Jaime Balmes

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Jaime Luciano Balmes y Urpiá (catalán: Jaume Llucià Antoni Balmes i Urpià; 28 de agosto de 1810 - 9 de julio de 1848) fue un filósofo, teólogo, apologista católico, sociólogo y escritor político español. Familiarizado con la doctrina de Santo Tomás de Aquino, Balmes fue un filósofo original que no pertenecía a ninguna escuela o corriente en particular, y fue llamado por Pío XII el Príncipe de la Apologética Moderna.

Biografía

Balmes nació en Vic, en la región de Cataluña en España y fue bautizado el mismo día en la catedral de esa ciudad con el nombre de Jaime Luciano Antonio. Murió en la misma ciudad.

En 1817, Balmes inicia sus estudios en el seminario de Vic: tres años de gramática latina, tres de retórica y, a partir de 1822, tres de filosofía. En 1825, en Solsona, recibió la tonsura de manos del obispo de esta ciudad, Manuel Benito Tabernero.

De 1825 a 1826, Balmes estudió cursos de Teología, también en el Seminario de Vic. Estudió cuatro cursos de Teología, gracias a una beca, en el Colegio de San Carlos de la Universidad de Cervera.

Durante dos años en 1830, a causa del cierre de la Universidad de Cervera, Balmes siguió estudiando en Vic, por su cuenta. El 8 de junio de 1833 se licenció en teología.

El 20 de septiembre de 1834, en la capilla del palacio episcopal de Vic, Balmes fue ordenado sacerdote por el obispo don Pablo de Jesús Corcuera. Continuó sus estudios de Teología y de Cánones, nuevamente en la Universidad de Cervera. Finalmente, en 1835, recibió el título de Doctor en Teología y Licenciado en Canónigos.

Balmes hizo entonces varios intentos de dar clases de forma oficial en la Universidad de Barcelona y no se involucró durante algún tiempo en la tutoría de Vic. Finalmente, el Ayuntamiento le nombra, en 1837, Catedrático de Matemáticas, cargo que ocupó durante cuatro años. En 1839 fallece su madre Teresa Urpiá. En 1841 se traslada a Barcelona.

Entonces, Balmes inició su actividad creativa y colaboró ​​en diversos periódicos y revistas: Paz, Madrid Católica, Civilización; y varios folletos que llaman la atención de los lectores.

A partir de 1841, su genio creativo "explotó" y desarrolló en unos meses muy activos sus escritos y su personalidad, que sería admirada en toda Europa.

El 7 de septiembre de 1844 escribió y publicó "La verdadera idea del valor, o reflexiones sobre el origen, la naturaleza y variaciones de los precios" en el que resolvía la paradoja del valor, introduciendo claramente la noción de uso marginal, se preguntaba Balmes., "¿Por qué una piedra preciosa tiene un valor más alto que un pedazo de pan?"

Habiendo atacado al regente Espartero, fue desterrado. A su regreso, fundó y editó El Pensamiento de la Nación, semanario católico y conservador; sin embargo, su fama se basa principalmente en El protestantismo comparado con el catolicismo en sus relaciones con la Civilización Europea (el protestantismo y el catolicismo comparados en sus efectos sobre la civilización de Europa), una hábil defensa del catolicismo sobre la base de que representa el espíritu de obediencia. u orden, en oposición al protestantismo, el espíritu de rebelión o anarquía. El libro se cita a menudo como un argumento contrario a los relatos históricos que se centran en el papel central reputado del pensamiento protestante en el desarrollo de la sociedad moderna.

Según la Encyclopædia Britannica, undécima edición:Las mejores de sus obras filosóficas, que son exposiciones claras del sistema de pensamiento escolástico, son la Filosofia Fundamental (Filosofía Básica), y el Curso de Filosofia Elemental (Un Curso de Filosofía Elemental), que tradujo al latín para su uso en seminarios..

Balmes argumentó a favor de la monarquía.

Murió de tuberculosis en Vic en 1848.

Pensamiento

Generalmente la filosofía de Balmes se entiende meramente como “filosofía del sentido común”, cuando en realidad es algo mucho más complejo. Tanto en Filosofía Fundamental como en Filosofía Elemental (siendo esta segunda obra más informativa) es el tema de la certeza.

Balmes divide la verdad en tres clases irreductibles, aunque hablamos de ella como si fuera una sola. Estas son las verdades subjetivas, las verdades racionales y las verdades objetivas. El primer tipo de verdad, la subjetiva, puede entenderse como una realidad presente para el sujeto, que es real pero depende de la percepción del hablante. Por ejemplo, afirmar que uno tiene frío o que uno tiene sed son verdades subjetivas. El segundo tipo, el racional, es la verdad lógica y matemática, tomando como ejemplo cualquier operación de este tipo. Finalmente, se entiende por verdad objetiva aquella que, aunque percibida por todos, no entra dentro de la categoría de verdad racional: afirmar que el cielo es azul, o que hay árboles en el bosque.

