Pedro santana

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Presidente de la República Dominicana (1801-1864)

Pedro Santana y Familias, primera marquesa de Las Carreras (29 de junio de 1801 – 14 de junio de 1864) fue un comandante militar dominicano y político realista que sirvió como presidente de la junta que había establecido la Primera República Dominicana, un precursor de la posición del Presidente de la República Dominicana, y como primer presidente de la república en la línea moderna de sucesión. Un realista tradicional que era aficionado a la monarquía de España y al Imperio Español, gobernó como gobernador general, pero efectivamente como dictador autoritario. Durante su vida disfrutaba del título de "Libertador de la Patria".

Santana fue un partidario de toda la vida de la revuelta dominicana contra la ocupación haitiana y un destacado general durante la Guerra de Independencia Dominicana (1844-1856). A diferencia de muchos de sus oponentes políticos que querían establecer en última instancia un estado dominicano independiente, Santana buscó reintegrar a La Española al Imperio español. Supervisó el restablecimiento de la Capitanía General de Santo Domingo, así como el exilio y encarcelamiento de varios destacados disidentes separatistas y nacionalistas que habían sido sus camaradas durante la guerra de independencia. Bajo la creciente presión de la oposición que había estado organizando un golpe de estado, se vio obligado a dimitir de su cargo. Murió durante la Guerra de Restauración Dominicana, tras la cual el país recuperó su independencia.

Antecedentes

Los orígenes familiares y los primeros años de vida de Santana ayudan a explicar los aspectos de su carrera pública. Nació en 1801 en la localidad de Hincha (hoy Hinche), cerca de la frontera con Saint-Domingue (actual Haití), localidad que precisamente por aquellos días empezó a ser ocupada por Toussaint Louverture, quien reivindicaba la aplicación del Tratado de Basilea de 1795, por el que España cedió Santo Domingo a Francia. Debido a la inseguridad que se había desatado, los padres de Santana, Pedro Santana y Petronila Familias, (ambos dominicanos de origen canario), quienes eran de los sectores altos de ganaderos conocidos como hateros, decidieron trasladarse a otros pueblos más al este. Primero permanecieron cierto tiempo en Gurabo, en los alrededores de Santiago; Luego se radicaron en Sabana Perdida, cerca de la capital, y de allí se radicaron definitivamente en El Seibo. Gracias a sus constantes desplazamientos, pudieron sobrevivir a las decapitaciones de Moca, iniciadas por Jean-Jacques Dessalines durante la fallida invasión de 1805.

Santana tenía antecedentes militares. Su padre era un capitán de la milicia que había luchado en la Batalla de Palo Hincado bajo el mando del general Juan Sánchez Ramírez en 1808. Esta batalla fue crucial en la Guerra de Reconquista, en la que los dominicanos estallaron en una revolución contra las fuerzas de ocupación francesas, encabezadas por Jean-Louis. Ferrand, que llegó en 1802 tras la captura de Toussaint Louverture. Durante la Batalla, el Capitán Santana pasó a la historia por decapitar a Louis-Ferrand tras su suicidio y tomar su cabeza como trofeo.

Al instalarse en El Seibo, el mayor Santana adquirió la ganadería de El Prado en sociedad con su amigo Miguel Febles, quien también había emigrado de Hincha. Como tuvieron que abandonar sus tierras, la vida para la familia Santana fue dura al principio. Se ha recordado que durante los años que vivieron en Sabana Perdida, Pedro y su hermano gemelo, Ramón, viajaban frecuentemente a la ciudad capital para vender leña. Pero las cosas irían mejorando poco a poco para los Santana. Al poco tiempo de la muerte de su padre y de Fábulas, se hizo un acuerdo matrimonial para evitar que se dividieran los bienes: Pedro se casó con Febles'. viuda, Micaela Rivera, a pesar de que era 15 años mayor que él, mientras que Ramón se casó con la hija de Rivera (y Febles), Floriana Febles. Gracias a este matrimonio, los hermanos Santana adquirirían una riqueza moderada además de heredar una gran influencia en El Seibo. Aunque, los hermanos Santana no vivían en un ambiente lujoso. En verdad, la vida de los hateros era rústica, y ellos, como muchos otros, vivían en casas de tablas de palma y techos de caña. Debían trabajar diligentemente todo el día para aumentar su riqueza, acompañando a los jornaleros en sus tareas habituales. Fue por estas razones que, a pesar de su posición social, Santana no pudo educarse por sí mismo.

Preparativos para la Independencia

régimen haitiano

El general Jean-Pierre Boyer ocupó Hispaniola oriental entre 1822 y 1843.

En 1822, cuando Santana tenía 20 años, el presidente haitiano Jean-Pierre Boyer ocupó Santo Domingo y lo integró a la República de Haití. Aprovechó la declaración de independencia que semanas antes habían hecho los criollos de la ciudad de Santo Domingo, encabezados por José Núñez de Cáceres. Durante los primeros años, el régimen haitiano aplicó una política de cierto contenido revolucionario: abolió la esclavitud, confiscó las propiedades de la Iglesia católica y de los grandes terratenientes ausentes, y distribuyó parcelas de tierra entre los libertos y todos aquellos que las adquirían. Aunque esta política fue abandonada unos años después, los haitianos mantuvieron una posición de animosidad hacia el régimen haitiano. Como seguían sintiéndose españoles, consideraban que la única solución consistía en la devolución de la soberanía de la "Patria".

Los hermanos Santana no ocultaron su posición contra el régimen haitiano, actitud explicable por el hecho de que sus padres habían perdido sus tierras en Hincha y se habían visto obligados a emigrar en condiciones siniestras. Aparentemente, se negaron a colaborar con los gobernantes ocupantes haitianos, por lo que optaron por permanecer separados en el trabajo del rebaño. Su animosidad hacia los haitianos se vio incrementada por los robos de ganado que atribuían a merodeadores de esa nacionalidad. Dentro del rancho, Santana impuso un régimen de orden y disciplina que constituyó la principal experiencia que luego aplicó en los asuntos públicos. Como general (y luego presidente), Santana operó de manera similar a como lo hizo en El Prado dirigiendo a los peones.

