales Vázquez de Mella y Fanjul era descendiente de una antigua, aunque no muy distinguida, familia gallega; su representante más conocido fue un cardenal de Zamora del siglo XV. Entre los antepasados ​​de Juan por línea paterna había mayoritariamente militares, emparentados con varios pueblos de Galicia; Su padre, Juan Antonio Vázquez de Mella y Varela (fallecido en 1874), nació en Boimorto. Este último, ascendiendo a teniente coronel, demostró ser una figura bastante inquieta y algunos lo describieron como exaltado.Hombre de claras convicciones liberales, por apoyar los golpes de Estado de Espartero fue destituido del cargo de administrador de aduanas en 1840 y encarcelado en 1843. Pronto restituido al anterior cargo en Lugo, en 1848 fue ascendido a intendente provincial en Oviedo, el mismo año destinado a Sevilla y posteriormente a Málaga. A finales de la década de 1850 trasladado a Covadonga, dimitió del ejército en 1860, una vez rechazada su solicitud para incorporarse a las tropas que combatían en Marruecos. Activo en el ámbito liberal local, supuestamente declaró la república en Cangas en 1873; su hijo luego negó que hubiera sido republicano.

Juan Antonio se casó con Teresa Fanjul Blanco (fallecida en 1893), natural de Amieva y descendiente de una familia localmente reconocida; su padre tenía un negocio de comercio y curtidos. La pareja se instaló en Cangas y tuvo un solo hijo. Después de la muerte de su esposo, la viuda fue primero asistida por su hermano, quien heredó las empresas familiares; por diferencias con su hermano se trasladó a vivir con sus primos a Galicia, donde Juan pasó su infancia. Parece que se identificó más con Galicia que con Asturias.Según los opositores, "nació en la opulencia"; más bien admitió "en las perspectivas de la opulencia", que no se materializó tras la muerte de su padre; según algunos, pasó la mayor parte de su vida al borde de la pobreza y, de hecho, murió en la pobreza.

En 1874 el joven Juan entró en el Seminario del Valdediós cerca de Villaviciosa; aunque no fue un excelente estudiante, solía obtener "diplomas de tercera clase" algunas veces. Demostró predilección por las letras, leyendo libros y periódicos en lugar de jugar con sus compañeros de clase. Habiendo obtenido el bachillerato en 1877, ingresó a la Universidad de Santiago; prefirió estudiar Filosofía y Letras, pero como esa carrera no existía en Santiago en ese momento, se conformó con derecho, materia que abordó con disgusto. Como resultado, no hizo un estudiante sistemático, registrado más bien por perseguir su propio interés y pasar más tiempo en las bibliotecas que en las salas de conferencias. El año de su graduación no está claro;ninguna de las fuentes consultadas aclara cómo se ganaba la vida a principios de la década de 1880, cuando vivía con su madre en Santiago. Con tendencia a la soledad desde la más tierna infancia, nunca se ha casado ni tenido hijos, aunque en un momento se suponía que se casaría con una pamplonesa, María Baleztena Ascárate.

Columnista provincial a redactor jefe de Madrid (antes de 1890)

Juan quedó huérfano de su padre, militantemente liberal, al entrar en la adolescencia; a pesar de los antecedentes carlistas entre sus tíos paternos, tampoco hay indicios de que haya heredado la perspectiva tradicionalista a lo largo de la línea familiar. Los estudiosos tienden más bien a sospechar que el joven Vázquez de Mella la abrazó durante el período académico. Durante algún tiempo fue secretario del profesor José Fernández Sánchez, conocido de Marcelino Menéndez y Pelayo; de Mella tuvo acceso a su extensa correspondencia y fue expuesto a la doctrina.Dejó la universidad ya como tradicionalista; a diferencia de la mayoría de los carlistas, abrazó el concepto no por herencia o intuición, sino como resultado de la especulación intelectual. A principios de la década de 1880 se destacó por primera vez en el ámbito público como orador en el Ateneo compostelano y en la Academia Católica de Santiago.

