Gorgias (Platón)

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Gorgias (griego: Горгиас [ɡorɡíaːs]) es un diálogo socrático escrito por Platón alrededor del 380 a. El diálogo describe una conversación entre Sócrates y un pequeño grupo de sofistas (y otros invitados) en una cena. Sócrates debate con el sofista buscando la verdadera definición de retórica, tratando de señalar la esencia de la retórica y develar los defectos de la oratoria sofística popular en Atenas en ese momento. El arte de la persuasión se consideraba ampliamente necesario para obtener ventajas políticas y legales en la Atenas clásica, y los retóricos se promocionaban a sí mismos como maestros de esta habilidad fundamental. Algunos, como Gorgias, eran extranjeros atraídos por Atenas debido a su reputación de sofisticación intelectual y cultural. Sócrates sugiere que es uno de los pocos atenienses que practica la verdadera política (521d).

Los caracteres

Temas principales

Definición de retórica.

Sócrates interroga a Gorgias para determinar la verdadera definición de retórica, enmarcando su argumento en el formato de pregunta, "¿Qué es X?" (2). Él pregunta: "... ¿por qué no nos dice usted mismo cuál es el oficio en el que es experto y, por lo tanto, cómo se supone que debemos llamarlo?" (449e).

A lo largo del resto del diálogo, Sócrates debate sobre la naturaleza de la retórica. Aunque la retórica tiene el potencial de usarse con justicia, Sócrates cree que, en la práctica, la retórica es adulación; el retórico hace que la audiencia se sienta valiosa porque puede identificarse con el argumento del retórico.

La cuestión de la techné: arte versus destreza

Sócrates y Polo debaten si la retórica puede considerarse un arte. Polo afirma que la retórica es de hecho un oficio, pero Sócrates responde: "Para decirte la verdad, Polo, no creo que sea un oficio en absoluto" (462b). El diálogo continúa:

"POLUS: ¿Entonces crees que la oratoria es un don?

SÓCRATES: Sí, lo hago, a menos que digas que es otra cosa.

"POLUS: ¿Un don para qué?

"SÓCRATES: Para producir cierta gratificación y placer". (462c)

Sócrates sigue argumentando que la retórica no es un arte, sino simplemente una habilidad que "adivina lo que es agradable sin tener en cuenta lo que es mejor. Y digo que no es un arte, sino una habilidad, porque no tiene en cuenta el naturaleza de las cosas que aplica por las que las aplica, de modo que no puede enunciar la causa de cada cosa" (465a).

La moralidad de la retórica

Sócrates discute la moralidad de la retórica con Gorgias y le pregunta si la retórica es justa. Sócrates capta la incongruencia en las afirmaciones de Gorgias: "bueno, en el momento en que dijiste eso, entendí que la oratoria nunca sería una cosa injusta, ya que siempre hace sus discursos sobre la justicia. Pero cuando un poco después decías que el orador también podía usar la oratoria injustamente, me sorprendió y pensé que sus declaraciones no eran consistentes" (461a). A este argumento, Gorgias "... se queda deseando poder responder, sabiendo que no puede, y sintiéndose frustrado y competitivo. El efecto de la 'prueba' no es persuadirlo, sino desorientarlo".

Sócrates cree que la retórica por sí sola no es un esfuerzo moral. Gorgias es criticado porque "le enseñaría a cualquiera que viniera a él con ganas de aprender oratoria pero sin experiencia en lo que es solo..." (482d). Sócrates cree que las personas necesitan que la filosofía les enseñe lo que es correcto, y que la oratoria no puede ser justa sin la filosofía.

Verdad

Sócrates afirma continuamente que sus métodos de cuestionamiento tienen como objetivo descubrir la verdad. Sarcásticamente felicita a Calicles por su franqueza porque ayuda a exponer la verdad sobre la oratoria: "Sé muy bien que si estás de acuerdo con lo que cree mi alma, entonces esa es la verdad. Me doy cuenta de que la persona que intenta poner un alma a un prueba adecuada para ver si vive rectamente o no debe tener tres cualidades, todas las cuales tienes: conocimiento, buena voluntad y franqueza". (487a). La verdad se puede encontrar a través de la deliberación con los demás, transmitiendo unos a otros el conocimiento en el alma de uno para llegar a una conclusión sobre las creencias de los demás.

