Guerra de los Treinta Años

format_list_bulleted Contenido keyboard_arrow_down
ImprimirCitar

La Guerra de los Treinta Años de 1618 a 1648 fue una de las guerras más destructivas de la historia europea. Se estima que entre 4,5 y 8 millones de soldados y civiles murieron como resultado directo, mientras que algunas áreas de Alemania experimentaron una disminución de la población de más del 50%. Los conflictos relacionados incluyen la Guerra de los Ochenta Años, la Guerra de Sucesión de Mantua, la Guerra franco-española y la Guerra de Restauración portuguesa.

Hasta el siglo XX, el conflicto se consideraba parte de la lucha religiosa alemana iniciada por la Reforma del siglo XVI. La Paz de Augsburgo de 1555 dividió el Sacro Imperio Romano Germánico en estados luteranos y católicos, pero durante los siguientes 50 años, la expansión del protestantismo más allá de estos límites desestabilizó la autoridad imperial. Aunque la religión fue un factor significativo en el estallido de la guerra, los estudiosos generalmente creen que su alcance y extensión fueron impulsados ​​por la disputa por el dominio europeo entre los Habsburgo en Austria, España y la Casa de Borbón francesa.

La guerra comenzó en 1618 cuando Fernando II fue depuesto como rey de Bohemia y reemplazado por Federico V del Palatinado. Aunque la revuelta de Bohemia fue reprimida rápidamente, la lucha se expandió al Palatinado, cuya importancia estratégica atrajo a la República Holandesa y España, que luego se involucraron en la Guerra de los Ochenta Años. Dado que gobernantes externos ambiciosos como Christian IV de Dinamarca y Gustavus Adolphus de Suecia también tenían territorios dentro del Imperio, se unieron a la lucha en varios intervalos. La intervención extranjera repetida transformó lo que comenzó como una disputa dinástica interna en un conflicto europeo mucho más destructivo.

La primera fase de la guerra, que duró desde 1618 hasta 1635, fue principalmente una guerra civil entre miembros alemanes del Sacro Imperio Romano Germánico con poderes externos que desempeñaban papeles de apoyo. Después de 1635, el Imperio se convirtió en uno de los escenarios de una lucha más amplia entre Francia, apoyada por Suecia, y España en alianza con el emperador Fernando III. Esto concluyó con la Paz de Westfalia de 1648, cuyas disposiciones incluían una mayor autonomía dentro del Imperio para estados como Baviera y Sajonia, así como la aceptación de la independencia holandesa por parte de España. Al debilitar a los Habsburgo en relación con Francia, el conflicto alteró el equilibrio de poder europeo y sentó las bases para las guerras de Luis XIV.

Orígenes estructurales

La Paz de Passau de 1552 puso fin a la Guerra de Esmalcalda entre protestantes y católicos en el Sacro Imperio Romano Germánico, mientras que la Paz de Augsburgo de 1555 trató de evitar futuros conflictos fijando los límites existentes. Bajo el principio de cuius regio, eius religio, los estados eran luteranos, entonces la forma más común de protestantismo, o católicos, basados ​​en la religión de su gobernante. Otras disposiciones protegieron a minorías religiosas sustanciales en ciudades como Donauwörth y confirmaron la propiedad luterana de propiedades arrebatadas a la Iglesia Católica desde Passau.

El acuerdo se vio socavado por la expansión posterior a 1555 del protestantismo en áreas previamente designadas como católicas, así como por el crecimiento de las religiones reformadas no reconocidas por Augsburgo, especialmente el calvinismo, una teología vista con hostilidad tanto por luteranos como por católicos. Las disputas religiosas fueron reemplazadas cada vez más por diferentes objetivos económicos y políticos; La Sajonia luterana, Dinamarca-Noruega y Suecia compitieron entre sí y con el brandeburgo calvinista por el comercio del Báltico.

La gestión de estos problemas se vio obstaculizada por la naturaleza fragmentada del Imperio y sus instituciones representativas, que incluían 300 estados imperiales distribuidos en Alemania, los Países Bajos, el norte de Italia, así como Alsacia y Franche-Comté en la Francia moderna. Varían en tamaño e importancia desde los siete príncipes electores que votaron por el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico hasta los príncipes-obispados y las ciudades imperiales como Hamburgo. Además, cada uno pertenecía a un círculo imperial regional, que se centraba en la defensa y los impuestos y, a menudo, operaba como organismos autónomos. Por encima de ellos se sentaba la Dieta Imperial, que antes de 1663 se reunía de manera irregular y era principalmente un foro de discusión, más que de legislación.

Aunque se elegían emperadores, desde 1440 el cargo lo ocupaba un miembro de la familia Habsburgo. El terrateniente individual más grande del Sacro Imperio Romano Germánico, controlaba territorios que contenían más de ocho millones de súbditos, incluidos Austria, Bohemia y Hungría. También gobernaron España hasta 1556 cuando los dos imperios se dividieron, aunque España retuvo estados imperiales como Milán y Franche-Comté. Si bien los Habsburgo austriacos y españoles a menudo trabajaron juntos, sus objetivos no siempre se alinearon. El Imperio español era una superpotencia marítima mundial cuyas posesiones incluían los Países Bajos españoles, Milán, el Reino de Nápoles, Filipinas y gran parte de las Américas. En contraste, Austria era una potencia terrestre, cuyo enfoque estratégico era asegurar una posición preeminente en Alemania y su frontera oriental contra el Imperio Otomano.

Antes de Augsburgo, la unidad de religión compensaba la falta de una autoridad central fuerte; una vez eliminado, presentaba oportunidades para aquellos que buscaban debilitarlo aún más. Estos incluían estados imperiales ambiciosos como la Sajonia luterana y la Baviera católica, así como Francia, confrontada por las tierras de los Habsburgo en sus fronteras al norte, al sur ya lo largo de los Pirineos. Dado que muchos gobernantes extranjeros también eran príncipes imperiales, las divisiones dentro del Imperio atrajeron a poderes externos como Christian IV de Dinamarca, quien se unió a la guerra en 1625 como duque de Holstein-Gottorp.

Antecedentes: 1556 a 1618

Las disputas ocasionalmente resultaron en conflictos a gran escala como la Guerra de Colonia de 1583 a 1588, causada cuando su gobernante se convirtió al calvinismo. Más comunes fueron eventos como la 'Batalla de las Banderas' de 1606 en Donauwörth, cuando estallaron disturbios después de que la mayoría luterana bloqueó una procesión religiosa católica. El emperador Rodolfo aprobó la intervención del católico Maximiliano de Baviera. A cambio, se le permitió anexar la ciudad y, según lo acordado en Augsburgo, la religión oficial cambió de luterana a católica.

Cuando se abrió la Dieta Imperial en febrero de 1608, tanto luteranos como calvinistas se unieron para exigir la reconfirmación formal del asentamiento de Augsburgo. Sin embargo, a cambio, el heredero de los Habsburgo, el archiduque Fernando, exigió la restauración inmediata de todos los bienes tomados de la iglesia católica desde 1555, en lugar de la práctica anterior según la cual los tribunales dictaminaban caso por caso. Esto amenazó a todos los protestantes, paralizó la Dieta y eliminó la percepción de neutralidad imperial.

La pérdida de fe en la autoridad central significó que los pueblos y los gobernantes comenzaran a fortalecer sus fortificaciones y ejércitos; los viajeros externos a menudo comentaban sobre la creciente militarización de Alemania en este período. Esto dio un paso más en 1608 cuando Federico IV, Elector Palatino formó la Unión Protestante y Maximiliano respondió estableciendo la Liga Católica en julio de 1609. Ambas estructuras fueron diseñadas principalmente para apoyar las ambiciones dinásticas de sus líderes, pero su creación se combinó con la Guerra de Sucesión de Jülich de 1609 a 1614 para aumentar las tensiones en todo el Imperio. Algunos historiadores que ven la guerra principalmente como un conflicto europeo argumentan que Jülich marca su comienzo, con España y Austria apoyando al candidato católico, Francia y la República Holandesa al protestante.

Las potencias externas se vieron envueltas en lo que fue una disputa interna alemana debido a la inminente expiración de la Tregua de los Doce Años de 1609, que suspendió la Guerra de los Ochenta Años entre España y la República Holandesa. Antes de reiniciar las hostilidades, Ambrosio Spinola, comandante en los Países Bajos españoles, necesitaba asegurar el Camino Español, una ruta terrestre que conectaba las posesiones de los Habsburgo en Italia con Flandes. Esto le permitió mover tropas y suministros por carretera, en lugar de por mar, donde dominaba la armada holandesa; en 1618, la única parte no controlada por España pasaba por el Palatinado Electoral.