En un momento no especificado, aunque probablemente a mediados de la década de 1880, De Mella comenzó a cooperar con algunas publicaciones periódicas conservadoras; los dos identificados son La Restauración, semanario madrileño dirigido por Francisco de Paula Quereda, y el diario santiaguero El Pensamiento Galaico. Poco se sabe de sus aportaciones, ya que de ambas casi no se conservan copias en los archivos. Al menos sus piezas de Pensamiento debieron repercutir más allá de Galicia, como se notó en Madrid; esto se refiere en particular a una serie de artículos vehementemente antinocedales, publicados a raíz de la ruptura integrista del carlismo a fines de la década de 1880. Mientras los nocedalistas disidentes controlaban El Siglo Futuro,anteriormente portavoz del partido nacional, el pretendiente Carlos VII decidió montar un nuevo periódico semioficial carlista; el diario se materializó en 1888 como El Correo Español, desesperadamente escaso de buenos colaboradores. Según algunos estudiosos, fue el líder político carlista, Marqués de Cerralbo, quien invitó a De Mella a contribuir; según los demás, era más bien el gerente de Correo, Luis Llauder.

Con el cambio de décadas de Mella comenzó a colaborar con Correo como corresponsal; mientras tanto, llegó a ser gerente de El Pensamiento Galaico, cargo que ocupó hasta 1890. Inicialmente siguió publicando bajo varios seudónimos, la mayoría de sus ensayos habían sido doctrinales, con algún enfoque también en la sociedad y los establecimientos regionales. En algún momento de Mella fue invitado a trasladarse a Madrid y entrar en el consejo editorial, oferta que aceptó. Cuando Correo consiguió la estabilidad y salió de su etapa de dentición, Llauder decidió volver a Barcelona; su cargo de director lo asumió el ex redactor jefé, Leandro Herrero, quien a su vez le ofreció el puesto a De Mella.Ya sea en 1890 o en 1891, de Mella se convirtió en editor en jefe, formalmente subordinado de Herrero, pero políticamente instruido para seguir la guía de Cerralbo. Los eruditos no están seguros de quién siguió a quién; señalan que ya en ese momento Cerralbo estaba visiblemente impresionado por de Mella y tendía a aceptar su autoridad de teórico.

Ascenso a la prominencia política (1890-1900)

La asunción de De Mella del papel de editor en jefe generó controversia. Se informó que se acercaba a sus deberes de manera bastante vaga, trabajaba pocas horas, se ausentaba de la oficina durante 2 o 3 días y perseguía sus propios intereses. Alarmado por Herrero, a principios de la década de 1890, el secretario del demandante, Melgar, exigió repetidamente a Venecia que Cerralbo llevara a su protegido a la disciplina, llamadas que produjeron poco efecto. De Mella siguió aportando piezas de gran calidad y con una amplia orientación, pero el diario quedó mayoritariamente en manos de Herrero y el director administrativo, Puiggrós. Esto continuaría hasta fines de la década de 1890, también el propio de Mella se desilusionó cada vez más con el trabajo editorial.

De Mella debía su posición no sólo a su pluma, sino también a la cooperación con Cerralbo. A principios de la década de 1890, el marqués lanzó un plan innovador para recorrer el país y movilizar apoyo mediante reuniones públicas y reuniones cercanas; de Mella solía acompañarlo, reconociendo los viajes y las direcciones de Cerralbo en folletos. A veces tomó la palabra él mismo, debido a que las habilidades oratorias ganaban cada vez más atención. Durante las elecciones a las Cortes de 1891 fue incluido en la lista carlista de Valls; un típico candidato cuco, perdió. Renovó su candidatura desde la navarra Estella, otra circunscripción con la que no tenía relación personal. Tras campaña enormemente conflictiva contra el candidato gubernamentalesta vez ganó De Mella, iniciando una serie de victorias carlistas en Estella que se prolongaría casi ininterrumpidamente hasta el final de la Restauración.