Conspiración independentista

Santana fue integrada en el movimiento revolucionario liderado por Juan Pablo Duarte

Cuando el Estado haitiano entró en crisis tras la caída del presidente Boyer, en 1843, otro grupo de dominicanos, La Trinitaria, decidió acelerar los trabajos para proclamar la independencia. El 3 de mayo de 1843, los hermanos Santana fueron considerados por su líder, Juan Pablo Duarte, por la conspiración que buscaba la separación de Santo Domingo de Haití. Para ello procedieron a contactar a todos aquellos que se oponen al gobierno haitiano. Vicente Celestino Duarte, que tenía actividades comerciales en Los Llanos, cerca de El Seibo, entró en contacto con los hermanos Santana. Duarte dispuso el otorgamiento del grado de coronel a Ramón Santana, pero éste declinó en favor de su hermano Pedro, quien había expresado que estaba dispuesto a comprometerse en la lucha contra los haitianos con la condición de que lo colocaran en un puesto de mando. . Ramón le decía: "El jefe debe ser mi hermano Pedro, a quien le gusta mandar y sabe entender bien a la gente; Estoy contento de servir bajo sus órdenes." A través de Juan Esteban Aybar y Bello se comunicaría a Pedro el plan independentista y se solicitaría su colaboración. Pedro respondió: "Sí, estoy dispuesto a contribuir a la Revolución, pero mando."

Aunque Santana aceptó unirse al plan Trinitarios, no compartió sus principios políticos. En aquellos días, algunas figuras destacadas propusieron lograr un protectorado francés como único medio para asegurar la separación de Haití. Se les conocía como "afrancesados". Irónicamente, comenzaron a designar a los Trinitarios como "filorios". en alusión a su afición por la filosofía y el teatro, lo que querían denotar que eran jóvenes desconectados de la realidad. La búsqueda del protectorado fue estimulada por André de Levasseur, el cónsul francés en Puerto Príncipe, ya que su gobierno tenía la mayor influencia en los asuntos haitianos.

Debido a un conflicto con la familia haitiana Richiez, el nuevo presidente de Haití, Charles Rivière-Hérard, obligaría a los hermanos Santana a dirigirse a la Ciudad de Santo Domingo frente a la Plaza de Armas, desde entonces los hermanos Santana Tenía que asistir diariamente al Palacio. Hérard, al reunirse con Santana, dijo a sus funcionarios que él podría ser el único capaz de intentar un movimiento separatista. Hérard ordenó detener a los hermanos Santana pero luego estos evadieron a sus guardias y lograron escapar hacia Sabana Buey, cerca del poblado de Baní, logrando esconderse en Los Médanos, en una propiedad del matrimonio Luis Tejeda y Rosa Pimentel, de allí. fueron a Loma del Pinto. Hérard ofreció una recompensa de 200 gourdes por la denuncia de ambos.

Así, Juan Contreras fue enviado a Santa Cruz del Seybo para que los hermanos Santana firmaran el manifiesto del 16 de enero de 1844. [ 6 ]

Primera República (1844-1861)

Líder del Ejército del Sur

Habiendo asegurado sus fuerzas, Santana marchó a El Seibo para proclamar la independencia dominicana en lo que se conoce hoy como el Basílica de la Santa Cruz

A finales de 1843, tras difíciles negociaciones, los Trinitarios, ahora liderados por Francisco del Rosario Sánchez, llegaron a un acuerdo con un sector de los conservadores afrancesados, encabezados por Tomás Bobadilla. Ambos líderes redactaron el Acta de Independencia Dominicana, que pedía la proclamación de la República Dominicana como un estado plenamente soberano. Para lograr la independencia se buscó el apoyo de personas influyentes en todos los rincones del país. Como era necesario, a los hermanos Santana se les encomendó garantizar el éxito del movimiento en El Seibo, la principal ciudad de la región oriental. Horas antes de que Sánchez proclamara el nacimiento de la República Dominicana el 27 de febrero de 1844, Pedro y Ramón Santana tomaron la localidad de El Seibo. Inmediatamente, los gemelos dispusieron el reclutamiento de una tropa de jornaleros y campesinos que debían marchar hacia Santo Domingo. Nuevos reclutas se les unieron por todos lados, lo que demostró que, desde el primer momento, la independencia contó con el apoyo entusiasta de la población dominicana.

Las tropas de Seibana comenzaron a tener un peso decisivo en la capacidad del nuevo Estado para defenderse de la amenaza haitiana, lo que se explica por los hábitos de vida y de trabajo vinculados a la producción ganadera. Los occidentales se distinguieron por ser excelentes jinetes y lanceros, cualidades imprescindibles en el proceso de trabajo de las primitivas prácticas ganaderas de la región. En las acciones militares contra Haití, la superioridad militar de los dominicanos se debió en gran medida al uso de cuchillos y caballería, que compensaban el menor número de soldados y la inferioridad de armas. De manera tumultuosa, las tropas proclamaron a Santana general en jefe, valorando sus dotes de liderazgo y como muestra de reconocimiento a la influencia social de la que gozaba. La Junta Central de Gobierno, primer gobierno dominicano, sólo lo había confirmado con el grado de coronel que le otorgó Duarte; Pero como no se discutía que era la figura con mejor capacidad de mando, se le asignó la dirección del Frente Sur con el grado de general.

Después de obtener armas y municiones, Santana se dirigió apresuradamente al suroeste, pues se supo que el presidente de Haití, Charles Hérard, marchaba hacia Santo Domingo al frente de 20.000 soldados. Con apenas 3.000 hombres, el general dominicano se dispuso a enfrentar al ejército haitiano en las afueras de Azua. El 19 de marzo, las avanzadas haitianas fueron rechazadas, tal vez porque no esperaban una resistencia amarga. Esta victoria, aunque pequeña, elevó la moral de los dominicanos y amplió la percepción que muchos ya empezaban a tener de que la única persona que reunía las condiciones para derrotar a los haitianos era Pedro Santana. Sin duda Santana tenía dotes para la guerra, aunque no se puede aceptar que su persona fuera imprescindible. Esta visión fue resultado de las circunstancias y de la necesidad que muchas veces muestran los grupos humanos de confiar su destino a figuras que elevan a un lugar predestinado. La capacidad militar de Santana no puede entenderse al margen del potencial de sacrificio del pueblo, auténtico héroe de la independencia. Esta disposición se manifestó en los años siguientes, cuando gran parte de la población masculina adulta tuvo que permanecer largos meses en las fronteras, retirándose de actividades productivas, lo que agravó el estado crónico de pobreza. Otro factor que contribuyó a facilitar los triunfos de las armas dominicanas fue la desmotivación de los soldados haitianos, porque no defendieron su libertad. La concepción militar de Santana se caracterizó por la prudencia, criterio que mantuvo hasta el final de sus días. Inmediatamente después del enfrentamiento con el ejército haitiano el 19 de marzo, ordenó la retirada a Sabana Buey, entre Baní y Azua. Charles Hérard entró en Azua sin resistencia, y durante las semanas siguientes los bandos contendientes permanecieron a la espera, aunque algunas vanguardias haitianas fueron detenidas. Hérard no quiso avanzar por miedo a lo que pudiera pasar en Haití, ya que partidarios del depuesto presidente Boyer conspiraban para derrocarlo.