Dado que el emperador Matías no tenía hijos sobrevivientes, en julio de 1617 Felipe III de España acordó apoyar la elección de Fernando como rey de Bohemia y Hungría. A cambio, Fernando hizo concesiones a España en el norte de Italia y Alsacia y acordó apoyar su ofensiva contra los holandeses. Cumplir estos compromisos requería su elección como Emperador, lo que no estaba garantizado; una alternativa fue Maximiliano de Baviera, que se opuso al aumento de la influencia española en una zona que consideraba suya, y trató de crear una coalición con Sajonia y el Palatinado para apoyar su candidatura.

Un tercer candidato fue el calvinista Federico V, Elector Palatino, quien sucedió a su padre en 1610, luego en 1613 se casó con Isabel Estuardo, hija de Jaime I de Inglaterra. Cuatro de los electores eran católicos, tres protestantes; si esto pudiera cambiarse, podría resultar en un emperador protestante. Cuando Fernando fue elegido rey de Bohemia en 1617, obtuvo el control de su voto electoral; sin embargo, su catolicismo conservador lo hizo impopular entre la nobleza mayoritariamente protestante, que también estaba preocupada por la erosión de sus derechos. En mayo de 1618, estos factores se combinaron para provocar la Revuelta de Bohemia.

Fase I: 1618 a 1635

La rebelión bohemia

Ferdinand, educado por los jesuitas, afirmó una vez que preferiría ver sus tierras destruidas antes que tolerar la herejía por un solo día. Nombrado para gobernar el Ducado de Estiria en 1595, en dieciocho meses eliminó el protestantismo en lo que antes era un bastión de la Reforma. Centrados en recuperar los Países Bajos, los Habsburgo españoles prefirieron evitar antagonizar a los protestantes en otros lugares y reconocieron los peligros asociados con el ferviente catolicismo de Fernando, pero aceptaron la falta de alternativas.

Fernando reconfirmó las libertades religiosas protestantes cuando fue elegido rey de Bohemia en mayo de 1617, pero su historial en Estiria hizo sospechar que solo estaba esperando la oportunidad de revocarlas. Estas preocupaciones se exacerbaron cuando una serie de disputas legales sobre la propiedad se decidieron a favor de la Iglesia Católica. En mayo de 1618, los nobles protestantes dirigidos por el Conde Thurn se reunieron en el Castillo de Praga con los dos representantes católicos de Fernando, Vilem Slavata y Jaroslav Borzita. En lo que se conoció como la Tercera Defenestración de Praga, los dos hombres y su secretario Philip Fabricius fueron arrojados por las ventanas del castillo, aunque los tres sobrevivieron.

Thurn estableció un gobierno dominado por los protestantes en Bohemia, mientras que los disturbios se expandieron a Silesia y al corazón de los Habsburgo de la Baja y Alta Austria, donde gran parte de la nobleza también era protestante. Perder el control de estos amenazaba a todo el estado de los Habsburgo, mientras que Bohemia era una de las áreas más prósperas del Imperio y su voto electoral era crucial para asegurar que Fernando sucediera a Matías como emperador. La combinación significó que su reconquista era vital para los Habsburgo austriacos, pero la debilidad financiera crónica los dejó dependientes de Maximiliano y España para obtener los recursos necesarios para lograrlo.

La participación española inevitablemente atrajo a los holandeses y potencialmente a Francia, aunque Luis XIII, fuertemente católico, se enfrentó a sus propios rebeldes protestantes en casa y se negó a apoyarlos en otros lugares. La revuelta también brindó oportunidades para los oponentes externos de los Habsburgo, incluidos el Imperio Otomano y Saboya. Financiado por Federico y el duque de Saboya, se envió un ejército mercenario al mando de Ernst von Mansfeld para apoyar a los rebeldes bohemios. Los intentos de Maximiliano y Juan Jorge de Sajonia de negociar una solución negociada terminaron cuando Matías murió en marzo de 1619, ya que muchos creían que la pérdida de su autoridad e influencia había dañado fatalmente a los Habsburgo.

A mediados de junio de 1619, el ejército bohemio al mando de Thurn estaba fuera de Viena y, aunque la derrota de Mansfeld ante las fuerzas imperiales en Sablat lo obligó a regresar a Praga, la posición de Fernando siguió empeorando. Gabriel Bethlen, príncipe calvinista de Transilvania, invadió Hungría con el apoyo de los otomanos, aunque los Habsburgo los persuadieron para que evitaran involucrarse directamente; esto fue ayudado cuando los otomanos se involucraron en la guerra polaca de 1620, seguida por el conflicto de 1623 a 1639 con Persia.

El 19 de agosto, Bohemian Estates rescindió la elección de Fernando como rey en 1617 y ofreció formalmente la corona a Federico el 26; dos días después, Fernando fue elegido emperador, lo que hizo inevitable la guerra si Federico aceptaba. A excepción de Cristián de Anhalt, sus consejeros le instaron a rechazarlo, al igual que los holandeses, el duque de Saboya y su suegro Jaime. La Europa del siglo XVII era una sociedad altamente estructurada y socialmente conservadora, y su falta de entusiasmo se debió a las implicaciones de destituir a un gobernante elegido legalmente, independientemente de su religión.

Como resultado, aunque Federico aceptó la corona y entró en Praga en octubre de 1619, su apoyo se fue erosionando gradualmente durante los meses siguientes. En julio de 1620, la Unión protestante proclamó su neutralidad, mientras que Juan Jorge de Sajonia acordó respaldar a Fernando a cambio de la cesión de Lusacia y la promesa de salvaguardar los derechos de los luteranos en Bohemia. Maximiliano de Baviera financió un ejército combinado de la Liga Católica Imperial dirigido por el Conde Tilly y Carlos de Bucquoy, que primero pacificó la Alta y la Baja Austria, luego ocupó el oeste de Bohemia antes de marchar sobre Praga. Los bohemios, dirigidos por Christian de Anhalt, se movieron para bloquear el avance imperial y en noviembre de 1620 Tilly lo derrotó en la Batalla de la Montaña Blanca. Aunque lejos de ser decisivos, los rebeldes estaban desmoralizados por la falta de pago, la escasez de suministros y las enfermedades. mientras que el campo había sido devastado por las tropas imperiales. Frederick huyó de Bohemia y la revuelta se derrumbó.

La Campaña del Palatinado

Al abandonar a Federico, los príncipes alemanes esperaban restringir la disputa a Bohemia, pero las ambiciones dinásticas de Maximiliano lo hicieron imposible. En el Tratado de Munich de octubre de 1619, Fernando acordó transferir el voto electoral del Palatinado a Baviera y permitirle anexar el Alto Palatinado. Muchos protestantes apoyaron a Fernando porque se oponían a deponer al rey de Bohemia legalmente elegido y ahora se oponían a la destitución de Federico por los mismos motivos. Al hacerlo, convirtió el conflicto en una competencia entre la autoridad imperial y las "libertades alemanas", mientras que los católicos vieron la oportunidad de recuperar las tierras perdidas desde 1555. La combinación desestabilizó gran parte del Imperio.

La importancia estratégica del Palatinado y su proximidad al Camino de España atrajo a potencias externas; en agosto de 1620, los españoles bajo Spínola y Córdoba ocuparon el Bajo Palatinado. Jaime I de Inglaterra respondió a este ataque a su yerno enviando fuerzas navales para amenazar las posesiones españolas en las Américas y el Mediterráneo, y anunció que declararía la guerra si Spinola no retiraba sus tropas en la primavera de 1621. Estas acciones fueron diseñado principalmente para aplacar a sus oponentes en el Parlamento, quienes consideraban su política pro-española una traición a la causa protestante. Sin embargo, el primer ministro español, Olivares, los interpretó correctamente como una invitación a abrir negociaciones y, a cambio de una alianza anglo-española, ofreció devolver a Federico a sus posesiones de Renania.