Miembro de la ínfima minoría carlista, en las Cortes de Mella ejerció escasa influencia sobre la labor legislativa. Sin embargo, pronto llamó la atención como individuo, enfrentándose a los políticos más respetados y sus estimulantes discursos ejerciendo un efecto hipnótico. Cada vez más respetado, especialmente entre los conservadores, a mediados de la década de 1890 se le ofreció el Ministerio de Educación, cargo que rechazó. Reelegido en Estella en 1896 y 1898, ya era una estrella carlista y parlamentaria; también se recibieron frenéticamente discursos en reuniones públicas. El reclamante estaba encantado; en 1897 de Mella fue invitado a visitarlo en Venecia, cuando contribuyó en gran medida al documento programático conocido como Acta de Loredan.

Actuando por orden de Carlos VII, de Mella dimitió de las Cortes en 1898 y no participó en las elecciones de 1899. En ese momento los carlistas estaban dando un golpe de Estado que supuestamente iba a derrocar al régimen de la Restauración; de Mella contribuyó con propaganda sabia, engendrando notas de prensa y discursos públicos ambiguos. Después de otra visita a Venecia en 1899, ingresó en una junta carlista encargada de los preparativos para la guerra. A medida que el reclamante desarrolló dudas, en 1900 De Mella pareció ponerse del lado de los que estaban decididos a levantarse incluso en caso de que no se diera una orden, aunque no hay evidencia de que él realmente instigó el levantamiento, que se redujo a una serie de revueltas menores de octubre de 1900 conocidas como La Octubrada. Posteriormente, la policía allanó su casa de Madrid,lo que parecía un inconveniente menor comparado con la ira del reclamante. Sospechando de traición a toda la dirección del partido, ordenó a De Mella que saliera de Correo.

Caída en desgracia y camino de regreso al poder (1900-1912)

De Mella decidió cumplir la orden de su rey. No está claro si hubo medidas administrativas oficiales dirigidas contra él; posiblemente temiendo nuevas represalias gubernamentales, a finales de 1900 vía Francia partió hacia Portugal y se instaló en Lisboa. Pasó allí unos 3 años de forma intermitente, en ocasiones visitando España y colaborando en varios periódicos españoles. No reconciliado con el pretendiente, en 1901 llegó incluso a ser sospechoso de conspirar con Cerralbo y Solferino; el plan comprendía la abdicación forzosa de Carlos VII en favor de su hijo, don Jaime. En 1903 obtuvo el indulto real y se le permitió renovar su candidatura a las Cortes. Tras la muerte del diputado carlista Aoiz Miguel Irigaray, de Mella tomó posesión de su escaño en 1904.En la campaña de 1905 se presentó y ganó en Pamplona, ​​circunscripción a la que representaría ininterrumpidamente durante 13 años, aunque esporádicamente también se presentó en su Asturias natal.

La posición de De Mella dentro del carlismo aún era precaria. Como figura reconocida a nivel nacional -en 1906 recibió la invitación a la Academia- era un activo que el partido no podía permitirse ignorar, aunque el reclamante seguía sospechando y el nuevo líder del partido, Matías Barrio y Mier, estaba decidido a imponer total lealtad.. De Mella desarrolló una aversión particular hacia él, y en privado le ahorró pequeños insultos a su jefe. Aparte de la enemistad personal, los dos chocaron en términos de estrategia política, ya que De Mella demostró por primera vez lo que luego se convertiría en una marca registrada del mellismo: una inclinación por las coaliciones maximalistas de extrema derecha. Tras la muerte de Barrio a principios de 1909, De Mella hizo campaña para que Cerralbo fuera restaurado como líder y se enfureció al ver que se nombraba a Bartolomé Feliú en su lugar;algunos se consideraban también un posible candidato.

Tras la muerte en 1909 de Carlos VII, su hijo como nuevo rey carlista, se vio presionado para destituir a Feliú; optó por un compromiso, confirmando el nombramiento pero nombrando a de Mella su propio secretario personal. Fue llamado a Frohsdorf para preparar algo así como una nueva Acta de Loredan, pero las relaciones no fueron fáciles, los dos desarrollaron sospechas entre sí. Después de un viaje conjunto a Roma en mayo de 1910, de Mella fue reemplazado por Artero Samaniego, desilusionado -más bien mutuamente- con su nuevo monarca. Durante los siguientes 2 años el grupo, ya denominado Mellistas, saboteó al Jefe Delegado, en 1910 promoviendo abiertamente coaliciones ultraconservadoras no dinásticas.contra los acuerdos aprobados por Feliú estrictamente condicionados por pretensiones dinásticas. Calificando constantemente a Feliú de líder incompetente, en 1912 Mella decidió lanzar una embestida a gran escala; acusó al jefe delegado de poseer ilegítimamente la jefatura y exigió su deposición, amenazando en privado al reclamante con rechazar su gobierno por estar privado de "legitimidad de ejecución". Don Jaime cedió ya fines de 1912 volvió a nombrar a de Cerralbo como presidente de la Junta Superior.