Al mismo tiempo, la verdad no se basa en creencias comúnmente aceptadas. Sócrates esboza un problema sobre la verdad cuando está desalineada de la opinión pública: “tú no me obligas, sino que presentas muchos testigos falsos en mi contra y tratas de desterrarme de mi propiedad, la verdad. Por mi parte, si no Si no te presento como único testigo para estar de acuerdo con lo que estoy diciendo, entonces supongo que no he logrado nada digno de mención con respecto a las cosas que hemos estado discutiendo" (472c).

Resumen

Introducción (447a–449c)

El diálogo comienza justo después de que Gorgias haya dado un discurso. Calicles dice que Gorgias es un huésped en su casa y ha accedido a una audiencia privada con Sócrates y su amigo Chaerephon. Sócrates logra que Gorgias esté de acuerdo con su estilo de conversación de contrainterrogatorio. Gorgias identifica su oficio como retórica y afirma que debería llamarse retórico. Cuando Sócrates le hace preguntas, lo alaba por la brevedad de sus respuestas. Gorgias comenta que nadie le ha hecho una nueva pregunta en mucho tiempo, y cuando Sócrates le pregunta, le asegura que es tan capaz de brevedad como de prolijidad (449c).

Comparación del combate físico e intelectual (449d–458c)

Gorgias admite bajo el contrainterrogatorio de Sócrates que, si bien los retóricos otorgan a las personas el poder de las palabras, no son instructores de moralidad. Gorgias no niega que sus alumnos puedan usar sus habilidades con fines inmorales (como persuadir a la asamblea para que tome una decisión imprudente o dejar en libertad a un culpable), pero dice que el maestro no puede ser considerado responsable de esto. Él hace un argumento por analogía: Gorgias dice que si un hombre que fue a la escuela de lucha se dedica a golpear a sus padres o amigos, no enviarías a su instructor al exilio (456d-457c). Dice que así como el entrenador enseña su oficio (techne) de buena fe, y espera que su estudiante use sabiamente sus poderes físicos, el retórico tiene la misma confianza en que sus estudiantes no abusarán de su poder.

Sócrates dice que él es una de esas personas que en realidad está feliz de ser refutado si está equivocado. Dice que preferiría ser refutado que refutar a otro, porque es mejor librarse del mal uno mismo que librar del mal a otro. Gorgias, cuya profesión es la persuasión, acepta fácilmente que él también es este tipo de hombre, que preferiría ser refutado que refutar a otro. Gorgias solo tiene un recelo: teme que la compañía presente pueda tener algo mejor que hacer que escuchar a dos hombres que intentan superarse mutuamente en sus errores (458b-c). La empresa protesta y proclama que está ansiosa por presenciar esta nueva versión del combate intelectual.

El debate sobre la retórica (458d–466c)

Sócrates logra que Gorgias esté de acuerdo en que el retórico es en realidad más convincente frente a una audiencia ignorante que ante un experto, porque el dominio de las herramientas de persuasión le da al hombre más convicción que los meros hechos. Gorgias acepta esta crítica y afirma que es una ventaja de su profesión que un hombre pueda ser considerado por encima de los especialistas sin tener que aprender nada sustancial (459c). Sócrates llama a la retórica una forma de adulación o complacencia, y la compara con la repostería y el autoadornamiento (kommōtikōn). Dice que la retórica es a la política lo que la repostería a la medicina y la cosmética a la gimnasia. Todas estas actividades tienen como objetivo el adorno superficial, una personificación de lo que es realmente bueno (464c–465d).

Bruce McComiskey ha argumentado que Gorgias puede haber sido retratado de manera inusual por Platón, porque "... el Gorgias de Platón está de acuerdo con la oposición binaria conocimiento versus opinión" (82). Esto es inexacto porque, "para el sofista Gorgias, todo 'conocimiento' es opinión. No puede haber argumentos racionales o irracionales porque todas las creencias humanas y las situaciones comunicativas son relativas a un momento kairótico" (83).