Ante el estancamiento de las operaciones, Juan Pablo Duarte, regresado de su exilio en Venezuela y confirmado en el grado de general, solicitó ser destinado al frente sur, donde fue designado como jefe suplente junto a Santana. Inmediatamente surgieron divergencias entre ambos, cuando Duarte consideró que era necesario pasar a la ofensiva, a lo que Santana se opuso, haciendo valer su opinión. La Junta Central de Gobierno, que contaba con mayoría conservadora, decidió convocar a Duarte de regreso a la ciudad de Santo Domingo.

Guerra civil contra los Trinitarios

Santana, con correa presidencial, fotografía en 1853.

La postura defensiva de Santana no se explica sólo por razones militares. Igualmente importante fue su falta de confianza en la posibilidad de que los dominicanos pudieran consolidar su independencia por sí solos. En las cartas que intercambió por esos días con Tomás Bobadilla, presidente de la Junta Central de Gobierno, se señala que veía en la resistencia militar un medio para ganar tiempo antes de lograr el protectorado de Francia. El 8 de marzo, con Duarte aún en el exterior, la Junta Central de Gobierno había acordado solicitar el protectorado francés en caso de un ataque haitiano. En sus cartas, Santana presionó para que se aceleraran las negociaciones, incluso después de que los haitianos se retiraran tras el derrocamiento de Hérard a principios de mayo.

A pesar de la inmediata dilución del peligro haitiano, Bobadilla pronunció un discurso el 26 de mayo de 1844, en el que pidió el establecimiento del protectorado francés, posición que exacerbó los desacuerdos internos entre los dominicanos. El 9 de junio, los Trinitarios, bajo el liderazgo de Duarte, expulsaron a los conservadores de la Junta de Gobierno. La presidencia de la organización pasó a manos de Sánchez y Duarte fue enviado al Cibao para obtener apoyo para el nuevo gobierno. En Santiago, Matías Ramón Mella, uno de los trinitarios más reconocidos, proclamó a Duarte presidente de la República, con el asentimiento de la mayoría de personas prestigiosas. Como jefe de la columna expedicionaria del sur, la tropa más numerosa del país, Santana mantuvo inicialmente una actitud cautelosa. Incluso presentó su dimisión alegando problemas de salud; pero cuando llegó el coronel Esteban Roca, enviado por la Junta para reemplazarlo, las tropas, incitadas por el coronel Manuel Mora, se insubordinaron y proclamaron obediencia exclusiva a Santana. Surgió así el peligro de una guerra civil entre liberales y conservadores, representados por Duarte y Santana. Al considerar que no había una amenaza inminente de que los haitianos regresaran, y tras dejar pequeñas guarniciones en puntos cercanos a la frontera, decidió regresar a Santo Domingo con el fin de derrocar a la Junta. El aumento de la beligerancia de Santana se ha explicado por la muerte repentina de su hermano Ramón, que era su asesor y tenía posiciones favorables al entendimiento con los liberales. Cuando las tropas del sur aparecieron ante las murallas de la ciudad, el jefe de la guarnición, José Joaquín Puello, decidió no resistir, ante las promesas de Santana de que no tenía intenciones hostiles. Sin embargo, a las pocas horas la Junta fue destituida, algunos de los trinitarios encarcelados y se formó una nueva Junta bajo la presidencia de Pedro Santana. Los sectores influyentes del Cibao decidieron reconocer la nueva entidad gubernamental para evitar una secesión que pudiera ser aprovechada por los haitianos. Duarte y sus compañeros más cercanos fueron deportados del país a perpetuidad.

Primera presidencia

Con su poder asegurado en la nación, Santana fue capaz de instalarse como un dictador militar bajo la constitución de 1844

Desde que asumió como presidente de la Junta Central de Gobierno, Santana pasó a ostentar amplios poderes. En general, los conservadores vieron su preeminencia como un medio para impedir que los liberales amenazaran su hegemonía. Ahora bien, durante los primeros años Santana debió tener en cuenta las posiciones que se expresaban en su sector político-social, pues aún no contaba con un liderazgo incuestionable; Como se verá, lo construyó ayudándose del mito del líder militar invencible.

Desde el principio, Santana intentó ampliar al máximo su margen de control sobre el país, prefiriendo abandonar el poder en caso de que se intentara reducir sus poderes. Esto se hizo evidente con motivo de la instalación de la Asamblea Constituyente, en octubre y noviembre de 1844. Los asambleístas, casi todos conservadores, decidieron trasladarse a San Cristóbal para limitar posibles presiones de Santana. Incluso el redactor de la constitución, Buenaventura Báez, líder de los partidarios franceses, propuso que los propios constituyentes proclamaran la inviolabilidad de su función. La Constitución de San Cristóbal, aprobada el 6 de noviembre, designó a Pedro Santana como presidente por dos mandatos consecutivos, pero sus poderes fueron restringidos de acuerdo con la separación de poderes. Santana se negó a recibir la presidencia en tales condiciones y, asesorado por Tomás Bobadilla, exigió la inclusión del artículo 210, un engendro legal que le permitía no rendir cuentas por sus actos. Legalmente, el artículo 210 lo convertía en dictador, y Santana frecuentemente se basó en él para ejecutar a quienes se atrevían a desafiar la orden. El primer episodio de este tipo ocurrió poco después de la proclamación de la Constitución.

Algunos liberales intentaron armar un movimiento para destituir a los secretarios de Estado, lo que fue considerado una conspiración por Santana, por lo que ordenó la creación de tribunales especiales, uno de los cuales condenó a María Trinidad Sánchez, tía de Francisco del Rosario Sánchez, su hermano y dos personas más, todos ellos ejecutados el 27 de febrero de 1845, en una macabra conmemoración del aniversario de la independencia. Unos años más tarde, en 1847, se descubrió una nueva conspiración encabezada por el secretario de Gobernación, José Joaquín Puello, cuyo propósito era deponer a Santana. Se iniciaron nuevamente procedimientos judiciales extraordinarios y Puello, su hermano Gabino y otras personas fueron fusilados. Estas ejecuciones formaron parte del establecimiento de un régimen represivo, en el que cualquier infracción podía ser castigada con la pena capital; Incluso el robo en pequeña escala estaba sujeto a esta pena. Como advertencia, el anciano Bonifacio Paredes fue baleado en El Seibo acusado de haber robado un racimo de plátanos.