En control (1912-1918)

Algunos académicos afirman que con el envejecimiento de De Cerralbo, cansado del conflicto y cada vez más desorientado políticamente, fue más bien De Mella quien asumió el mando del partido desde el asiento trasero. El contingente parlamentario carlista estuvo dominado por su personalidad; en el órgano superior del partido de 30 miembros, la Junta Superior, alrededor de un tercio se inclinaba por el mellismo. Así como de Cerralbo reorganizó el ejecutivo nacional en 10 secciones, Mella acaparaba las de propaganda y prensa mientras sus seguidores dominaban en las electorales y administrativas. Solo El Correo Español siguió siendo un campo de batalla con los partidarios de Don Jaime, pero fue tomado cada vez más por los mellistas.De Mella ya estaba planeando una revisión general del partido, esperando solo que los líderes a la antigua se extinguieran. En ese momento probablemente esperaba que Don Jaime pudiera ser empujado a un papel decorativo, reducido a "un rey a su imagen y semejanza".

El estallido de la Gran Guerra jugó a favor de de Mella: Don Jaime quedó casi inaccesible en su arresto domiciliario en Austria. Los mellistas tomaron el control casi total de la estrategia electoral; las campañas de las Cortes carlistas de 1914, 1916 y 1918 estuvieron visiblemente marcadas por la visión de de Mella. Apuntaba a una alianza no dinástica de ultraderecha, lo que llevó al surgimiento de un partido de ultraderecha maximalista, quizás una nueva encarnación del tradicionalismo, que a su vez acabaría con la democracia liberal y aseguraría el paso al sistema corporativo tradicionalista. La estrategia produjo la cooperación con una rama de los conservadores llamada Mauristas,con otra rama llamada Ciervistas, con los integristas y con otros grupúsculos, pero también demostró sus limitaciones. Las alianzas apenas sobrevivieron a las campañas electorales y no mejoraron la posición carlista en el parlamento; en regiones con una fuerte identidad local, los militantes del partido se quejaron de que el fuerismo podría sufrir en una hipotética alianza de ultraderecha.

Tras el estallido de la Gran Guerra, las simpatías pro-alemanas de De Mella, muy compartidas por las bases del partido, se convirtieron en una campaña en toda regla. Combinado con su gallofobia personal y el tradicional sentimiento carlista antibritánico, produjo numerosos folletos y conferencias; técnicamente apoyaban la neutralidad española, pero en la práctica favorecían a las Potencias Centrales. El demandante se mantuvo ambiguoy fueron más bien algunos carlistas de su entorno, especialmente Melgar, quienes se opusieron abiertamente a De Mella con su campaña pro-Entente. Hoy en día existen diferentes opiniones en cuanto al papel de las alianzas de la Primera Guerra Mundial en la visión del general de Mella. Según algunos, la pregunta era central y el mellismo es simplemente una postura pro-alemana. La mayoría sugiere que surgió de premisas ideológicas, cita pasajes que alaban el régimen alemán antiliberal y critican los sistemas parlamentarios británicos y franceses masónicos, democráticos y parlamentarios. Algunos relacionan la germanofilia con la versión mellista del regeneracionismo en la política internacional. Hay comentarios que sugieren que se esperaba que la victoria de los Poderes Centrales facilitara la toma del escenario político español por parte de la extrema derecha.mientras que pocos estudiantes sugieren que el tema de la guerra no tenía ninguna relevancia.