El tirano lamentable (466d–481b)

Sócrates luego avanza que "los oradores y los tiranos tienen el menor poder de todos en nuestras ciudades" (466d). Agrupando a tiranos y retóricos en una sola categoría, Sócrates dice que ambos, cuando matan personas, las destierran o confiscan sus propiedades, piensan que están haciendo lo que más les conviene, pero en realidad son dignos de lástima. Sócrates sostiene que el malvado es infeliz, pero que el hombre más infeliz de todos es el malvado que no recibe justicia, reprensión ni castigo (472e). Polo, que ha intervenido en la conversación en este punto, se ríe de Sócrates. Sócrates le pregunta si cree que reír es una forma legítima de refutación (473e). Polo luego le pregunta a Sócrates si presentar puntos de vista que nadie aceptaría no es una refutación en sí misma. Sócrates responde que si Polo no ve cómo refutarlo,

Sócrates afirma que es mucho peor infligir el mal que ser víctima inocente del mismo (475e). Da el ejemplo de que los tiranos son las personas más miserables de la tierra. Agrega que la pobreza es a la condición financiera lo que la enfermedad es al cuerpo como la injusticia al alma (477b-c). Esta analogía se utiliza para definir los estados de corrupción en cada instancia. Ganar dinero, medicina y justicia son las curas respectivas (478a,b). Sócrates argumenta que las penas justas disciplinan a las personas, las hacen más justas y las curan de sus malos caminos (478d). El mal es el segundo entre los males, pero el mal y salirse con la suya es el primero y el mayor de los males (479d). De esto se deduce que si un hombre no quiere que le crezca un tumor incurable y enconado en su alma, debe apresurarse a acudir a un juez al darse cuenta de que ha hecho algo malo.

Sócrates sostiene que si tu enemigo ha hecho algo horrible, debes idear todos los medios para asegurarte de que no comparezca ante el sistema judicial. Polo y Calicles están asombrados por la posición de Sócrates y se preguntan si solo está bromeando (481b).

Calicles critica la filosofía (481c–505b)

Calicles observa que si Sócrates tiene razón, la gente tiene la vida patas arriba y en todas partes está haciendo lo contrario de lo que debería estar haciendo. Sócrates dice que está enamorado de Alcibíades y de la filosofía, y no puede impedir que sus amados digan lo que tienen en mente. Si bien las declaraciones de ciertas personas a menudo difieren de un momento a otro, Sócrates afirma que lo que dice la filosofía siempre permanece igual (482b).

Calicles acusa a Sócrates de comportarse como un demagogo. Argumenta que sufrir mal es peor que hacerlo, que no hay nada bueno en ser una víctima. Además argumenta (como lo hace Glaucón en la historia de Gyges en la República) que la mala conducta es vergonzosa solo por convención, y no es mala por naturaleza. Luego, reprende a Sócrates por perder el tiempo en filosofía frívola, diciendo que no hay nada de malo en que los jóvenes participen en bromas inútiles, pero que no es atractivo para los hombres mayores. Le dice a Sócrates que es una vergüenza y que si alguien lo apresa y lo lleva a prisión, no podrá defenderse, diciendo que Sócrates se tambalearía y se quedaría boquiabierto frente a un jurado, y terminaría siendo ejecutado. (486a, b). Sócrates no se ofende por esto y le dice a Calicles que su extraordinaria franqueza prueba que está bien dispuesto hacia él (487d).

Calicles luego vuelve a su defensa de la propia justicia de la naturaleza, donde los fuertes ejercen sus ventajas sobre los débiles. Afirma que el hombre natural tiene grandes apetitos y los medios para satisfacerlos, y que sólo un debilucho alaba la templanza y la justicia basándose en leyes artificiales no naturales. (483b, 492a–c).