La dictadura generó cada vez más rechazo. El tirano incluso se enfrentó a la Iglesia, cuando rechazó las solicitudes de la institución de devolución de bienes confiscados por los haitianos. A pesar de su condición de católico practicante, no pudo resistirse a los sacerdotes que intentaban eclipsarlo. En ese ambiente, el general Manuel Jiménes, secretario de Guerra y que había sido trinitario, montó una nueva conjura. Ante los signos de un creciente descontento, Santana se refugió en El Prado y tiempo después presentó su dimisión, el 4 de agosto de 1848. Estaba claro que prefería abandonar el poder antes que soportar una oposición desagradable. Se veía a sí mismo como un general predestinado, por encima de la mezquindad de la política. Sin embargo, siempre osciló entre la pasión por el poder absoluto y el placer de la vida privada en el campo, por lo que cuando dimitió se dedicó a disfrutar del ambiente pastoril de El Prado, como volvería a hacer en ocasiones posteriores.

Segunda presidencia y enfrentamientos con Buenaventura Báez

Debido a esta incapacidad del presidente para defender el ataque sorpresa, Santana fue llamada a tomar el mando de la nación.

Manuel Jiménes fue elegido por las cámaras para la presidencia. Inmediatamente promulgó una amnistía y los trinitarios exiliados fueron autorizados a regresar al país, lo que hicieron todos excepto Duarte. Pero el ambiente liberal impulsado por el segundo presidente dominicano duró poco debido a la invasión de Faustin Soulouque, quien llegó a la presidencia de Haití dos años antes. Jiménes nombró jefe de las tropas del sur al general Antonio Duvergé, uno de los que más se había distinguido en campañas anteriores. Como Soulouque había reunido fuerzas impresionantes, el pánico se apoderó de la población de Santo Domingo y se consideró que Duvergé no estaba cumpliendo adecuadamente su tarea. Los miembros de las cámaras legislativas comenzaron a conspirar contra el presidente y, por iniciativa de Buenaventura Báez, designaron a Santana como jefe de operaciones.

Al igual que en 1844, Santana reunió una tropa de seibanos y su sola presencia contribuyó a infundir confianza entre los dominicos. Su fama ascendió definitivamente cuando logró derrotar al ejército haitiano en la Batalla de Las Carreras, a orillas del río Ocoa, el 21 de abril de 1849, ratificando como nunca la certeza que muchos albergaban de que el liderazgo de Santana era esencial para salvaguardar la independencia. A pocos días de su contundente victoria en Las Carreras, las cámaras acusaron a Jiménes y, posteriormente, reconocieron a Santana como líder supremo de la nación. En agradecimiento a sus servicios se le concedió el título de El Libertador, se le donó un sable honorífico y su retrato fue colocado en palacio de gobierno, junto a los de Cristóbal Colón y Juan Sánchez Ramírez. . Como se estimó que había gastado gran parte de sus recursos en la defensa del país, también se le concedió la explotación de la isla Saona y se le donó una casa en Santo Domingo. En ese momento, Santana no estaba interesado en retomar la presidencia de la República, por lo que las cámaras se concentraron en nombrar a Jiménes como presidente. reemplazo. Los favoritos de Santana eran Santiago Espaillat, representante de Santiago de los Caballeros, que seguramente declinó porque consideraba que su autoridad iba a verse limitada por la influencia de Santana, y Buenaventura Báez, que había liderado la oposición a Jiménes. , acabó siendo elegido.

Durante su primer mandato presidencial, entre 1849 y 1853, Báez desarrolló una administración eficiente que le valió el apoyo de un pequeño sector de burócratas y soldados. Esto resultó intolerable para Santana, quien consideraba que sólo él debía ser dotado del poder, por lo que decidió regresar a la presidencia una vez cumplido el mandato de cuatro años de Báez. Poco después de su reinstalación en la presidencia atacó violentamente a Báez y lo expulsó del país, con lo que la política dominicana se polarizó entre ambos personajes. Aunque Santana no vio disminuir su inmensa popularidad entre la población, todos los que lo cuestionaban se congregaron en torno a su enemigo. Santana aún obtuvo algún respiro debido a la última invasión haitiana, a finales de 1855, comandada nuevamente por Soulouque; Aunque en esta ocasión no estuvo en los campos de batalla, se reafirmó que su liderazgo supremo era irremplazable. En esa administración buscó consolidar sus prerrogativas, a través de reformas constitucionales en febrero y diciembre de 1854. La segunda estuvo motivada por la exigencia de Santana de fortalecer las facultades del Poder Ejecutivo, incluso en mayor medida que lo estipulado en el artículo 210. .

A pesar del liderazgo que mantuvo el dictador, los baecistas se dedicaron a conspirar, dificultando las acciones de gobierno de Santana. En una de las conspiraciones participó el general Antonio Duvergé, quien fue juzgado en El Seibo y fusilado junto con su hijo, hecho que sacudió la conciencia del país por la importancia que había tenido Duvergé en las campañas contra los haitianos. Particularmente en la ciudad de Santo Domingo se creó un ambiente hostil contra Santana, situación que se concretó tras la llegada del cónsul español Antonio María Segovia, a finales de 1855. Este diplomático ordenó que todos los dominicanos que así lo solicitaran recibieran la nacionalidad española. , por lo que numerosos baecistas se registraron como españoles para poder realizar labores de oposición contra Santana sin poner en peligro sus vidas. Posteriormente proliferaron las manifestaciones, que fueron denominadas populadas; En ellos se cantaban coplas que maldecían la figura del Libertador. Nuevamente Santana optó por dimitir, pues temía entrar en conflicto con el delegado de España, siendo en todo momento muy cuidadoso en sus relaciones con los cónsules de las potencias. En esa circunstancia había concebido el arrendamiento de la península de Samaná a Estados Unidos, potencia que entonces tenía como propósito apoderarse del país, pero el proyecto tuvo que ser revocado debido a la presión ejercida por los cónsules de Gran Bretaña y Francia. .

Tercera Presidencia

Retrato de color del General Pedro Santana en 1854, por Tuto Báez.

