Segundo Alcibíades

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El Segundo Alcibíades o Alcibíades II (griego: Ἀλκιβιάδης βʹ) es un diálogo tradicionalmente atribuido a Platón. En él, Sócrates intenta persuadir a Alcibíades de que no es seguro para él rezar a los dioses si no sabe si lo que reza es realmente bueno o malo para él.

Existe una disputa entre los estudiosos sobre la autenticidad del texto y, en general, se considera apócrifo. Las principales críticas a su autenticidad giran en torno a sus argumentos defectuosos, falta de humor y estilo; quienes lo consideran inauténtico datan su composición en los siglos III o II a.C.

Sinopsis

Sócrates se encuentra con Alcibíades mientras este último se dirigía a rezar y le advierte que debe tener cuidado con lo que reza, ya que los dioses podrían conceder sus deseos. Alcibíades responde que hay que estar loco para rezar por algo dañino, pero Sócrates le corrige diciendo que si la ignorancia se equiparara a la locura, y siendo tantos los ignorantes, estarían en grave peligro con todos estos lunáticos dando vueltas (139d). Más bien, la locura y la ignorancia son subconjuntos de algo más grande, que es lo opuesto a la sabiduría. Así como varias dolencias son todos opuestos de la salud sin ser idénticos, así los opuestos de la sabiduría son muchos, la locura y la ignorancia entre ellos, pero también una forma de "romanticismo", megalópsūkhos en el texto original (140c).Alcibíades queda corregido, y Sócrates continúa con la pregunta principal de si él, Alcibíades, alguna vez desearía algo dañino. Como ejemplo, Sócrates afirma que está seguro de que si el dios le hubiera concedido a Alcibíades el gobierno de Grecia, él habría aceptado. Con su pregunta Sócrates también podría estar jugando con el carácter ambicioso de Alcibíades, que era conocido en toda Grecia y quedó inmortalizado en la historia de Tucídides. Alcibíades naturalmente está de acuerdo y Sócrates le recuerda cómo gobernantes como Arquelao de Macedonia habían sido asesinados o expulsados ​​de sus ciudades. Así que lo que parece mejor, dice Sócrates, es lo que dijo cierto poema hace algún tiempo: "Rey Zeus, danos lo que es bueno, oremos o no oremos; pero lo que es doloroso, incluso si oramos por ello, hazlo tú". evitar" (143a).

Alcibíades le concede a Sócrates que lo que acababa de decir era de hecho la mejor práctica cuando se trata de oraciones, pero sorprendentemente, Sócrates continúa diciendo que no deberían descartar la ignorancia tan rápido y cita a modo de ejemplo, la ignorancia de las cosas malas. Si uno, por ejemplo, fuera a cometer un asesinato pero no pudiera recordar el rostro de su futura víctima, entonces este tipo de ignorancia en realidad puede considerarse buena, de modo que, para aquellos predispuestos al mal, la ignorancia es preferible al conocimiento. Si el conocimiento es parcial y no es parte de la sabiduría, que incluye dónde y cómo se debe practicar este conocimiento, entonces puede ser peligroso. Los oradores, pues, que recorren Atenas alentando a sus ciudadanos a favor o en contra de la guerra, y en la medida en que no pueden describir la duración precisa o el lugar ideal de esta guerra, están actuando como tontos a pesar de ser conocedores de las teorías de la guerra. Por todas estas razones, concluye Sócrates, es más prudente copiar a los espartanos que, según este diálogo, rezan con sencillez y en privado (149a) mientras siguen victoriosos en la batalla y posponen el sacrificio que planeaba Alcibíades hasta que su cabeza esté más clara y pueda distinguir más fácilmente entre el bien y el mal (150e).

Alcibíades está de acuerdo y agradece a Sócrates, ofreciéndole su corona de guirnaldas. Sócrates acepta y recuerda algo similar en una de las obras de Eurípides, donde el vidente Tiresias también es coronado por su sabiduría, mientras que el rey "agitado por las olas" (ἐν κλύδωνι κείμεθ ') lo considera un buen augurio. De manera similar, Sócrates, famosamente enamorado del joven Alcibíades, y sintiéndose igualmente "agitado por las olas", quiere considerar esta "coronación" como un buen augurio y "quisiera salir victorioso de sus amantes" (151c).

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