Dado que la demanda de Frederick de la restitución total de sus tierras y títulos era incompatible con el Tratado de Munich, las esperanzas de alcanzar una paz negociada se evaporaron rápidamente. A pesar de la derrota en Bohemia, los aliados de Frederick incluyeron a Georg Friedrich de Baden y Christian de Brunswick, mientras que los holandeses le brindaron apoyo militar después de que se reinició la Guerra de los Ochenta Años en abril de 1621 y su suegro James financió un ejército de mercenarios bajo Mansfeld. Sin embargo, su falta de coordinación condujo a una serie de derrotas de las fuerzas españolas y de la Liga Católica, incluida Wimpfen en mayo de 1622 y Höchst en junio. En noviembre de 1622, los imperialistas controlaban la mayor parte del Palatinado, además de Frankenthal, que estaba en manos de una pequeña guarnición inglesa al mando de Sir Horace Vere. Los restos del ejército de Mansfeld se refugiaron en la República Holandesa,

En una reunión de la Dieta Imperial en febrero de 1623, Fernando impuso disposiciones que transfirieron los títulos, las tierras y el voto electoral de Federico a Maximiliano. Lo hizo con el apoyo de la Liga Católica, a pesar de la fuerte oposición de los miembros protestantes, así como de los españoles. El Palatinado estaba claramente perdido; en marzo, James ordenó a Vere que entregara Frankenthal, mientras que la victoria de Tilly sobre Christian de Brunswick en Stadtlohn en agosto completó las operaciones militares. Sin embargo, la participación española y holandesa en la campaña fue un paso significativo en la internacionalización de la guerra, mientras que la destitución de Federico significó que otros príncipes protestantes comenzaran a discutir la resistencia armada para preservar sus propios derechos y territorios.

Intervención danesa (1625-1629)

With Saxony dominating the Upper Saxon Circle and Brandenburg the Lower, both kreis had remained neutral during the campaigns in Bohemia and the Palatinate. However, Frederick's deposition in 1623 meant John George of Saxony and the Calvinist George William, Elector of Brandenburg became concerned Ferdinand intended to reclaim formerly Catholic bishoprics currently held by Protestants. These fears seemed confirmed when Tilly restored the Roman Catholic Diocese of Halberstadt in early 1625.

Como duque de Holstein, Christian IV también era miembro del círculo de Baja Sajonia, mientras que la economía danesa dependía del comercio báltico y los peajes del tráfico a través del Øresund. En 1621, Hamburgo aceptó la "supervisión" danesa, mientras que su hijo Federico se convirtió en administrador conjunto de Lübeck, Bremen y Verden; la posesión aseguró el control danés de los ríos Elba y Weser.

Ferdinand había pagado a Wallenstein por su apoyo contra Frederick con propiedades confiscadas a los rebeldes bohemios, y ahora contrató con él para conquistar el norte sobre una base similar. En mayo de 1625, el kreis de Baja Sajonia eligió a Christian como su comandante militar, aunque no sin resistencia; Sajonia y Brandeburgo veían a Dinamarca y Suecia como competidores y querían evitar que ninguno de los dos se involucrara en el Imperio. Los intentos de negociar una solución pacífica fracasaron cuando el conflicto en Alemania se convirtió en parte de la lucha más amplia entre Francia y sus rivales de los Habsburgo en España y Austria.

En el Tratado de Compiègne de junio de 1624, Francia acordó subvencionar la guerra holandesa contra España durante un mínimo de tres años, mientras que en el Tratado de La Haya de diciembre de 1625, los holandeses e ingleses acordaron financiar la intervención danesa en el Imperio. Con la esperanza de crear una coalición más amplia contra Fernando, los holandeses invitaron a unirse a Francia, Suecia, Saboya y la República de Venecia, pero los acontecimientos los superaron. A principios de 1626, el cardenal Richelieu, principal artífice de la alianza, enfrentó una nueva rebelión hugonote en casa y en el Tratado de marzo de Monzón, Francia se retiró del norte de Italia, reabriendo el Camino Español.

Los subsidios holandeses e ingleses permitieron a Christian diseñar un ambicioso plan de campaña de tres partes; mientras dirigía la fuerza principal por el Weser, Mansfeld atacaría a Wallenstein en Magdeburg, apoyado por fuerzas dirigidas por Christian de Brunswick y Maurice de Hesse-Kassel. El avance se vino abajo rápidamente; Mansfeld fue derrotado en el puente de Dessau en abril, y cuando Maurice se negó a apoyarlo, Christian de Brunswick recurrió a Wolfenbüttel, donde murió de una enfermedad poco después. Los daneses fueron ampliamente derrotados en Lutter en agosto y el ejército de Mansfeld se disolvió tras su muerte en noviembre.

Muchos de los aliados alemanes de Christian, como Hesse-Kassel y Sajonia, tenían poco interés en reemplazar la dominación imperial por la danesa, mientras que se pagaron pocos de los subsidios acordados en el Tratado de La Haya. Carlos I de Inglaterra permitió que Christian reclutara hasta 9.000 mercenarios escoceses, pero tardaron en llegar y, aunque pudieron frenar el avance de Wallenstein, no fueron suficientes para detenerlo. A fines de 1627, Wallenstein ocupó Mecklenburg, Pomerania y Jutlandia y comenzó a hacer planes para construir una flota capaz de desafiar el control danés del Báltico. Fue apoyado por España, a quien brindó la oportunidad de abrir otro frente contra los holandeses.

En mayo de 1628, su adjunto von Arnim sitió Stralsund, el único puerto con instalaciones de construcción naval lo suficientemente grandes, pero esto llevó a Suecia a la guerra. El rey Gustavus Adolphus envió varios miles de tropas escocesas y suecas a Stralsund, comandadas por Alexander Leslie, quien también fue nombrado gobernador. Von Arnim se vio obligado a levantar el sitio el 4 de agosto, pero tres semanas después, Christian sufrió otra derrota en Wolgast. Inició negociaciones con Wallenstein, quien, a pesar de sus recientes victorias, estaba preocupado por la perspectiva de una intervención sueca y, por lo tanto, ansioso por hacer las paces.

Con los recursos austriacos estirados por el estallido de la Guerra de Sucesión de Mantua, Wallenstein persuadió a Ferdinand para que aceptara términos relativamente indulgentes en el Tratado de Lübeck de junio de 1629. Christian retuvo sus posesiones alemanas de Schleswig y Holstein, a cambio de renunciar a Bremen y Verden y abandonar el apoyo a los protestantes alemanes. Si bien Dinamarca mantuvo Schleswig y Holstein hasta 1864, esto terminó efectivamente con su reinado como el estado nórdico predominante.

Una vez más, los métodos utilizados para obtener la victoria explican por qué la guerra no terminó. Ferdinand le pagó a Wallenstein permitiéndole confiscar propiedades, extorsionar a los pueblos y permitir que sus hombres saquearan las tierras por las que pasaban, sin importar si pertenecían a aliados u oponentes. La ira por tales tácticas y su creciente poder llegó a un punto crítico a principios de 1628 cuando Fernando depuso al duque hereditario de Mecklenburg y nombró a Wallenstein en su lugar. Aunque la oposición a este acto unió a todos los príncipes alemanes independientemente de su religión, Maximiliano de Baviera se vio comprometido por su adquisición del Palatinado; mientras que los protestantes querían que se restaurara a Federico y la posición volviera a la de 1618, la Liga Católica abogó solo por antes de 1627.

Con un exceso de confianza por el éxito, en marzo de 1629 Fernando aprobó un Edicto de Restitución, que requería que todas las tierras tomadas de la iglesia católica después de 1555 fueran devueltas. Si bien técnicamente era legal, políticamente era extremadamente imprudente, ya que hacerlo alteraría casi todos los límites estatales en el norte y centro de Alemania, negaría la existencia del calvinismo y restauraría el catolicismo en áreas donde no había tenido una presencia significativa durante casi un siglo. Consciente de que ninguno de los príncipes involucrados estaría de acuerdo, Fernando utilizó el dispositivo de un edicto imperial, afirmando una vez más su derecho a modificar las leyes sin consultarlo. Este nuevo asalto a las "libertades alemanas" aseguró una oposición continua y socavó su éxito anterior.

Intervención sueca; 1630 a 1634

Gustavus pasó los años anteriores reorganizando y modernizando sus ejércitos durante la guerra de Suecia con Polonia-Lituania, gobernada por su primo católico Segismundo, que reclamaba el trono sueco y apoyado por tropas auxiliares imperiales. Dado que solo unos pocos estados protestantes como Hesse-Kassel todavía se oponían abiertamente a la consolidación del poder imperial, esto convirtió a Suecia en el aliado más obvio de Richelieu, cuya política declarada era "detener el curso del progreso español" y "proteger a sus vecinos del español". opresión".Con los recursos franceses inmovilizados en Italia, ayudó a negociar la Tregua de Altmark de septiembre de 1629 entre Suecia y Polonia, liberando a Gustavo para entrar en la guerra. En parte un deseo genuino de apoyar a sus correligionarios protestantes, como Christian, también quería maximizar su participación en el comercio báltico que proporcionaba gran parte de los ingresos de Suecia.