Poco después de la renuncia de Santana, Báez, su feroz enemigo, regresó al país y fue designado vicepresidente, con la clara intención de reemplazar inmediatamente al presidente provisional Manuel de Regla Mota. Nada más asumir la presidencia, Báez ordenó el arresto de Santana, deportándolo a Martinica el 11 de enero de 1857. Poco después, el 7 de julio de 1857, estalló en Santiago una rebelión contra el gobierno de Báez debido a un operativo gubernamental en la adquisición de tabaco que perjudicaba a los comerciantes. Los líderes del movimiento tenían concepciones liberales y, aunque habían sido amigos de Santana, expresaron la intención de inaugurar un nuevo estilo en el futuro político del país, para lo que instalaron un gobierno provisional en Santiago presidido por José Desiderio Valverde. Si bien recibieron el apoyo de casi todas las poblaciones, calcularon que no les sería fácil desbancar a Báez de la presidencia, ya que contaba con gran apoyo en Santo Domingo, ciudad amurallada. El gobierno de Santiago concedió permiso a Santana para regresar al país, nombrándolo pronto a cargo de las operaciones contra Báez. El asedio de la ciudad duró 11 meses, lo que es muestra de la fortaleza que había alcanzado el baecismo. El nuevo protagonismo de Santana se explica porque los cibaeños carecían de recursos militares; De esta manera, tras concluir la guerra civil, le resultó fácil deponer al gobierno de Valverde a finales de julio de 1858.

En septiembre comenzó formalmente la tercera y última administración de Santana. Encontró un país en estado crítico, después de casi un año de guerra civil. Esto se expresó en la devaluación del papel moneda, cuyo precio se situó en más de 500 pesos por cada peso. Parecía que no había medios para que la economía se recuperara y el descontento volvió a crecer rápidamente, lo que fue aprovechado por los baecistas. Como parte de este deterioro, el general Domingo Ramírez, jefe de la frontera sur, se pasó a los haitianos junto con algunos de sus subordinados. Las conspiraciones volvieron a proliferar. En uno de ellos estuvo involucrado Francisco del Rosario Sánchez, entonces partidario de Báez, quien tuvo que exiliarse. En 1860, aparentemente se habían dado las condiciones para que Santana dejara el poder y cediera nuevamente el paso a su archienemigo Báez.

Anexión de España

Preludio

Cónsul español en Santo Domingo, República Dominicana

En condiciones tan críticas, Santana y sus ayudantes concibieron la anexión a España. Hasta entonces, Santana había sido partidario de la anexión a Estados Unidos, convencido de que esta potencia tenía un futuro mejor en la región. Ahora, los intentos que había esbozado a favor de Estados Unidos habían fracasado debido a la intervención de los cónsules europeos. Además, en 1860, se vio venir la guerra entre los estados del sur y del norte de los Estados Unidos. España estaba interesada en expandir su poder colonial, por lo que la posesión de Santo Domingo pasó a ser considerada como un medio para fortalecer el control sobre Cuba y Puerto Rico, lo que explica por qué las ofertas de Santana fueron bien recibidas en los círculos gobernantes de Madrid. Los Estados Unidos, que luchaban ante la inminencia de una guerra civil, no pudieron obstaculizar las negociaciones, y los soberanos de Inglaterra y Francia, especialmente este último, aceptaron el retorno de la soberanía española en Santo Domingo.

Santana nunca había abandonado su concepción anexionista y no entendía los conceptos nacionales, convencido de la imposibilidad de que el país avanzara por sí solo. Aunque anteriormente había abogado por la protección de Francia y la anexión a Estados Unidos, España era en realidad la solución ideal, porque nunca dejó de considerarse español. Además, en 1860 optó por la anexión porque corría peligro de ser derrocado por los baecistas. No tuvo dificultades para obtener el apoyo de casi todas las figuras influyentes de la administración gubernamental y de las distintas regiones. Sin embargo, las negociaciones se llevaron a cabo bajo estricto secreto. Santana envió al general Felipe Alfau, uno de sus hombres de mayor confianza, a España. Llegaron al país enviados del gobernador de Cuba, Francisco Serrano, figura de gran influencia en el gobierno español, y el secretario del Tesoro dominicano, Pedro Ricart, se trasladó a La Habana.

En una entrevista entre Santana y Antonio Peláez de Campomanes, cabo segundo de Cuba, celebrada en Los Llanos, se precisaron los detalles de la reincorporación a España. Primero, el país sería reconocido como provincia de ultramar, lo que significaría plenos derechos para los dominicanos como súbditos de la monarquía; Lo que era aún más importante, la esclavitud, que aún existía en Cuba y Puerto Rico, no se restablecería; Santana sería designado para encabezar la administración local con el título de capitán general y se reconocerían los grados del ejército dominicano; Finalmente, la nueva metrópoli se comprometería a cambiar el papel moneda dominicano, considerado el principal cáncer de la economía. Estos acuerdos muestran que el motivo de los partidarios de Santana era mantener sus posiciones preeminentes bajo la sombra de la Madre Patria. Además, su suerte mejoraría gracias al aumento de salarios. Los comerciantes, en su mayoría de origen extranjero, también apoyaron la anexión, al entender que la dinámica económica experimentaría una mejora sustancial.

Santo Domingo vuelve a ser una colonia

Pedro Santana jura ante el Reino de España como Gobernador General de Santo Domingo.

Poco antes de consumarse la anexión, a fines de 1860, Francisco del Rosario Sánchez y José María Cabral, quienes habían acompañado a Báez en su segunda administración, lanzaron un manifiesto en Santo Tomás denunciando el hecho y pidiendo el derrocamiento de santana. Bajo el liderazgo de Sánchez se formó una Junta Revolucionaria, integrada principalmente por seguidores de Báez. Una parte de los baecistas se opuso a la anexión no por principios nacionalistas, sino porque no la habían llevado a cabo. Sánchez y otros miembros de la Junta se trasladaron a Haití con el fin de obtener apoyo de su gobierno para una expedición.

En respuesta a esto, Santana emitió un contramanifiesto.

21 de enero de 1861

¡DoMINICANS!

El gobierno que siempre vela por la salud de la Patria no perdió de vista a los traidores que estaban forjando sus planes libertarios del extranjero: siguió sus pasos, descubrió sus secretos y se preparó para hacer inútiles sus esfuerzos criminales. Ya hoy la traición se manifiesta. El cobarde que nunca atrajo la espada en defensa de la Patria, el que gritó que había sido uno de los héroes del 27 de febrero, toma como pretexto para deslealtad la defensa de la nacionalidad dominicana, el ex general Francisco del Rosario Sánchez, en resumen, busca hoy a los haitianos para quizás pedirles que pongan en acción los planes de Domingo Ramírez.

