Litaí

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En la mitología griega, Litae (griego antiguo: Λιταί significa 'oraciones') eran personificaciones de oraciones ofrecidas en arrepentimiento y eran ministros del dios Zeus. Fueron descritas como ancianas cojeantes. Su número opuesto era Ate, el espíritu del engaño y la locura, en cuya estela siguieron.

Familia

Homero las describe como kourai "doncellas" de Zeus en lugar de thugateres "hijas", por lo que no está claro si eran sus hijas literales.

Esto es apoyado por Quintus Smyrnaeus, quien atestigua que eran hijos del rey de los dioses:

(Paris se dirige a su ex esposa Oinone): '¡No recuerdes esos dolores de celos, ni me dejes por un destino cruel para morir abatido a tus pies! Esto debería ofender a las Litai (Oraciones), las hijas del Tronador Zeus, cuya ira sigue al implacable orgullo con la venganza, y las Erinnys (Furia) ejecutan su ira.'

Mitología

Aparecen en la Ilíada de Homero en el Libro 9 como las hijas cojas y arrugadas de Zeus que siguen a la hija exiliada de Zeus, Atë ("Locura") como sanadoras, pero que no pueden seguir el ritmo de la veloz Atë. Traen una gran ventaja a quienes los veneran, pero si alguien los deshonra, acuden a Zeus y piden que Atë sea enviada contra esa persona.

(Habla el rey Agamenón) 'Los mismos inmortales pueden ser conmovidos; su virtud y honor y fuerza son mayores que las nuestras, y sin embargo, con sacrificios y ofrendas de cariño, con libaciones y con deleite, los hombres hacen retroceder incluso a los inmortales en súplica, cuando alguno hace mal y transgrede. Porque también están Litai (Espíritus de Oración), las hijas (kourai) del gran Zeus, y son cojos de los pies, y arrugados, y los ojos de reojo, que se afanan en su camino dejado muy atrás por el espíritu de la Ruina (Ate): pero ella, Ate (Ruina), es fuerte y sonido en sus pies, y por lo tanto supera con creces a todos los Litai (Oraciones), y gana en todos los países para desviar a los hombres; y las Litai (Oraciones) la siguen como sanadoras. Si un hombre venera a estas hijas de Zeus cuando se acercan, a tal hombre le sacan gran ventaja y escuchan su súplica; pero si un hombre los niega, y obstinadamente con una palabra dura rehúsa, ellos van a Zeus, hijo de Kronos, en súplica que Ate (Ruina) pueda tomar a este hombre, para que sea herido y castigado. Aquileo, pues: concédenos también a ti que las hijas de Zeus reciban su honor, que, por señoriales que sean, refrena la voluntad de los demás.

Se trata de una alegoría evidente sobre el supuesto poder de la oración para mitigar las desgracias a que nos ha llevado la propia locura.