Tras negociaciones fallidas con el emperador, Gustavo aterrizó en Pomerania en junio de 1630 con casi 18.000 soldados suecos. Usando Stralsund como cabeza de puente, marchó hacia el sur a lo largo del Oder hacia Stettin y obligó a Bogislaw XIV, duque de Pomerania, a acordar una alianza que aseguró sus intereses en Pomerania contra su rival Segismundo. Como resultado, los polacos dirigieron su atención a Rusia, iniciando la Guerra de Smolensk de 1632 a 1634.

Sin embargo, las expectativas suecas de un amplio apoyo alemán resultaron poco realistas y, a fines de 1630, su único aliado nuevo era el administrador de Magdeburg, Christian William, cuya capital estaba sitiada por Tilly. A pesar de la devastación infligida a sus territorios por los soldados imperiales, tanto Sajonia como Brandeburgo tenían sus propias ambiciones en Pomerania, que chocaban con las de Gustavo; la experiencia previa también mostró que invitar a poderes externos al Imperio era más fácil que hacer que se fueran. Gustavo respondió moviendo sus tropas al sur de Brandeburgo, saqueando Küstrin y Frankfurt an der Oder, mientras que el saqueo de Magdeburgo en mayo resultó ser una poderosa herramienta de reclutamiento.

Una vez más, Richelieu utilizó el poder financiero francés para reconciliar las diferencias entre los príncipes suecos y alemanes; el Tratado de Bärwalde de 1631 proporcionó fondos para los suecos y sus aliados protestantes, incluidos Sajonia y Brandeburgo. Estos pagos ascendieron a 400.000 Reichstaler, o un millón de libras, por año, más 120.000 Reichstalers adicionales para 1630. Aunque menos del 2% del presupuesto estatal francés total, constituyó más del 25% del presupuesto sueco y permitió a Gustavus apoyar un ejército de 36.000. Obtuvo importantes victorias en Breitenfeld en septiembre de 1631, luego en Rain en abril de 1632, donde mataron a Tilly.

Después de la muerte de Tilly, Ferdinand recurrió una vez más a Wallenstein, quien se dio cuenta de que Gustavus estaba demasiado extendido y se estableció en Fürth, desde donde podía amenazar sus líneas de suministro. La batalla más grande de la guerra tuvo lugar a fines de agosto, cuando un asalto al campamento imperial en las afueras de la ciudad fue repelido con sangre, posiblemente el mayor error cometido por Gustavus durante su campaña alemana. Dos meses después, los suecos y los imperiales se encontraron en Lützen, donde ambos bandos sufrieron numerosas bajas; algunas unidades suecas sufrieron pérdidas de más del 60%, mientras que el adjunto de Wallenstein, Pappenheim, y el propio Gustavus murieron. La lucha continuó hasta el anochecer cuando Wallenstein se retiró, abandonando su artillería y herido.A pesar de sus derrotas, esto permitió a los suecos reclamar la victoria, aunque el resultado sigue en disputa.

Tras la muerte de Gustavo, la política sueca estuvo dirigida por su extremadamente capaz canciller Axel Oxenstierna; en abril de 1633, los suecos y sus aliados alemanes formaron la Liga de Heilbronn con fondos proporcionados por los franceses y en julio sus fuerzas combinadas derrotaron a un ejército imperial dirigido por el general bávaro Bronckhorst-Gronsfeld en Oldendorf. Lützen había impactado severamente el prestigio de Wallenstein, mientras que sus oponentes domésticos afirmaron que no apoyó a Bronckhorst-Gronsfeld. Combinado con los rumores de que se estaba preparando para cambiar de bando, el emperador Fernando ordenó su arresto en febrero de 1634; el 25 fue asesinado por sus propios oficiales en Cheb.

La pérdida de Wallenstein y su organización dejó al emperador Fernando dependiente del apoyo militar de España, cuya principal preocupación era reabrir el Camino Español para su campaña contra los holandeses. Esto significó que el foco de la guerra ahora se desplazó a Renania y Baviera. El cardenal infante Fernando de Austria, recién nombrado gobernador de los Países Bajos españoles, levantó un ejército de 18 000 en Italia, que se reunió con una fuerza imperial de 15 000 en Donauwörth el 2 de septiembre de 1634. Tres días después, obtuvieron una victoria decisiva en Nördlingen. que destruyó el poder sueco en el sur de Alemania y provocó la deserción de sus aliados alemanes, que ahora buscaban hacer las paces con el emperador.

Fase II; Francia se une a la guerra 1635 a 1648

Al desencadenar la intervención francesa directa, Nördlingen amplió el conflicto en lugar de ponerle fin. Richelieu proporcionó a los suecos nuevos subsidios, contrató mercenarios dirigidos por Bernardo de Sajonia-Weimar para una ofensiva en Renania y en mayo de 1635 declaró formalmente la guerra a España. Unos días después, los estados alemanes y Fernando acordaron la Paz de Praga; a cambio de retirar el Edicto de Restitución, las Ligas Católica y de Heilbronn fueron disueltas y reemplazadas por un solo ejército imperial, aunque Sajonia y Baviera mantuvieron el control de sus propias fuerzas. Esto generalmente se ve como el punto en el que la guerra dejó de ser un conflicto religioso principalmente entre alemanes.

En marzo de 1635, una fuerza francesa entró en Valtellina, cortando una vez más el vínculo entre el control español de Milán y el Imperio. En mayo, su ejército principal de 35.000 invadió los Países Bajos españoles, pero se vio obligado a retirarse en julio después de sufrir 17.000 bajas por enfermedad y deserción. Una ofensiva española en 1636 llegó a Corbie en el norte de Francia antes de que la falta de suministros los obligara a retirarse, y aunque causó pánico en París, el esfuerzo no se repitió. En el Tratado de Wismar de marzo de 1636, Francia se unió formalmente a la guerra en apoyo de Suecia, cuya pérdida de la mayoría de los territorios ganados por Gustavus junto con sus impuestos hizo que dependiera cada vez más de la financiación francesa.Aunque debilitado aún más por la deserción de la mayoría de sus aliados alemanes tras la Paz de Praga, en junio de 1636 un ejército sueco al mando de Johan Banér entró en Brandeburgo y derrotó a una fuerza imperial en la batalla de Wittstock el 4 de octubre, restableciendo su predominio en el Norte. -Alemania del Este.

Fernando II murió en febrero de 1637 y fue sucedido por su hijo Fernando III, que se enfrentaba a una situación militar en deterioro. En marzo de 1638, Bernardo destruyó un ejército imperial en Rheinfelden, mientras que su captura de Breisach en diciembre aseguró el control francés de Alsacia y cortó el Camino Español. En octubre, von Hatzfeldt derrotó a una fuerza sueco-inglesa-palatina en Vlotho, pero el principal ejército imperial al mando de Matthias Gallas abandonó el noreste de Alemania a los suecos, incapaz de sostenerse en el área devastada. Banér derrotó a los sajones en Chemnitz en abril de 1639 y luego entró en Bohemia en mayo. Para recuperar la situación, Ferdinand desvió el ejército de Piccolomini de Thionville, poniendo fin a la cooperación militar directa entre Austria y España.

Creció la presión sobre el ministro español Olivares para hacer las paces, especialmente después de que los intentos de contratar auxiliares polacos resultaron infructuosos. Cortar el Camino Español había obligado a Madrid a reabastecer a sus ejércitos en Flandes por mar y en octubre de 1639 un gran convoy español fue destruido en la Batalla de los Downs por una flota holandesa, dirigida por Maarten Tromp. Los ataques holandeses a sus posesiones en África y las Américas provocaron disturbios en Portugal, entonces parte del Imperio español y, combinados con fuertes impuestos, provocaron revueltas en Portugal y Cataluña.Después de que los franceses capturaran Arrás en agosto de 1640 e invadieran Artois, Olivares argumentó que era hora de aceptar la independencia holandesa y evitar más pérdidas en Flandes. España siguió siendo una potencia formidable, pero ya no pudo subvencionar a Fernando, lo que afectó su capacidad para continuar la guerra.

Después de la muerte de Bernhard en julio de 1639, sus tropas se unieron al ejército sueco de Banér en una campaña ineficaz a lo largo del Weser, siendo el punto culminante un ataque sorpresa en enero de 1641 a la Dieta Imperial en Ratisbona. Obligado a retirarse, Banér llegó a Halberstadt en mayo, donde murió; a pesar de derrotar a una fuerza imperial en Wolfenbüttel en junio, sus tropas, en su mayoría alemanas, se amotinaron debido a la falta de pago. La situación se salvó con la llegada de Lennart Torstenson en noviembre con 7.000 reclutas suecos y suficiente dinero en efectivo para satisfacer a los amotinados.