¡DoMINICANS! ALERT, ya ves los lazos que te han puesto, ya conoces los planes de aquellos hombres que se jactan tanto de su dominicanismo; que a menudo han implorado y obtenido gracia; Ya los ves hoy, cuando el Gobierno se prepara para conceder una amnistía casi general a su favor, dirigiéndose a Haití para demostrarles sus verdaderas intenciones, su falso patriotismo e incluso la falta de modestia política, que no ha permitido que otros cambien su nacionalidad dominicana.

ALERT, entonces, dominicanos, ALERT, camaradas en armas, vamos a estar en guardia contra esa facción libertinaria que sabremos enseñar una vez más si quiere venir a perturbar nuestro descanso.

Confía en la fuerza del Gobierno, descansa en el profundo amor por tu país que ha sido durante tantos años y en tantas batallas lo ha sellado con tu sangre, y esperanza, finalmente, en esa Providencia que nos ha dado la victoria tantas veces: Ella protegerá nuestras armas; y con ellas como siempre, ganaremos.

La población mostró una actitud de expectativa respecto a lo que podría traer el régimen español. Aún no se ha creado una conciencia nacional mayoritaria que favorezca la existencia de un Estado independiente. Además, mucha gente creía que la dominación externa traería la prosperidad que los gobiernos dominicanos no habían podido lograr. Finalmente, hay que considerar que Santana siguió contando con el favor de gran parte de la población, que lo veía como protector de sus intereses.

De todas formas, como la conciencia nacional ya se había arraigado en sectores minoritarios del pueblo, los actos de oposición no se hicieron esperar, el más importante de los cuales fue el encabezado por José Contreras, en Moca. A pesar de contar con un amplio apoyo, acorde a su estilo de gobierno, Santana consideró necesario aplicar duras medidas represivas. Varios de los conspiradores de Moca encabezados por José Contreras fueron fusilados. Posteriormente, Sánchez regresó al país en junio de 1861, cuando ya habían llegado las tropas españolas, pero no obtuvo el apoyo de la población; Fue capturado y fusilado junto a 20 compañeros por orden directa de Santana, quien organizó el juicio en San Juan el 4 de julio de 1861.

Algunos de los funcionarios españoles se opusieron a la dureza de Santana y desaprobaron las ejecuciones, lo que introdujo un primer factor de malestar en el flamante capitán general dominicano. Poco después de instaurarse el régimen anexionista surgieron otros motivos de conflicto entre Santana y los burócratas españoles, desde el momento en que había creído, con cierta ingenuidad, que el gobierno español mantendría prerrogativas autocráticas similares a las que estaba acostumbrado. a. práctica en la República. Por otra parte, la burocracia española llegó imbuida de un espíritu de discriminación contra los dominicanos, y Santana tuvo que asumir la defensa de sus amigos, quienes generalmente fueron postergados; Este fue el caso de los generales y demás oficiales del ejército dominicano, colocados en la reserva, por lo que se consideraron humillados a pesar de haber pasado a ganar mejores salarios.

Santana, acostumbrado a ostentar poderes absolutos, se encontró en la posición de virtual prisionero de la maquinaria de los funcionarios españoles. Como no le era factible recuperar sus prerrogativas, y a principios de 1862, como había hecho en ocasiones anteriores, presentó su dimisión so pretexto de motivos de salud. Hay motivos para especular que esperaba que su dimisión fuera rechazada por la reina Isabel II, pero no fue así, ya que se había ganado la animosidad de la corte. Los dirigentes españoles consideraron conveniente debilitar a Santana como forma de obtener el apoyo de Báez, quien fue nombrado mariscal de campo del ejército español. Para no desairarlo demasiado, cuando se aceptó la renuncia, Santana recibió el título de Marqués de Las Carreras y el cargo de senador del reino con un sueldo de 12.000 pesos. Humillado y decepcionado, regresó a su antigua estancia de El Pardo.

Reunirse a las fuerzas españolas

Ilustración de Santana

A pesar del shock que experimentó su orgullo, nunca consideró abandonar su lealtad al régimen español, que veía como la culminación de su trabajo y un medio para anular la amenaza haitiana, evitar guerras internas y lograr un régimen de orden que garantizaría el progreso. La tranquilidad que le ofrecía la vida en El Prado no duró mucho, pues en febrero de 1863 estallaron levantamientos contra el dominio español en Neiba, Santiago y Guayubín. Santana sintió que tenía el deber de advertir que la política de la administración española era errónea y contribuiría a desencadenar nuevamente la rebelión, pero no fue escuchado. En agosto de ese año estalló la Guerra de Restauración Dominicana y en septiembre se formó un gobierno nacional en Santiago. Esta situación puso a Santana en la obligación de ofrecer una vez más sus servicios a España como líder militar.

A pesar de las desavenencias que habían tenido, las autoridades españolas confiaron en el genio militar de Santana y lo nombraron jefe de una columna expedicionaria con destino al Cibao. Como en otras ocasiones reclutó a multitud de campesinos de Seiban, pero en esta ocasión también se puso a cargo de oficiales y soldados españoles, lo que seguramente le traería dificultades. El aura militar que lo revestiba sembró el miedo entre los insurgentes. . El gobierno de Restauración de Santiago encargó a uno de los generales recién nombrados, Gregorio Luperón, que marchara rápidamente al frente de una columna para impedir que el ejército español entrara en el Cibao. Antes de partir, Luperón exigió que el gobierno emitiera un decreto declarando a Santana proscrito por traición y condenándolo a muerte. Santana, sin embargo, perdió mucho tiempo y no avanzó hacia el Cibao en momentos en que aún no se había organizado la resistencia. Más bien decidió consolidar sus posiciones en Guanuma, lo que permitió a los restauradores ganar tiempo, y Luperón pudo llegar al teatro de operaciones justo cuando la vanguardia dominicana luchaba con los españoles, logrando impedir que ascendieran a la Viuda. 39;s Chair, montaña que dividía el Cibao del Oriente. Días después, se enfrentaron frontalmente las tropas de los gobiernos de Santo Domingo y Santiago, con Santana y Luperón como sus respectivos líderes. El duelo de los dos titanes sintetizó dramáticamente la lucha entre las concepciones opuestas que se estaban debatiendo.