Ruptura (1919)

En 1918, De Mella estaba perdiendo terreno: las alianzas electorales no conseguían grandes ganancias, el curso de la Gran Guerra hacía inútil la actitud pro-alemana y socavaba la posición de sus defensores, algunas jefaturas regionales seguían expresando su disidencia y De Cerralbo, cada vez más cansado de su propio doble -lealtad, consiguió finalmente que se aceptara su dimisión, sustituido temporalmente por otro mellista, Cesáreo Sanz Escartín. Por otra parte, durante las elecciones de 1918 supuso que se presentaría como de costumbre desde Pamplona, ​​por motivos que no están del todo claros de Mella se retiró. A principios de 1919 el demandante fue liberado de su arresto domiciliario en Austria, llegó a París y después de 2 años de silencio casi total salió con 2 manifiestos en circunstancias algo confusas publicados a principios de febrero enCorreo Español, denunciaron explícitamente la desobediencia de líderes carlistas anónimos que no mantuvieron una política neutral e indicaron que se reorganizarían las estructuras de mando del partido.

De Mella y sus partidarios llegaron a la conclusión de que la estrategia empleada anteriormente en la lucha por la dominación en el partido -arrinconar al demandante en privado para obtener su conformidad- ya no funcionaría y que era inminente una confrontación total final.Montó una contraofensiva mediática, haciendo públicas las acusaciones difundidas confidencialmente en 1912 y presentando a Don Jaime como un gobernante que había perdido su legitimidad: durante años permaneció pasivo e inactivo, siguió una hipócrita política de declararse neutral pero en realidad apoyando a la Entente, se apartó de la ortodoxia católica, desconoció los tradicionales cuerpos colegiados carlistas y se embarcó en la política cesarista, jugó con el partido y -clara alusión a su falta de descendencia- se comportó de manera irresponsable; en definitiva, sus últimos movimientos no fueron más que una "Jaimada", un golpe de Estado dentro y contra el Tradicionalismo. Ninguna de las partes en conflicto se refirió a la cuestión de la estrategia política como punto de discusión.

Aunque inicialmente podría haber parecido que las fuerzas de ambos lados eran comparables, Don Jaime pronto inclinó la balanza a su favor. Sus hombres recuperaron el control de El Correo Español y reemplazó a San Escartín por antiguos políticos germanófilos que parecían mellistas pero se volvieron leales a la casa real, primero Pascual Comín y luego Luis Hernando de Larramendi. Cuando la prensa alfonsista y liberal vitoreó la desaparición anticipada del carlismo plagado de conflictos, muchos miembros del partido que antes demostraban su inquietud por Don Jaime comenzaron a tener dudas.Vázquez de Mella, consciente de su fuerte posición entre los diputados y los jefes locales, respondió con un llamado a organizar una gran asamblea, con la esperanza de que los pesos pesados ​​del partido lo ayudaran a recuperar el control. Algunos estudiosos afirman que en ese momento ya reconoció que la lucha por controlar las estructuras jaimistas no tenía sentido; interpretan su apelación como una decisión de salir y construir un nuevo partido. El enfrentamiento no duró más de dos semanas. A finales de febrero de 1919 de Mella optó abiertamente por una organización propia, fijando el Centro de Acción Tradicionalista como sede temporal en Madrid.

Fracaso político y jubilación (después de 1919)

Aunque de Mella perdió la batalla para controlar el carlismo, la mayoría de sus líderes locales, diputados y figuras distinguidas lo siguieron en el camino rebelde; fue solo entre la base que Mellistas obtuvo poco apoyo, el grupo se asemejaba a un ejército de generales con bastante pocos soldados. Antes de las elecciones de 1919, de Mella creó el Centro Católico Tradicionalista, destinado a ser un trampolín hacia una alianza de ultraderecha; la campaña produjo solo 4 mandatos y el propio de Mella no logró obtener un boleto. Cuando se le ofreció un puesto ministerial en un nuevo gobierno de unidad nacional, lo rechazó, alegando que nunca podría alinearse con la constitución de 1876 y su sistema.Las elecciones de 1920 resultaron aún peores, con Mellistas ganando solo 2 boletos; de Mella, que volvió a perder, pronto lanzó su candidatura para un escaño en el Tribunal Supremo, pero no logró reunir el apoyo suficiente entre los partidos conservadores y sufrió una prestigiosa derrota.