La victoria francesa en Kempen en enero de 1642 fue seguida por la Segunda Breitenfeld en octubre de 1642, donde Torstenson infligió casi 10.000 bajas a un ejército imperial dirigido por el archiduque Leopoldo Guillermo de Austria. La captura de Leipzig en diciembre dio a los suecos una nueva base significativa en Alemania y, a pesar de que no lograron tomar Freiberg, en 1643 el ejército sajón se había reducido a unas pocas guarniciones aisladas. Fernando aceptó que ya no podía lograr sus objetivos por medios militares, pero al luchar esperaba evitar que los Estados Imperiales se unieran a las negociaciones con Francia y Suecia, lo que le permitiría representar personalmente al Imperio en su conjunto.

Esto parecía más alcanzable con la muerte de Richelieu en diciembre de 1642, seguido de Luis XIII el 14 de mayo de 1643, dejando como rey a su hijo de cinco años, Luis XIV. Sin embargo, las políticas de Richelieu fueron continuadas por su sucesor, el cardenal Mazarino, mientras que las ganancias francesas en Alsacia le permitieron volver a centrarse en la guerra contra España en los Países Bajos. El 19 de mayo, Condé obtuvo una contundente victoria sobre los españoles en Rocroi. Aunque su éxito fue menos significativo de lo que a menudo se suponía, ya que no tuvo un efecto inmediato sobre el control español del sur de los Países Bajos y los veteranos españoles capturados en Rocroi se intercambiaron rápidamente, acabó con todas las posibilidades de lanzar otra invasión de Francia desde los Países Bajos.

La incapacidad de Condé para aprovechar al máximo Rocroi se debió en parte a factores que afectaron a todos los combatientes. La devastación infligida por 25 años de guerra significó que los ejércitos pasaran más tiempo buscando comida que peleando, lo que los obligó a volverse más pequeños y más móviles con un énfasis mucho mayor en la caballería. También acortaba las temporadas de campaña, ya que la necesidad de recolectar forraje hacía que comenzaran más tarde, y las restringía a zonas de fácil abastecimiento, generalmente cercanas a los ríos. Además, los franceses tuvieron que reconstruir su ejército en Alemania después de que fuera destrozado por una fuerza imperial bávara dirigida por Franz von Mercy en Tuttlingen en noviembre.

Poco después de Rocroi, Ferdinand invitó a Suecia y Francia a asistir a las conversaciones de paz en las ciudades de Westfalia de Münster y Osnabrück, pero estas se retrasaron cuando Christian de Dinamarca bloqueó Hamburgo y aumentó los pagos de peajes en el Báltico. Esto afectó severamente a las economías holandesa y sueca y en diciembre de 1643 los suecos comenzaron la guerra de Torstenson al invadir Jutlandia, con los holandeses brindando apoyo naval. Fernando reunió un ejército imperial al mando de Gallas para atacar a los suecos por la retaguardia, lo que resultó ser una decisión desastrosa. Dejando Wrangel para terminar la guerra en Dinamarca, en mayo de 1644 Torstenson marchó hacia el Imperio; Gallas no pudo detenerlo, mientras que los daneses pidieron la paz después de su derrota en Fehmarn en octubre de 1644.

En agosto de 1644, los ejércitos francés y bávaro se enfrentaron en la Batalla de Friburgo de tres días, en la que ambos bandos sufrieron numerosas bajas, pero generalmente se considera una victoria bávara por la mínima. Sus pérdidas convencieron a Maximiliano de que ya no se podía ganar la guerra y ahora presionó a Fernando para que terminara el conflicto. Poco después de que se reiniciaran las conversaciones de paz en noviembre, el ejército imperial de Gallas se desintegró y los restos se retiraron a Bohemia, donde Torstenson los dispersó en Jankau en marzo de 1645. En mayo, una fuerza bávara al mando de von Mercy destruyó un destacamento francés en Herbsthausen, antes de que él fue derrotado y asesinado en Second Nördlingen en agosto.Con Ferdinand incapaz de ayudar, John George de Sajonia firmó una tregua de seis meses con Suecia en septiembre, seguida por el Tratado de Eulenberg de marzo de 1646 en el que acordó permanecer neutral hasta el final de la guerra.

Ahora dirigidos por Wrangel, que había reemplazado a Torstenson, los suecos invadieron Baviera en el verano de 1646 y, para el otoño, Maximiliano estaba desesperado por poner fin a la guerra de la que era en gran parte responsable de iniciar. En este punto, los españoles publicitaron una oferta secreta de Mazarino para intercambiar la Cataluña ocupada por los franceses por los Países Bajos españoles. Enojados por lo que consideraban una duplicidad francesa, los holandeses acordaron una tregua con España en enero de 1647 y comenzaron a negociar términos de paz por separado. Al no poder adquirir los Países Bajos por vía diplomática, Mazarino decidió hacerlo por la fuerza y ​​para liberar recursos, el 14 de marzo de 1647 firmó la Tregua de Ulm con Baviera, Colonia y Suecia.

La ofensiva iba a ser dirigida por Turenne, comandante francés en Renania, pero el plan fracasó cuando sus tropas, en su mayoría alemanas, se amotinaron, mientras que el general bávaro Johann von Werth se negó a cumplir la tregua. Aunque los motines fueron reprimidos rápidamente, Maximiliano se sintió obligado a seguir el ejemplo de Werth y en septiembre ordenó a Bronckhorst-Gronsfeld que combinara los restos del ejército bávaro con las tropas imperiales al mando de von Holzappel. Superados en número por un ejército franco-sueco dirigido por Wrangel y Turenne, fueron derrotados en Zusmarshausen en mayo de 1648 y von Holzappel fue asesinado. Aunque el grueso del ejército imperial escapó gracias a una eficaz acción de retaguardia de Raimondo Montecuccoli, Baviera quedó indefensa una vez más.

Los suecos enviaron una segunda fuerza al mando de von Königsmarck para atacar Praga, tomando el castillo y el distrito de Malá Strana en julio. El objetivo principal era obtener el mayor botín posible antes de que terminara la guerra; no pudieron tomar el casco antiguo, pero capturaron la biblioteca imperial, junto con tesoros que incluyen el Codex Gigas, ahora en Estocolmo. Cuando una ofensiva española en Flandes terminó con la derrota en Lens en agosto de 1648, Fernando finalmente acordó los términos y el 24 de octubre firmó tratados de paz con Francia y Suecia, poniendo fin a la guerra.

El conflicto fuera de Alemania

Norte de italia

Partes del norte de Italia, que formaban parte del Reino de Italia, habían sido disputadas por Francia y los Habsburgo desde finales del siglo XV, ya que era vital para el control del suroeste de Francia, un área con una larga historia de oposición. a las autoridades centrales. Si bien España siguió siendo dominante en Lombardía y en el sur de Italia, su dependencia de largas líneas exteriores de comunicación era una debilidad potencial. Esto se aplicaba particularmente a la Ruta Española, que les permitía trasladar con seguridad a los reclutas y suministros desde el Reino de Nápoles a través de Lombardía hasta su ejército en Flandes. Los franceses intentaron interrumpir el Camino atacando el Ducado de Milán en poder de los españoles o bloqueando los pasos alpinos a través de alianzas con los Grisones.

Un territorio subsidiario del Ducado de Mantua era Montferrat y su fortaleza de Casale Monferrato, cuya posesión permitía al titular amenazar Milán. Su importancia significó que cuando el último duque en la línea directa murió en diciembre de 1627, Francia y España respaldaron a los reclamantes rivales, lo que resultó en la Guerra de Sucesión de Mantua de 1628 a 1631. El duque de Nevers, nacido en Francia, estaba respaldado por Francia y la República de Venecia, su rival, el duque de Guastalla, por España, Fernando II, Saboya y Toscana. Este conflicto menor tuvo un impacto desproporcionado en la Guerra de los Treinta Años, ya que el Papa Urbano VIII vio la expansión de los Habsburgo en Italia como una amenaza para los Estados Pontificios. El resultado fue dividir a la iglesia católica, alienar al Papa de Fernando II y hacer aceptable que Francia empleara aliados protestantes en su contra.