Los tres tipos de verdad son irreductibles, y los métodos de captación difieren de uno a otro. Por lo tanto, es necesario que la filosofía ante todo considere qué tipo de verdad estamos buscando.

Para Balmes no hay posibilidad de dudar de todo: al hacer tal afirmación, olvidamos que hay una serie de reglas de pensamiento que admitimos como verdades para poder dudar. De manera similar a lo planteado por San Agustín o Descartes, afirmar que dudamos implica necesariamente la certeza de que estamos dudando. De esta manera, la duda es también una certeza. Un auténtico escéptico radical es imposible, porque no existe la duda universal.

La certeza es natural e intuitiva como la duda, y anterior a la filosofía. Así, la certeza común y natural engloba también a la certeza filosófica cartesiana. Para llegar a esta certeza son necesarios los llamados "criterios", los medios por los cuales podemos acceder a la verdad. Hay muchos criterios para tener, también, varios tipos de verdades. Sin embargo, Balmes prefiere repartirlos en tres: los criterios de conciencia, los de evidencia y los de sentido común. Estos son los criterios para acceder a los tres tipos de verdad. Definir el corpus del pensamiento de Balmes como "filosofía del sentido común" no se debe tanto a su concepción del sentido común como inherente al quehacer filosófico, sino especialmente a su definición de este sentido como criterio para alcanzar una certeza. En este punto,

Por tanto, Balmes argumenta que la metafísica no debe sustentarse sólo en una columna, sino en tres que corresponden a las tres verdades: así, el principio de la conciencia cartesiana, el cogito ergo sum, es una verdad subjetiva, mientras que el principio de no contradicción aristotélico es verdaderamente racional. Finalmente, el sentido común, el instinto intelectual (quizás sea "instinto intelectual", un término más específico que "sentido común") presenta la llamada verdad objetiva. Es imposible encontrar una verdad común a los tres principios.

De esta forma, Balmes niega la exclusividad de las teorías de los filósofos: la filosofía es la plenitud del conocimiento natural, y tiene su raíz en el ser hombre. Afirmar, por ejemplo, que el "cogito" es el fundamento de la verdad y de la filosofía no es en sí mismo una afirmación errónea, porque es verdadero lo que afirma, pero falso lo que niega, porque además del "cogito" existen otras posibilidades. de fundación Balmes no reduce esta idea sólo al campo de la filosofía, sino que la extiende también al pensamiento humano en general.

De este modo, la tesis fundamental de Balmes es que no existe una fórmula de la que se pueda desprender el universo. No hay una verdad de la que surjan todas las demás. En este punto, los tres criterios se pueden definir más a fondo.

Conciencia

La conciencia es lo que notas en tu interior, lo que piensas y experimentas. Las sensaciones serían inútiles si no se experimentaran en la conciencia. Este criterio tiene varias características: la primera es el carácter subjetivo de la conciencia, es decir, nuestra percepción es la del fenómeno, no la de la realidad, aunque para Balmes la subjetividad no implica que la certeza alcanzada no sea cierta. También tiene la función de señalar o presentar. La conciencia no nos pone en contacto con la realidad exterior, ni con los demás (no podemos percibir -sí suponemos- la existencia de la conciencia en los demás), pero presenta hechos, es un absoluto que prescinde de las relaciones. La conciencia no tiene objetividad ni luz, es pura presencia.

Cuando el lenguaje expresa la conciencia, la traiciona, porque algo personal no puede expresarse a través de algo universal. El lenguaje es incapaz de expresar la conciencia pura, algo que sí puede hacer el arte, por ejemplo. Asimismo, la conciencia tampoco puede estar equivocada, porque no nos equivocamos sobre la experiencia de ella, aunque puede ser falible cuando deja su suelo para salir al exterior. No hay error en el fenómeno interno, pero quizás en su correspondencia con el exterior. Balmes, frente a la animaina machina cartesiana, defiende que los animales también tienen conciencia, pero en su caso se reduce a la sensación, y no a la intelectualización de la misma. Así, poseen sólo una conciencia directa, mientras que los humanos -para nuestra capacidad intelectiva- también poseen conciencia refleja,

Para Balmes, la conciencia es el fundamento de los demás criterios, y todos nacen necesariamente de ella.

Evidencia

A diferencia de la conciencia, la evidencia no es singular y contingente. La evidencia tiene universalidad y una necesidad lógica. Balmes divide entre dos tipos de evidencia, la inmediata y la mediata: la primera no requiere prueba, es un conocimiento a priori, como saber que todo objeto es igual a sí mismo. Por otro lado, la prueba mediata requiere demostración.