Caída del poder, degradación y muerte

Casa de Pedro Santana, donde pasaría inesperadamente. (También se conoce como La Casa Italia de Santo Domingo).

En efecto, si Santana ganara la batalla, se abriría la ruta al Cibao y la causa nacional habría estado en grave riesgo. No sucedió así, ya que Santana no logró aplastar la resistencia dominicana. Se había revertido la situación de sus anteriores victorias militares, cuando luchó contra una tropa de dominicanos que luchaban por su libertad. De repente, el aura de un general invicto desapareció. Santana optó por reconsolidar sus posiciones en Guanuma, estrategia que retrata su falta de fe y que los restauranteros aprovecharon para expandirse a otras regiones. La táctica defensiva había funcionado contra los haitianos, pero no contra los dominicanos.

A medida que las tropas restauradoras consolidaron posiciones, las contradicciones entre Santana y sus superiores españoles se agudizaron, hasta el punto de desobedecer las instrucciones que recibía de Santo Domingo. A principios de 1864 se negó a cumplir la orden de retirarse hacia la ciudad amurallada. Cuando José de la Gándara fue nombrado capitán general, el 31 de marzo de 1864, el choque con Santana se hizo inevitable. Cuando surgieron diferencias, hubo un duro intercambio de cartas, en las que Santana rechazó las órdenes y amenazas del capitán general. Convocó a Santana a Santo Domingo a principios de junio, para someterlo a un proceso por desacato y enviarlo a prisión en el extranjero.

Al poco de llegar a la ciudad, el 14 de junio de 1864, Santana murió repentinamente. No se pudo establecer la causa de su muerte porque, aunque llevaba mucho tiempo enfermo, no parecía encontrarse en estado grave. Se han tejido diversas versiones, como que fue envenenado o que se suicidó. También se ha pensado que murió bajo el efecto de la humillación que le supuso el anuncio que le hizo el general español Villar de que sería enviado prisionero a Cuba para luego ser juzgado en España. A pedido de sus familiares, fue enterrado en La Fuerza (hoy conocida como Fortaleza Ozama), por temor a que la tumba fuera profanada.

Consecuencias

En julio de 1865, un año después del fallecimiento de Santana, las fuerzas españolas fueron derrotadas y se restauró la independencia dominicana. Tras el proceso de abandono de la isla por parte del Gobierno del presidente del Consejo de Ministros, Ramón María Narváez, (que fue duque de Valencia), el diputado Antonio Cánovas del Castillo, (futuro presidente del Consejo de Ministros y artífice de el sistema político de la restauración) solicitaría el traslado de los restos del Marqués de las Carreras a la península (aunque esto nunca se llevó a cabo):

Ruego a los Diputados de la mayoría que cumplan una obligación que España tiene y que no podamos cumplir debido a la desconfianza natural, reconozco, que los gobiernos de la oposición tienen. Pido a los señores de la mayoría presentes una enmienda, para cualquier propuesta, de modo que los restos de uno de los pediátricos más distinguidos, de una de las mayores glorias que este siglo ha visto en este siglo, no estén expuestos a la furia enemiga de esa isla. El General Santana de España. Es imposible recordar sus acciones, tener conocimiento completo de su patriotismo y haber podido apreciar a través de documentos auténticos todo lo que ese noble corazón sintió y sufrió por la causa de España y no experimentar el sentimiento que me mueve a pronunciar estas palabras. No te vayas, no, expuestos a los instintos feroces de sus enemigos las venerables reliquias de Santana: las cenizas de Colón ya han salido de Santo Domingo y han parado en Cuba! ¡Dios conceda eso por mucho tiempo! ¡Toma también los del General Santana, y trae estos a España!

El 9 de enero de 1879, durante la presidencia de Cesáreo Guillermo, a pedido de Froilana Febles, sus restos fueron exhumados y trasladados a la Iglesia Regina Angelorum y luego en 1890 fue llevado al campanario de la Catedral por orden del Arzobispo Meriño. En marzo de 1931, durante la presidencia de Rafael Trujillo, fueron trasladados a El Seibo.

Desde 1978 sus restos permanecen en el Panteón de la Patria por orden del presidente Joaquín Balaguer y desde entonces se formó un grupo de presión, actualmente vigente, que está empeñado en exhumar al Marqués de las Carreras y entre otros de su tumba. en el Panteón de la Patria. El abanderado de la causa es el Instituto Duartiano.

Historiografía

Ilustración de Pedro Santana en la revista El Museo Universal de 1862

Se le considera un brillante estratega militar y fue una figura clave en la exitosa separación de la República Dominicana de Haití. Pero muchos historiadores, como Nancie L. González y Howard J. Wiarda, creen que algunas de sus acciones posteriores le impidieron convertirse en un auténtico héroe nacional.

  • Después de expulsar al ejército haitiano del país en la Guerra Dominicana de la Independencia, casi inmediatamente se movió para eliminar a los mismos independentistas que lucharon junto a él. Santana sentía que la nueva nación no podía sobrevivir sin ser anexada a España, que los independentistas trinitarios no aceptaron.
  • He relentlessly arrested or exiled members of La Trinitaria. La primera persona que fue forzada fuera del país fue Juan Pablo Duarte, fundador de la nueva República Dominicana. Murió siniestro en Caracas.
  • Después de la campaña de 1849, el conflicto entre Pedro Santana y el legendario héroe de guerra francés-dominicano, el general Antonio Duvergé aumentó. Duvergé fue acusado de conspiración contra el gobierno de Santana y fue ejecutado con su hijo de veintitrés años, Alcides Duvergé el 11 de abril de 1855. Duvergé fue uno de los líderes más destacados del ejército dominicano, su ejecución causó ondas alrededor de la comunidad dominicana.
  • Santana atacó a María Trinidad Sánchez, la primera heroína de la República y tía de Francisco del Rosario Sánchez de los Padres Fundadores de la nación. Ella y Concepción Bona hicieron la primera bandera nacional. Santana la encarceló, la torturó y la condenó a muerte cuando se negó a nombrar "conspiradores" contra él en la nueva república independiente. Exactamente un año después de la proclamación de la independencia (27 de febrero de 1845) María Trinidad Sánchez fue ejecutada por un pelotón de fusilamiento. Esto la convirtió en la primera (pero no la última) mártir femenina de la república. 16 años después, en 1861, Francisco del Rosario Sánchez sufriría un destino similar. Ingresó a la nación a través de Haití para enfrentar la anexión, pero cayó en una emboscada, instigada por los seguidores de Santana, y fue condenado a muerte en un juicio militar ilegal. Sánchez fue aclamado como el "Hero de El Cercado".