En marzo de 1629, los franceses asaltaron las posiciones saboyanas en el Paso de Suse, levantaron el sitio español de Casale y capturaron Pinerolo. El Tratado de Suza luego cedió las dos fortalezas a Francia y permitió a sus tropas el paso sin restricciones a través del territorio de Saboya, dándoles el control sobre el Piamonte y los pasos alpinos hacia el sur de Francia.Sin embargo, tan pronto como el principal ejército francés se retiró a finales de 1629, los españoles y los saboyanos sitiaron Casale una vez más, mientras que Fernando II proporcionó mercenarios alemanes para apoyar una ofensiva española que derrotó al principal ejército de campaña veneciano y obligó a Nevers a abandonar Mantua. En octubre de 1630, la posición francesa parecía tan precaria que sus representantes acordaron el Tratado de Ratisbona, pero dado que los términos destruyeron efectivamente la política de Richelieu de oponerse a la expansión de los Habsburgo, nunca fue ratificado.

Varios factores restauraron la posición francesa en el norte de Italia, en particular un devastador brote de peste; entre 1629 y 1631, más de 60.000 murieron en Milán y 46.000 en Venecia, con pérdidas proporcionales en otros lugares. Richelieu aprovechó el desvío de recursos imperiales de Alemania para financiar una invasión sueca, cuyo éxito obligó a la alianza hispano-saboyana a retirarse de Casale y firmar el Tratado de Cherasco en abril de 1631. Nevers fue confirmado como duque de Mantua y aunque el representante de Richelieu, el cardenal Mazarino, acordó evacuar Pinerolo, luego fue devuelto en secreto bajo un acuerdo con Víctor Amadeo I, duque de Saboya. Con la excepción de la Guerra Civil Piamontesa de 1639 a 1642, esto aseguró la posición francesa en el norte de Italia durante los siguientes veinte años.

Después del estallido de la guerra franco-española en 1635, Richelieu apoyó una renovada ofensiva de Víctor Amadeus contra Milán para inmovilizar los recursos españoles. Estos incluyeron un ataque fallido a Valenza en 1635, además de victorias menores en Tornavento y Mombaldone. Sin embargo, la alianza contra los Habsburgo en el norte de Italia se desmoronó cuando Carlos de Mantua murió en septiembre de 1637 y luego Víctor Amadeo en octubre, cuya muerte condujo a una lucha por el control del estado de Saboya entre su viuda Cristina de Francia y sus hermanos, Tomás. y Mauricio.

En 1639, su disputa estalló en una guerra abierta, con Francia apoyando a Christine y España a los dos hermanos, y resultó en el Sitio de Turín. Uno de los eventos militares más famosos del siglo XVII, en una etapa contó con nada menos que tres ejércitos diferentes asediándose entre sí. Sin embargo, las revueltas en Portugal y Cataluña obligaron a los españoles a cesar sus operaciones en Italia y la guerra se resolvió en términos favorables para Cristina y Francia.

En 1647, una rebelión respaldada por Francia logró derrocar temporalmente el dominio español en Nápoles. Los españoles aplastaron rápidamente la insurrección y restauraron su dominio sobre todo el sur de Italia, derrotando a múltiples fuerzas expedicionarias francesas enviadas para respaldar a los rebeldes. Sin embargo, expuso la debilidad del dominio español en Italia y la alienación de las élites locales de Madrid; en 1650, el gobernador de Milán escribió que, además del descontento generalizado en el sur, el único de los estados italianos en el que se podía confiar era el ducado de Parma.

Cataluña

A lo largo de la década de 1630, los aumentos de impuestos recaudados para pagar la guerra provocaron protestas en todo el territorio español, que en 1640 dieron lugar a revueltas simultáneas primero en Portugal y luego en el Principado de Cataluña. Respaldados por Francia como parte de la 'guerra por distracción' de Richelieu, en enero de 1641 los rebeldes proclamaron una República Catalana. El gobierno de Madrid reunió rápidamente un ejército de 26.000 hombres para aplastar la revuelta, que derrotó a los rebeldes en Martorell el 23 de enero de 1641. Los franceses persuadieron a las cortes catalanas para que reconocieran a Luis XIII como conde de Barcelona y gobernante de Cataluña.

El 26 de enero, una fuerza combinada franco-catalana derrotó a un ejército español más grande en Montjuïc y aseguró Barcelona. Sin embargo, los rebeldes pronto descubrieron que la nueva administración francesa difería poco de la anterior, convirtiendo la guerra en una competencia a tres bandas entre la élite franco-catalana, el campesinado rural y los españoles. Hubo pocas luchas serias después de que Francia tomó el control de Perpiñán y Rosellón, estableciendo la moderna frontera franco-española en los Pirineos. La revuelta terminó en 1651 con la captura española de Barcelona.

Fuera de Europa

En 1580, Felipe II de España también se convirtió en gobernante del Imperio portugués, creando la Unión Ibérica; rivales comerciales de larga data, la guerra entre Holanda y Portugal de 1602 a 1663 fue una rama de la lucha holandesa por la independencia de España. Los portugueses dominaron la economía transatlántica conocida como comercio triangular, en la que se transportaban esclavos desde África occidental y la Angola portuguesa para trabajar en plantaciones en el Brasil portugués, que exportaba azúcar y tabaco a Europa. Conocido por los historiadores holandeses como el "Gran Diseño", el control de este comercio no solo sería extremadamente rentable sino que también privaría a los españoles de los fondos necesarios para financiar su guerra en los Países Bajos.

La Compañía Holandesa de las Indias Occidentales se formó en 1621 para lograr este propósito y una flota holandesa capturó el puerto brasileño de Salvador, Bahía en 1624. Después de que los portugueses lo recuperaron en 1625, una segunda flota estableció el Brasil holandés en 1630, que no era regresó hasta 1654. La segunda parte fue apoderarse de los centros de comercio de esclavos en África, principalmente Angola y Santo Tomé; apoyado por el Reino de Kongo, cuya posición estaba amenazada por la expansión portuguesa, los holandeses ocuparon con éxito ambos en 1641.

La incapacidad o falta de voluntad de España para brindar protección contra estos ataques aumentó el resentimiento de los portugueses y fueron factores importantes en el estallido de la Guerra de Restauración portuguesa en 1640. Aunque finalmente fueron expulsados ​​​​de Brasil, Angola y Santo Tomé, los holandeses conservaron el Cabo de Buena Esperanza, así como como puestos comerciales portugueses en Malaca, la costa de Malabar, las Molucas y Ceilán.

Paz de Westfalia (1648)

La Paz de Westfalia en realidad consistió en tres acuerdos separados; la Paz de Münster entre España y la República Holandesa, el Tratado de Osnabrück entre el Imperio y Suecia, más el Tratado de Münster entre el Imperio y Francia. Las discusiones preliminares comenzaron en 1642 pero solo se volvieron serias en 1646; un total de 109 delegaciones asistieron en un momento u otro, con conversaciones divididas entre Münster y Osnabrück. Después de que los suecos rechazaran a Christian de Dinamarca como mediador, los negociadores finalmente acordaron con el legado papal Fabio Chigi y el enviado veneciano Alvise Contarini.

La Paz de Münster fue la primera que se firmó el 30 de enero de 1648 y se considera parte del asentamiento de Westfalia ya que la República Holandesa todavía era técnicamente parte de los Países Bajos españoles y, por lo tanto, territorio imperial. El tratado confirmó la independencia holandesa, aunque la Dieta Imperial no aceptó formalmente que ya no formara parte del Imperio hasta 1728. A los holandeses también se les otorgó el monopolio del comercio realizado a través del estuario del Escalda, asegurando el dominio comercial de Amsterdam; Amberes, capital de los Países Bajos españoles y anteriormente el puerto más importante del norte de Europa, no se recuperaría hasta finales del siglo XIX.

Las negociaciones con Francia y Suecia se llevaron a cabo junto con la Dieta Imperial y fueron discusiones de varios lados que involucraron a muchos de los estados alemanes. Esto resultó en los tratados de Münster y Osnabrück, haciendo las paces con Francia y Suecia respectivamente. Ferdinand se resistió a firmar hasta el último momento posible, y lo hizo el 24 de octubre solo después de una aplastante victoria francesa sobre España en Lens, y con las tropas suecas a punto de tomar Praga. Se ha argumentado que fueron un "punto de inflexión importante en la historia legal... alemana y europea", porque fueron más allá de los acuerdos de paz normales y efectuaron importantes cambios constitucionales y religiosos en el propio Imperio.

Los elementos clave de la Paz fueron las disposiciones que confirmaban la autonomía de los estados dentro del Imperio, incluida la aceptación de Fernando de la supremacía de la Dieta Imperial y aquellos que buscaban prevenir futuros conflictos religiosos. El artículo 5 volvió a confirmar el acuerdo de Augsburgo, estableció 1624 como base, o "Normaljahr", para determinar la religión dominante de un estado y garantizó la libertad de culto de las minorías religiosas. El artículo 7 reconoció al calvinismo como una fe reformada y eliminó el ius reformandi, el requisito de que si un gobernante cambiaba de religión, sus súbditos tenían que hacer lo mismo. Estos términos no se aplicaban a las tierras hereditarias de la monarquía de los Habsburgo, como la Baja y la Alta Austria.