Para 1921, estaba claro que de Mella estaba luchando por organizar su propio partido. Su disgusto por el esfuerzo y el compromiso sistemáticos, demostrado ya durante los años académicos, la gestión de Correo, la incapacidad para producir una obra escrita importante, la dirección de ingreso a la Academia nunca completada y el estilo de vida solitario, nuevamente pasó factura. Se estaba retirando a períodos de inactividad y ya reflexionaba sobre su papel de experto, brindando orientación desde el asiento trasero. Mientras tanto, más y más de sus seguidores desertaban a otras formaciones de derecha.Cuando se materializó una gran asamblea mellista en octubre de 1922 en Zaragoza, estaba controlada por los partidarios de Víctor Pradera, quienes en lugar de una coalición maximalista de ultraderecha defendían una amplia alianza conservadora basada en el mínimo común denominador. Anticipándose a la derrota, de Mella no asistió; en cambio, envió una carta. Una vez más, reafirmando sus puntos de vista antisistema, confirmó la monarquía tradicionalista como objetivo final y se declaró comprometido a trabajar por ella como teórico e ideólogo, aunque ya no como político.

De Mella no participó en los trabajos del recién creado Partido Católico Tradicionalista, tanto más cuanto que en 1923 el golpe de Primo de Rivera paralizó la vida política nacional al prohibir todos los partidos políticos. En un principio pudo haberse inclinado por apoyar a la dictadura, ya que la prensa informó de su labor para montar una nueva formación política y en 1924 fue recibido por el propio Primo. Cualesquiera que fueran sus puntos de vista, a principios de 1925 ya tenía pocas dudas sobre la dictadura; lo consideró una versión de bolsillo de una gran reorganización política que necesitaba el país y en enero de 1925 lo ridiculizó como un "golpe de escoba", aunque supuestamente también confirmó que el directorio implementó algunas ideas tradicionalistas.Su última aparición pública cayó a principios de 1924; diabético, sufrió más problemas de salud y en el verano de 1924 le amputaron la pierna. Siguió siendo una figura pública y hasta principios de 1925 la prensa informó sistemáticamente sobre sus condiciones de salud. Murió poco después de haber completado un estudio filosófico sobre la Eucaristía, su muerte ampliamente discutida por los periódicos españoles.

Pensamiento

Los escritos de De Mella se clasifican típicamente como teoría política. Se le considera deudor sobre todo de Balmes y Dónoso, aunque también de Aparisi y otros neocatólicos, Tomás de Aquino, Suárez y León XIII. Algunos estudiosos sostienen que de Mella estuvo muy influenciado por Gil Robles. No estaba familiarizado con las obras de los pensadores tradicionalistas extranjeros más notables. En términos de perfil doctrinal, de Mella es considerado casi unánimemente tradicionalista; además, su visión a menudo se presenta como una de las encarnaciones más clásicas, si no la encarnación más clásica, de la doctrina.Como tal, presenta un estado vagamente organizado y bastante aislado, concebido como una superestructura liviana colocada sobre diferentes tipos de comunidades funcionales, geográficas o profesionales en gran parte autónomas y superpuestas. La soberanía política reside en un monarca dotado de poderes fuertes pero muy limitados; tal entidad está unida por la ortodoxia común, definida por la fe católica y la tradición española. La naturaleza exacta de estos componentes se elaboró ​​hasta el más mínimo detalle.

Los elementos clave del pensamiento de de Mella se definen como sociedad, religión, familia, regionalismo, tradición y monarquía. Sin embargo, el núcleo mismo del concepto de de Mella, considerado también su contribución más original al pensamiento tradicionalista, era su idea de sociedad. Aunque muchos pensadores anteriores a él dedicaron considerable atención al problema y subrayaron que no se trataba de un cuerpo contractual sino del desarrollo natural, la mayoría de los estudiosos coinciden en que fue De Mella quien introdujo la teoría de la soberanía social. A diferencia de la soberanía política ejercida exclusivamente por el monarca, atribuye a las comunidades el derecho a gobernarse a sí mismassin interferencia de parte de agentes externos, ya sea el rey u otras comunidades; la soberanía social se encarna en las Cortes. Otros estudiosos sostienen que el concepto fue acuñado por otros, pero de Mella lo elevó a la forma que denominó sociedalismo, que representa la superioridad de tal sociedad sobre el estado. Los conceptos de de Mella y Gil llevaron a una gran transformación del Tradicionalismo; en la fase anterior centrada en la monarquía, en la siguiente, hasta finales del siglo XX, se centró en la sociedad.