La evidencia no capta un hecho, sino que capta sus relaciones. Se capta que la idea del predicado está en el sujeto (similar al juicio analítico de Kant). Toda prueba se basa en el principio de no contradicción, y se reduce a lo analítico. Olvídate de los juicios sintéticos que no son exclusivamente racionales, no consideres que el criterio de evidencia va acompañado de los sentidos. Por tanto, para Balmes, el análisis de la conciencia es mejor que el análisis de la evidencia.

Instinto intelectual

El instinto intelectual nos da la correspondencia entre la idea y la realidad, no es un instinto animal, sino un instinto racional. A través de este instinto sabemos que lo que vemos existe, o al menos que hay una representación de lo que vemos. Este tipo de verdades son, por definición, más amplias que las verdades intelectuales de la evidencia. La misma verdad también se puede tener por medio de un instinto intelectual más que por un instinto: por poner un ejemplo, se puede saber si un negocio funciona o no a través de un estudio económico oa través de una intuición del sentido común. Así, en el sentido común, está el inconsciente -como las verdades morales, o las sensaciones- o lo que por el instinto intelectual vemos como evidente, por ejemplo, las verdades científicas. Es también a través de este instinto que conocemos verdades demostrables sin tener que probarlas,

Para Balmes, estos son los tres pilares de la metafísica. Para definirlo mejor, se hace un análisis del cogito ergo sum cartesiano, según el cual la afirmación del "pienso, luego existo" cartesiano es en principio una verdad de conciencia, luego transformada en una verdad intelectual de evidencia, una silogismo lógico cuya realidad se comprende a través de la intuición. Habiendo fundado el cogito en algo intelectual, Descartes cae en el riesgo de reducir el cogitoa algo lógico e intelectual. Por eso, para Balmes, la conciencia es el pilar fundamental de la metafísica, pero para él trasciende del "cogito" la clara y distinta idea cartesiana: la conciencia es el pilar porque es donde se vive y se da sentido a la experiencia.

Obras

  • La Religión Demostrada al Alcance de los Niños, La Sociedad de Operarios, 1847.
  • Consideraciones Políticas sobre la Situación de España, Imprensa de José Tauló, 1840.
  • Observaciones Sociales, Políticas y Económicas sobre los Bienes del Clero, Reimpreso en la Oficina de M. Brambila, 1842.
  • La Civilización, Tom. Yo, Tom. III, Brusi, 1841–1842.
  • El protestantismo comparado con el catolicismo en sus relaciones con la civilización europea, Tom. Yo, Tom. III, Tom. IV, José Tauló, 1842–1845.
  • El Criterio, A. Brusi, 1845.
  • El Pensamiento de la Nación; Periódico Religioso, Político y Literario, Tom. Yo, Tom. III, Imprensa de E. Aguado, 1844–46.
  • Cartas a un Escéptico en Materia de Religión, Impr. de A. Brusi, 1846.
  • Pío IX, Impr. y fundición de DE Aguado, 1847.
  • Escritos Políticos, Sociedad de Operarios del Mismo Arte, 1847.
  • Curso de Filosofía Elemental, Tom. II, impr. y Fondo. de E. Aguado, 1847.
  • Escritos Póstumos del Dr. D. Jaime Balmes, Imp. de A. Brusi, 1850.
  • Filosofía Fundamental, Tom. II, Garnier, 1852.
  • Poesías Póstumas, Imprensa del Diario de Barcelona, ​​1870.
  • Obras Completas del Dr. D. Jaime Balmes, Pbro. Primera Edición Crítica Ordenada y Anotada por el P. Ignacio Casanovas, SJ Biblioteca Balmes, 33 Vol., 1925.
  • "Verdadera idea del valor, o reflexiones sobre el origen, naturaleza y variedades de los precios", en Obra Completas, vol. 5, Madrid, CAV, 1949

Obras en traducción al inglés.

  • Civilización europea: el protestantismo y el catolicismo comparados en sus efectos sobre la civilización de Europa, Murphy & Co., 1850.
    • El protestantismo y el catolicismo comparados en sus efectos sobre la civilización de Europa' , J. Murphy, G. Quigley, 1851.
  • Filosofía fundamental, vol. II, D. y J. Sadlier & Co., 1858.
    • Filosofía fundamental, vol. II, D. y J. Sadlier & Co., 1871–1880.
  • Cartas a un escéptico sobre asuntos religiosos, William B. Kelly, 1875.
  • Elementos de lógica, P. O'Shea, 1876.
  • En Menczer, Béla, 1962. Pensamiento político católico, 1789–1848, University of Notre Dame Press.
    • "Fe y libertad", págs. 185–191.

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