In terms of territorial concessions, Brandenburg-Prussia received Farther Pomerania, and the bishoprics of Magdeburg, Halberstadt, Kammin, and Minden. Frederick's son Charles Louis regained the Lower Palatinate and became the eighth Imperial elector, although Bavaria kept the Upper Palatinate and its electoral vote. Externally, the treaties formally acknowledged the independence of the Dutch Republic and the Swiss Confederacy, effectively autonomous since 1499. In Lorraine, the Three Bishoprics of Metz, Toul and Verdun, occupied by France since 1552, were formally ceded, as were the cities of the Décapole in Alsace, with the exception of Strasbourg and Mulhouse. Sweden received an indemnity of five million thalers, the Imperial territories of Swedish Pomerania, and the Prince-bishoprics of Bremen and Verden, which also gave them a seat in the Imperial Diet.

The Peace was later denounced by Pope Innocent X, who regarded the bishoprics ceded to France and Brandenburg as property of the Catholic church, and thus his to assign. It also disappointed many exiles by accepting Catholicism as the dominant religion in Bohemia, Upper and Lower Austria, all of which were Protestant strongholds prior to 1618. Fighting did not end immediately, since demobilising over 200,000 soldiers was a complex business, and the last Swedish garrison did not leave Germany until 1654. In addition, Mazarin insisted on excluding the Burgundian Circle from the treaty of Münster, allowing France to continue its campaign against Spain in the Low Countries, a war that continued until the 1659 Treaty of the Pyrenees. The political disintegration of Poland-Lithuania led to the 1655 to 1660 Second Northern War with Sweden, which also involved Denmark, Russia and Brandenburg, while two Swedish attempts to impose its control on the port of Bremen failed in 1654 and 1666.

It has been argued the Peace established the principle known as Westphalian sovereignty, the idea of non-interference in domestic affairs by outside powers, although this has since been challenged. The process, or 'Congress' model, was adopted for negotiations at Aix-la-Chapelle in 1668, Nijmegen in 1678, and Ryswick in 1697; unlike the 19th century 'Congress' system, these were to end wars, rather than prevent them, so references to the 'balance of power' can be misleading.

Human and financial cost of the war

Historians often refer to the 'General Crisis' of the mid-17th century, a period of sustained conflict in states such as China, the British Isles, Tsarist Russia and the Holy Roman Empire. In all these areas, war, famine and disease inflicted severe losses on local populations. While the Thirty Years War certainly ranks as one of the worst of these events, 19th century nationalists often increased or exaggerated its impact to illustrate the dangers of a divided Germany. Suggestions of up to 12 million deaths from a population of 18 million are no longer accepted, while claims of material losses are either not supported by contemporary evidence or in some cases exceed prewar tax records.

By modern standards, the number of soldiers involved was relatively low but the conflict has been described as one of the greatest medical catastrophes in history. Battles generally featured armies of around 13,000 to 20,000 each, the largest being Alte Veste in 1632 with a combined 70,000 to 85,000. Estimates of the total deployed by both sides within Germany range from an average of 80,000 to 100,000 from 1618 to 1626, peaking at 250,000 in 1632 and falling to under 160,000 by 1648. Casualty rates could be extremely high; of 230 men conscripted from the Swedish village of Bygdeå between 1621 and 1639, 215 are recorded as dead or missing, while another five returned home crippled.

Until the mid-19th century, most soldiers died of disease; historian Peter Wilson, aggregating figures from known battles and sieges, gives a figure for those either killed or wounded in combat as around 450,000. Since experience shows two to three times that number either died or were incapacitated by disease, that would suggest total military casualties ranged from 1.3 to 1.8 million dead or otherwise rendered unfit for service. One estimate by Pitirim Sorokin calculates an upper limit of 2,071,000 military casualties, although his methodology has been widely disputed by others. In general, historians agree the war was an unprecedented mortality disaster and the vast majority of casualties, whether civilian or military, took place after Swedish intervention in 1630.

Based on local records, military action accounted for less than 3% of civilian deaths; the major causes were starvation (12%), bubonic plague (64%), typhus (4%), and dysentery (5%). Although regular outbreaks of disease were common for decades prior to 1618, the conflict greatly accelerated their spread. This was due to the influx of soldiers from foreign countries, the shifting locations of battle fronts and displacement of rural populations into already crowded cities. This was not restricted to Germany; disease carried by French and Imperial soldiers allegedly sparked the 1629–1631 Italian plague, leading to an estimated 280,000 deaths, the "worst mortality crisis to affect Italy during the Early modern period". Poor harvests throughout the 1630s and repeated plundering of the same areas led to widespread famine; contemporaries record people eating grass, or too weak to accept alms, while instances of cannibalism were common.

The modern consensus is the population of the Holy Roman Empire declined from 18 to 20 million in 1600 to 11 to 13 million in 1650, and did not regain pre-war levels until 1750. Nearly 50% of these losses appear to have been incurred during the first period of Swedish intervention from 1630 to 1635. The high mortality rate compared to the Wars of the Three Kingdoms in Britain may partly be due to the reliance of all sides on foreign mercenaries, often unpaid and required to live off the land. Lack of a sense of 'shared community' resulted in atrocities such as the destruction of Magdeburg, in turn creating large numbers of refugees who were extremely susceptible to sickness and hunger. While flight saved lives in the short-term, in the long run it often proved catastrophic.

In 1940, agrarian historian Günther Franz published a detailed analysis of regional data from across Germany covering the period from 1618 to 1648. Broadly confirmed by more recent work, he concluded "about 40% of the rural population fell victim to the war and epidemics; in the cities,...33%". These figures can be misleading, since Franz calculated the absolute decline in pre and post-war populations, or 'total demographic loss'. They therefore include factors unrelated to death or disease, such as permanent migration to areas outside the Empire or lower birthrates, a common but less obvious impact of extended warfare. There were also wide regional variations; some areas in Northwest Germany were relatively peaceful after 1630 and experienced almost no population loss, while those of Mecklenburg, Pomerania and Württemberg fell by nearly 50%.

Although some towns may have overstated their losses to avoid taxes, individual records confirm serious declines; from 1620 to 1650, the population of Munich fell from 22,000 to 17,000, that of Augsburg from 48,000 to 21,000. The financial impact is less clear; while the war caused short-term economic dislocation, especially in the period 1618 to 1623, overall it accelerated existing changes in trading patterns. It does not appear to have reversed ongoing macro-economic trends, such as the reduction of price differentials between regional markets, and a greater degree of market integration across Europe. The death toll may have improved living standards for the survivors; one study shows wages in Germany increased by 40% in real terms between 1603 and 1652.

Military Developments

Innovations made during the war by Gustavus in particular are considered part of the tactical evolution known as the "Military Revolution", although there is some debate as to whether tactics or technology were at the heart of these changes. These developments were popularised by Maurice of Orange in the 1590s and sought to increase infantry firepower by moving from massed columns to line formation. Gustavus refined these changes by reducing the ten ranks used by Maurice to six, while increasing the proportion of Musketeers to pikemen; in addition, each unit was equipped with quick-firing light artillery pieces on either flank. Perhaps the best example of their application in real life was the defeat of Tilly's traditionally organised army by the Swedes at Breitenfeld in September 1631.

Line formations were not always successful, as demonstrated by the victory of the supposedly obsolete Spanish tercios over the "new model" Swedish army at Nördlingen in 1634. They were also harder to co-ordinate in offensive operations; Gustavus compensated by requiring his cavalry to be far more aggressive, often employing his Finnish light cavalry or Hakkapeliitta as shock troops. He also used columns on occasion, including the failed assault at Alte Veste in September 1632. Columns continued to be viewed as more effective in offensive operations and were used by Napoleon throughout the latter stages of the Napoleonic Wars.

Such tactics needed professional soldiers, who could retain formation, reload and fire disciplined salvos while under attack, as well as the use of standardised weapons. The first half of the 17th century saw the publication of numerous instruction manuals showing the movements required, thirty-two for pikemen and forty-two for musketeers. The period needed to train an infantryman who could operate in this way was estimated as six months, although in reality many went into battle with far less experience. It also placed greater responsibility on junior officers who provided the vital links between senior commanders and the tactical unit. One of the first military schools designed to produce such men was set up at Siegen in 1616 and others soon followed.