Hay estudiosos que enfatizan el regionalismo mellista, en el que el Estado se organiza sobre una base federativa y las regiones son una especie de órganos intermediarios y emanaciones locales de una nación. Otros, sin embargo, tienden a invertir el orden y se centran en la nación. Todos están de acuerdo en que la nación se trata principalmente de tradición y que ni una nación ni un estado poseían soberanía propia. Otros conceptos centrales que se enfatizan son la familia, elemento clave del tejido social, la unidad católica, el bloque básico de construcción de la nación española, la tradición, un concepto general, el trabajo y la monarquía, definida como tradicional, hereditaria, federativa y representativa.Aunque carlista la mayor parte de su vida, de Mella no enfatizó el ingrediente legitimista; defendió la doctrina de la doble legitimidad, pero como individuo que abrazó el carlismo por especulación intelectual y no por herencia o intuición, no tuvo ningún problema en abandonar por completo el hilo legitimista más adelante.

Orador y escritor

La mayoría de sus contemporáneos quedaron impresionados no por los escritos de de Mella, su pensamiento o estilo de liderazgo, sino por sus habilidades oratorias. Esto se aplica tanto a los hombres jóvenes como a los estadistas experimentados; Suele citarse que al escuchar en las Cortes a un entonces desconocido de Mella, Antonio Cánovas murmuró asombrado: "¿Quién es ese monstruo?" De Mella ejerció un efecto hipnótico tanto en grandes reuniones públicas como en audiencias limitadas; no es raro encontrar relatos de oyentes llevados por sus discursos al borde del frenesí y la histeria.Esto fue así a pesar de que de Mella no estaba dotado de una postura impresionante: de mediana estatura, con tendencia al sobrepeso y sin una voz fascinante, solía transformarse cuando tomaba la palabra. Está registrado que cada uno de sus discursos fue un gran espectáculo: el lenguaje corporal del movimiento de los ojos, el movimiento de la cabeza, los gestos y los pasos combinados con el dominio maestro de la comunicación verbal le otorgaron "una majestuosidad de león". Algunos estudiosos consideran a de Mella uno de los más grandes oradores del parlamentarismo español. Sin embargo, sus arengas no fueron solo espectáculos; muchas de las direcciones de de Mella se imprimieron como folletos. No está claro si en general estaba improvisando o más bien venía con al menos un boceto del texto preparado previamente; ya que una gran cantidad de sus direcciones fueron reconstruidas sobre la base de sus documentos privados,parece que este último fue el caso. La mayoría de las direcciones publicadas tienen entre 500 y 800 palabras, lo que representaría menos de 10 minutos de discurso. Algunos tienen hasta 1.600 palabras y requieren la atención de un oyente durante poco menos de media hora. Hay académicos que hacen referencias veladas a Hitler y Mussolini, afirmando que de Mella representaba un nuevo tipo de orador público carismático en comparación con los líderes del siglo XIX al viejo estilo.