Sócrates llama a Calicles una "piedra de toque deseada" (486) y responde que no sólo " nomos " (costumbre o ley), sino también la naturaleza afirma que hacer injusticia es más vergonzoso que sufrirla, que la igualdad es justicia (489a-b), y que un hombre como el ideal de Calicles es como una vasija agujereada, insaciable e infeliz (494a). Sócrates vuelve a su posición anterior, que un hombre indisciplinado es infeliz y debe ser refrenado y sometido a la justicia (505b).

Sócrates debate consigo mismo (505c–509b)

Calicles se exaspera por el estancamiento intelectual e invita a Sócrates a continuar solo, haciendo y respondiendo sus propias preguntas (505d). Sócrates solicita que su audiencia, incluido Calicles, escuche lo que dice y tenga la amabilidad de interrumpirlo si dice algo que suena falso. Si su oponente (quien hablará por sí mismo) hace un punto, acepta concederlo (506a-c). Sócrates continúa con un monólogo y reitera que no estaba bromeando sobre el mejor uso de la retórica, que es mejor usarla contra uno mismo. Un hombre que ha hecho algo malo es miserable, pero un hombre que se sale con la suya está aún peor (509b).

La filosofía es un trago amargo

Sócrates argumenta que apunta a lo mejor, no a lo agradable, y que solo él entiende la técnica de la política. Dice que ordena a la gente a tomar tragos amargos y los obliga a tener hambre y sed, mientras que la mayoría de los políticos halagan a la gente con dulces. También dice que "el cuerpo es nuestra tumba del alma" (493a) citando las palabras de Eurípides, "quién sabe si la vida no es muerte y la muerte vida". (492e) Dice de su juicio que "seré juzgado como un médico ante un jurado de niños con un cocinero como fiscal" (521e). Él dice que un fiscal tan complaciente sin duda logrará que lo condenen a muerte, y no podrá hacer nada para detenerlo. Sócrates dice que todo lo que importa es su propia pureza de alma; él ha mantenido esto,

El juicio de las almas desnudas

Sócrates termina el diálogo contándoles a Calicles, Polo y Gorgias una historia que ellos consideran un mito, pero que él considera verdadera (523a). Él cuenta que en los viejos tiempos, Cronos juzgaba a los hombres justo antes de morir y los dividía en dos categorías. Envió hombres buenos y justos a las Islas de los Bienaventurados, y hombres impíos e injustos a la prisión de venganza y castigo llamada Tártaro. Estos casos se juzgaban mal porque los hombres eran juzgados en vida y con la ropa puesta, y los jueces se dejaban engañar por las apariencias. Zeus arregló el problema haciendo arreglos para que las personas estuvieran muertas, y despojadas de sus cuerpos e hizo jueces a sus hijos, Minos y Rhadamanthus de Europa y Aeacus de Egina. (523d–524a) Los jueces también tenían que estar desnudos, para poder escanear las almas de los hombres sin distracciones.

Sócrates añade que ha oído este mito, lo cree y de él infiere que la muerte es la separación del cuerpo y el alma. Dice que cada uno conserva después de la muerte las cualidades que tuvo en vida, de modo que un hombre gordo y de pelo largo tendrá un cadáver gordo y de pelo largo. Si fue un sinvergüenza, llevará las cicatrices de sus palizas. Cuando el juez se apodera de algún potentado, encontrará que su alma lleva las cicatrices de sus perjurios y crímenes, porque estos serán grabados a fuego en su alma (524b-525a).

Sócrates comenta que algunas personas se benefician del dolor y la agonía de sus propios castigos (525b) y de ver a otros sufrir una tortura insoportable; pero otros tienen fechorías que no se pueden curar. Dice que la Odisea de Homero representa a los reyes sufriendo eternamente en el Hades, pero no al sinvergüenza ordinario, como Tersites. Sócrates le dice a Calicles que esto puede parecerle una tontería, como un viejo cuento popular, pero le advierte que cuando se presente ante el juez en su propio día del juicio, se tambaleará y se quedará boquiabierto como Sócrates lo está haciendo actualmente. Termina diciendo que sus ideas podrían ser justamente despreciadas si a alguien se le ocurriera una idea mejor pero que ninguno en el grupo tiene. Finalmente los exhorta a seguirlo en la justicia y la virtud.

Traducciones