On the other hand, strategic thinking failed to develop at the same pace. Historian Jeremy Black claims most campaigns were "inconclusive" and almost exclusively concerned with control of territory, rather than focused strategic objectives. The lack of connection between military and diplomatic goals helps explain why the war lasted so long and why peace proved so elusive. There were a number of reasons for this. When the Treaty of Westphalia was signed in 1648, the Franco-Swedish alliance still had over 84,000 men under arms on Imperial territory, their opponents around 77,000; while relatively small in modern terms, such numbers were unprecedented at the time. With the possible exception of Spain, the 17th century state could not support armies of this size, forcing them to depend on "contributions" levied or extorted from areas they passed through.

Obtaining supplies thus became the limiting factor in campaign planning, an issue that grew more acute later in the war when much of the Empire had already been fought over. Even when adequate provisions could be gathered, the next problem was getting them to the troops; to ensure security of supply, commanders were forced to stay close to rivers, then the primary means of bulk transportation, and could not move too far from their main bases. Many historians argue feeding the troops became an objective in itself, unconnected to diplomatic goals and largely uncontrolled by their central governments. The result was "armies increasingly devoid of intelligible political objectives...degenerating into travelling armed mobs living in a symbiotic relationship with the countryside they passed through". This lack of connection often worked against the political aims of their employers; the devastation inflicted in 1628 and 1629 by Imperial troops on Brandenburg and Saxony, both nominally their allies, was a major factor in their support for Swedish intervention.

Social and cultural impact

It has been suggested the breakdown of social order caused by the war was often more significant and longer lasting than the immediate damage. The collapse of local government created landless peasants, who banded together to protect themselves from the soldiers of both sides, and led to widespread rebellions in Upper Austria, Bavaria and Brandenburg. Soldiers devastated one area before moving on, leaving large tracts of land empty of people and changing the eco-system. Food shortages were worsened by an explosion in the rodent population; Bavaria was overrun by wolves in the winter of 1638, and its crops destroyed by packs of wild pigs the following spring.

Contemporaries spoke of a 'frenzy of despair' as people sought to make sense of the relentless and often random bloodshed unleashed by the war. Attributed by religious authorities to divine retribution for sin, other attempts to identify a supernatural cause led to a series of Witch-hunts, beginning in Franconia in 1626 and quickly spreading to other parts of Germany. They began in the Bishopric of Würzburg, an area with a history of such events going back to 1616 and now re-ignited by Bishop von Ehrenberg, a devout Catholic eager to assert the church's authority in his territories. By the time he died in 1631, over 900 people from all levels of society had been executed.

The Bamberg witch trials, held in the nearby Bishopric of Bamberg from 1626 to 1631, claimed over one thousand lives; in 1629, 274 died in the Eichstätt witch trials, plus another 50 in the adjacent Duchy of Palatinate-Neuburg. Elsewhere, persecution followed Imperial military success, expanding into Baden and the Palatinate following their reconquest by Tilly, then into the Rhineland. However, the extent to which they were symptomatic of the impact of the conflict on society is debatable, since many took place in areas relatively untouched by the war. Concerned their brutality would discredit the Counter-Reformation, Ferdinand ensured active persecution largely ended by 1630.

Although the war caused immense destruction, it has also been credited with sparking a revival in German literature, including the creation of societies dedicated to "purging of foreign elements" from the German language. One example is Simplicius Simplicissimus, often suggested as one of the earliest examples of the Picaresque novel; written by Hans Jakob Christoffel von Grimmelshausen in 1668, it includes a realistic portrayal of a soldier's life based on his own experiences, many of which are verified by other sources. Other less famous examples include the diaries of Peter Hagendorf, a participant in the Sack of Magdeburg whose description of the everyday brutalities of the war remain compelling.

For German, and to a lesser extent Czech writers, the war continued to be remembered as a defining moment of national trauma, the 18th century poet and playwright Friedrich Schiller being one of many to use it in their work. Variously known as the 'Great German War,' 'Great War' or 'Great Schism', for 19th and early 20th century German nationalists it showed the dangers of a divided Germany and was used to justify the creation of the German Empire in 1871, as well as the Greater Germanic Reich envisaged by the Nazis. Bertolt Brecht used it as the backdrop for his 1939 anti-war play Mother Courage and Her Children, while its enduring cultural resonance is illustrated by the novel Tyll; escrito por el autor austro-alemán Daniel Kehlmann y también ambientado durante la guerra, fue nominado para el Premio Booker 2020.

Consecuencias políticas

La Paz reconfirmó las "libertades alemanas", poniendo fin a los intentos de los Habsburgo de convertir el Sacro Imperio Romano Germánico en un estado más centralizado similar a España. Durante los siguientes 50 años, Baviera, Brandeburgo-Prusia, Sajonia y otros siguieron cada vez más sus propias políticas, mientras que Suecia ganó un punto de apoyo permanente en el Imperio. A pesar de estos reveses, las tierras de los Habsburgo sufrieron menos la guerra que muchas otras y se convirtieron en un bloque mucho más coherente con la absorción de Bohemia y la restauración del catolicismo en todos sus territorios.

Al sentar las bases del estado nación moderno, Westfalia cambió la relación entre los súbditos y sus gobernantes. Anteriormente, muchos tenían lealtades políticas y religiosas superpuestas, a veces en conflicto; ahora se entendía que estaban sujetos ante todo a las leyes y edictos de su respectiva autoridad estatal, no a las pretensiones de ninguna otra entidad, religiosa o secular. Esto facilitó el reclutamiento de fuerzas nacionales de tamaño significativo, leales a su estado y su líder; una lección aprendida de Wallenstein y la invasión sueca fue la necesidad de sus propios ejércitos permanentes, y Alemania en su conjunto se convirtió en una sociedad mucho más militarizada.

Los beneficios de Westfalia para los suecos resultaron efímeros. A diferencia de las ganancias francesas que se incorporaron a Francia, los territorios suecos siguieron siendo parte del Imperio y se convirtieron en miembros de los kreis de Baja y Alta Sajonia. Si bien esto les dio escaños en la Dieta Imperial, también los puso en conflicto directo con Brandeburgo-Prusia y Sajonia, sus competidores en Pomerania. Los ingresos de sus posesiones imperiales permanecieron en Alemania y no beneficiaron al reino de Suecia; aunque conservaron partes de la Pomerania sueca hasta 1815, gran parte fue cedida a Prusia en 1679 y 1720.

Podría decirse que Francia ganó más de la Guerra de los Treinta Años que cualquier otra potencia; en 1648, la mayoría de los objetivos de Richelieu se habían logrado. Estos incluyeron la separación de los Habsburgo españoles y austriacos, la expansión de la frontera francesa hacia el Imperio y el fin de la supremacía militar española en el norte de Europa. Aunque el conflicto franco-español continuó hasta 1659, Westfalia permitió que Luis XIV comenzara a reemplazar a España como potencia europea predominante.

Si bien las diferencias sobre la religión siguieron siendo un problema durante el siglo XVII, fue la última guerra importante en la Europa continental en la que se puede decir que fue un factor principal; Los conflictos posteriores fueron internos, como la revuelta de los Camisards en el suroeste de Francia, o relativamente menores como la Guerra de Toggenburg de 1712. Creó los contornos de una Europa que persistió hasta 1815 y más allá; el estado-nación de Francia, los comienzos de una Alemania unificada y un bloque austrohúngaro separado, una España disminuida pero aún significativa, estados independientes más pequeños como Dinamarca, Suecia y Suiza, junto con una división de los Países Bajos entre la República Holandesa y lo que se convirtió en Bélgica en 1830.

Intervención

Participación en la Guerra de los Treinta Años graph.svg

Directamente contra el Emperador
Indirectamente contra el Emperador
Directamente para el Emperador
Indirectamente para Emperador

Contenido relacionado

Congreso de Autoridades Locales y Regionales

El Congreso de Autoridades Locales y Regionales del Consejo de Europa es la asamblea política paneuropea que representa a las autoridades locales y...

Ignacy Daszyński

Ignacy Ewaryst Daszyński fue un político socialista polaco, periodista y muy brevemente primer ministro del primer gobierno de la Segunda República de...

Comercio de esclavos danés

El comercio de esclavos entre Dinamarca y Noruega comenzó en 1733 y terminó en 1807 cuando se anunció la abolición de los esclavos. La ubicación de la...
Más resultados...
Tamaño del texto:
undoredo
format_boldformat_italicformat_underlinedstrikethrough_ssuperscriptsubscriptlink
save