Durante su vida, de Mella publicó principalmente piezas breves en varias publicaciones periódicas; además de colaboraciones firmadas con seudónimo, sobre todo en la década de 1880, fueron en su mayoría editoriales y ensayos para El Correo Español y El Pensamiento Español, aunque no sólo. Otra categoría son los folletos que contienen sus direcciones; probablemente no más de diez de ellos fueron impresos. Hacia el final de su vida, las arengas pronunciadas en el parlamento se publicaron en 2 volúmenes, titulados Discursos Parlamentarios. Finalmente, poco antes de la muerte de Mella logró completar y publicar Filosofía de la Eucaristía, el único libro importante publicado en su vida y parcialmente también una compilación de escritos anteriores.Una gran cantidad de piezas (colaboraciones de prensa, folletos, direcciones y documentos privados) se publicaron póstumamente en la serie Obras Completas de 31 volúmenes de la década de 1930. En conjunto, ascienden a una obra masiva; sin embargo, está hecho de escritos pequeños, o en el mejor de los casos, de tamaño mediano, muchos de ellos circunstanciales. Como no existe un tratado profundo, extenso y sistemático entre ellos, varios editores intentaron una especie de síntesis seleccionando las piezas que consideraron más representativas y combinándolas en secciones orientadas por temas; así es como se suele absorber el pensamiento de de Mella.

Recepción y legado

Desde principios de 1900, de Mella disfrutó de una posición popular en todo el país entre los conservadores, se convirtió en una figura icónica entre los tradicionalistas españoles, ignorado por los extranjeros. Entre republicanos y liberales fue ridiculizado como un apóstol de las ideas medievales obsoletas. Cuando ya jubilado apareció en la prensa como punto de referencia, muchas reseñas publicaban enormes fotos a toda página tras la noticia de su muerte. Ex mellistas aseguró que poco después se colocó una placa conmemorativa en Madrid. A principios de la década de 1930, los discípulos más fieles editaron una serie monumental de las obras de De Mella. Para los progresistas ya era una voz ridículamente prehistórica de "ultratumba".

En 1946 una plaza de Madrid pasó a llamarse Plaza Vázquez de Mella, acogiendo también su modesto monumento. En la década de 1940 existía una Academia carlista Vázquez de Mella informal, pero de Mella disfrutó de un renacimiento a mediados de la década de 1950; una nueva generación de pensadores tradicionalistas, en su mayoría Elías de Tejada y Gambra, hicieron de su pensamiento un punto de partida para sus propias obras y lo elevaron al estatus de un gran tradicionalista de todos los tiempos. En la década de 1960, la memoria de de Mella se convirtió en objeto de competencia entre dos grupos cada vez más hostiles dentro del carlismo, los tradicionalistas y los progresistas. Estos últimos, haciéndose pasar por renovadores del carlismo, intentaron convertirlo en un partido de izquierda y redefinieron a De Mella como un escritor presocialista.Los principales trabajos académicos y no partidistas sobre de Mella comenzaron a aparecer en la década de 1980; además de estudios menores, se han publicado 5 en España, el último finalizado en 2016.

Actualmente entre los científicos del pensamiento político español se suele considerar a Vázquez de Mella como uno de los más eminentes teóricos del Tradicionalismo de todos los tiempos; algunos tienden a darle precedencia sobre la mayoría de los demás, mientras que otros tienden a verlo como un seguidor. Sus credenciales carlistas se admiten con cierta vacilación. A nivel internacional no obtuvo reconocimiento; la mayoría de las entradas enciclopédicas sobre el tradicionalismo no mencionan su nombre, aunque en estudios especializados que van desde América hasta Europa del Este ocupa un lugar destacado. En la historiografía quizás la cuestión más controvertida sea el impacto de de Mella en el franquismo. Además, algunos estudiosos señalan que de Mella alimentó el antisemitismo y lo cuentan entre los "teóricos del exterminio".

En el discurso popular español está moderadamente presente De Mella, habitualmente referido como un teórico político, a veces denunciado como corresponsable de un pasado reaccionario, antidemocrático y vergonzoso. En 1994 hubo llamamientos para restaurar la placa en su honor, montada en 1928 y desde entonces destruida con la casa de Paseo del Prado 14 en la que vivía. En 2016 se cambió el nombre de Plaza Vázquez de Mella en honor al activista por los derechos homosexuales y concejal del PSOE Pedro Zerolo; en el debate que lo acompañó, se utilizaron los insultos de "fascistas", "franquistas" y "homófobos" para describir a de Mella y sus seguidores. Los iniciadores de la moción afirmaron que recolectaron 84,000 firmas electrónicas en apoyo. Varias ciudades de España aún mantienen nombres de calles en honor a de Mella.

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