En la época contemporánea, surgió el debate sobre su reputación. En 2018, historiadores y congresistas del país se reunieron para debatir si los restos de Pedro Santana debían o no conservarse en el Panteón Nacional. Fueron diez panelistas de lo que se denominó Primer Foro de la Facultad de Historia y Antropología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD): “Santana, ¿fuera o dentro del Panteón Nacional?” Sólo dos de ellos optaron por defender la figura de héroe atribuida al primer presidente de la República. Los ocho restantes coinciden en señalarle como un tirano que actuó siempre en defensa de los grupos conservadores que representaba. “No fue un traidor porque no era un patriota”, afirmó el historiador y director del Archivo General de la Nación, Roberto Cassá.

El también historiador y profesor José Vásquez enfatizó la frase al indicar que Santana “no es un traidor porque nunca creyó en la independencia”. De hecho, nunca usó esa palabra, sino que habló de separación”. Ambos están a favor de que los restos de Santana sean retirados del Panteón Nacional, para que estén junto a los de las mismas personas que mató. El primero en hablar fue el senador Dionis Sánchez, proponente de un proyecto de ley que se considera en el Congreso Nacional para que los restos salgan del Panteón Nacional. Además de citar los hechos ocurridos el 19 de marzo de 1844, que le valieron la fama a Santana, el legislador también recordó los decretos 2140 de 1972 y 1383 de 1975, con los que el entonces gobierno de Joaquín Balaguer ordenó el traslado de los restos de Santana desde El Seibo al Panteón Nacional, hecho ocurrido el 27 de febrero de 1976. "Pedro Santana fue un hijo de su tiempo, cometió crímenes y realizó persecuciones y traicionó a más de uno, fue implacable, brutal y atroz , pero no hay duda de que sus acciones en defensa del país en momentos tan críticos fueron trascendentales."

Álvaro Caamaño, con una postura similar, recordó que el tres veces presidente del país no fue el único que combatió en la Batalla de Azua, y que siempre actuó con una visión equivocada de lo que era la República. Cuestionó la gloria militar y la idea de una figura invencible que se le atribuía, a la que calificó de mito. Mientras que el historiador Cassá abunda en que Santana gozó de una mistificación histórica, una “especie de extraordinaria falsificación desatinada” que comenzó desde su gestión dictatorial y contribuyó a la anexión de 1861. Considera que la invencibilidad del personaje no es necesaria y que no es más que un mito construido por una corriente política. Considera que el reclamo de Balaguer se debió a una estrategia de legalización política de la cadena de autócratas que han gobernado el país y de la cual el líder reformista formó parte.

Los profesores Henry Cuello y Manuel Otilio Pérez se pronunciaron a favor de Santana. El primero insistió en la necesidad de estudiar al personaje a partir de los acontecimientos que rodearon su vida, mientras que el segundo destacó su gloria militar y cuestionó los datos sesgados dados sobre el tema. Recordó que durante la Batalla de Las Carreras, Santana fue llamado de “surgiendo para anotar un juego perdido y lo ganó”. Por eso defiende que sus restos permanezcan en el Panteón Nacional.

Familia y matrimonios

Santana tenía dos hermanos, Ramón (n. 29 de junio de 1801) —su hermano gemelo— y Florencio (n. 14 de noviembre de 1805) —que era paralítico, mudo y enfermo mental.

Pedro Santana estaba comprometido con María del Carmen Ruiz, una belleza local, quien fue arrojada de su caballo, muriendo instantáneamente, cuando su caballo se espantó cuando ella regresaba a El Seybo de una peregrinación al santuario de Nuestra Señora de la Altagracia en Higüey. La muerte de su prometida sumió a Santana en una profunda depresión. Su hermano gemelo Ramón, convenció a Pedro para que lo acompañara en una visita a su prometida Froilana Febles, que vivía en El Seybo. Durante sus visitas a su futura cuñada, Pedro se enamoró de la futura suegra de su hermano, Micaela Antonia del Rivero, mucho mayor, viuda del muy rico Miguel Febles. Esto significó que Froilana Febles se convirtiera al mismo tiempo en cuñada e hijastra de Pedro Santana, mientras que Micaela del Rivero se convirtiera en cuñada y suegra de Ramón Santana. El matrimonio Santana-del Rivero fue muy infeliz, pero le dio a Pedro Santana influencia y poder en la región Sureste.

Su hermano Ramón murió el 15 de junio de 1844 durante la Guerra Revolucionaria de Independencia.

Después de la muerte de su primera esposa (su esposa murió el 12 de diciembre de 1854), Pedro Santana se volvió a casar, esta vez con Ana Zorrilla, otra viuda mayor y rica. Debido a sus matrimonios con mujeres mayores, no tuvo hijos legítimos.

Descendientes colaterales

A través del matrimonio de Ramón Santana con Froilana Febles, Pedro Santana tuvo 3 sobrinos: Manuel (n. 24 de marzo de 1833), Francisco y Rafael Santana (n. 1834-5), y una sobrina, María de Los Ángeles Santana (n. 1844), quien heredó muchas de las propiedades de Santana.

Entre los descendientes de Rafael Santana y su esposa Paula Bobadilla se encuentran el cardenal Octavio Beras y el comediante Freddy Beras-Goico. La actriz Gaby Desangles [es] es tercera tataranieta de Rafael Santana y cuarta tataranieta de Pedro Santana.

Descendientes de su sobrina, María de los Ángeles Santana Febles, y su esposo Isidoro Durán incluyen al ministro y exsenador José Ignacio Paliza, la diplomática Patricia Villegas y el congresista Orlando Jorge Villegas.

Últimos años

Pedro Santana murió en la ciudad de Santo Domingo el 14 de junio de 1864, poco después de haberle sido concedido el título hereditario de Marqués de las Carreras (28 de marzo de 1862), en reconocimiento a su victoria en la Batalla de Las Carreras, por la Reina Isabel II de España, y fue enterrado en la Fortaleza Ozama junto a la Torre del Homenaje. Desde 1978 sus restos reposan en el Panteón Nacional de la República Dominicana.

Santana murió sin hijos. Legó sus propiedades a sus sobrinos, a sus ahijados y a sus hijastros. Incluyó una pensión a su hermano discapacitado Florencio y a su tía Dominga Familia.

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