Guerra de la Confederación
La Guerra de la Confederación fue un enfrentamiento militar librado entre el Ejército Unido de la Restauración, la alianza de las fuerzas terrestres y navales de Chile y el Ejército Restaurador del Perú, formada en 1836 por militares peruanos opuestos a la confederación, y la Confederación Argentina contra la Confederación Perú-Boliviana entre 1836 y 1839. A raíz de la Guerra Salaverry-Santa Cruz se creó la Confederación Perú-Boliviana, a cargo del general Andrés de Santa Cruz, lo que provocó una lucha de poder en el sur de Sudamérica, con Chile y la Confederación Argentina, ya que ambos desconfiaban de esta nueva y poderosa entidad política, al ver amenazados sus intereses geopolíticos. Tras algunos incidentes, Chile y la Confederación Argentina declararon la guerra a la Confederación Perú-Boliviana, aunque ambos hicieron la guerra por separado.
Chile desde 1836 llevó adelante la guerra contra los disidentes peruanos enemigos de Santa Cruz. Durante la guerra, uno de los subordinados de Santa Cruz, el general Luis José de Orbegoso, se rebeló contra él en 1838 para restaurar el Perú con un nuevo gobierno. Sin embargo, al no aliarse con Chile, terminó siendo derrotado por las fuerzas chilenas. Por otra parte, la Confederación Argentina no logró ningún avance significativo entre 1837 y 1838, paralizando su frente de guerra y perdiendo algunos territorios al norte de Jujuy, no obstante la importancia que tuvo para el gobierno de Rosas la guerra contra Bolivia como instrumento de cohesión política a nivel de la Confederación Argentina, Rosas tenía enemigos y problemas en muchos frentes, entre los que cabe mencionar las intrigas de los emigrados unitarios en la Banda Oriental (Uruguay) y Chile, y el problema que planteaba a los intereses comerciales de Buenos Aires el conflicto con Francia, que pronto desembocaría en el bloqueo francés del Río de la Plata. Debido a la presencia de estos múltiples conflictos, Rosas no podía desviar su atención ni sus recursos en la guerra que había decidido contra Bolivia. Finalmente, las fuerzas chileno-peruanas del llamado Ejército Restaurador lideradas por el general Manuel Bulnes, obtienen una victoria decisiva en la batalla de Yungay en 1839 mientras Andrés de Santa Cruz había sido derrocado del cargo de Presidente de Bolivia por el general José Miguel de Velasco quien lo traicionó antes de conocer el resultado de la batalla. Al mismo tiempo el general José Ballivián abandonaba el campo de batalla y se amotinaba en La Paz junto con batallones de reserva bolivianos. También el coronel Guilarte, que tenía 700 soldados al mando, había abandonado su puesto y desertó sin disparar ningún tiro. Esta batalla provocó la disolución de la Confederación Perú-Boliviana, el exilio de Santa Cruz, la restauración del Perú y Bolivia, entre otras consecuencias.
Los historiadores han propuesto diferentes efectos duraderos de la guerra, incluida la consolidación de las ideas de nacionalidad peruana y chilena.
Antecedentes
La creación en 1836 de la Confederación Perú-Boliviana por el mariscal Andrés de Santa Cruz causó gran alarma en los países vecinos. El potencial poder de esta confederación despertó la oposición de Argentina y, sobre todo, de Chile, debido no sólo a su tamaño sino también a la percepción de amenaza que un estado tan rico significaba para la zona. Diego Portales, posiblemente el estadista chileno más importante del siglo XIX, quien en ese momento era el poder detrás del presidente José Joaquín Prieto Vial, estaba muy preocupado de que la nueva Confederación rompiera el equilibrio de poder regional e incluso fuera una amenaza para la independencia chilena, por lo que se convirtió inmediatamente en su enemigo.
Pero esa fue sólo una de las razones de la guerra. En un nivel más profundo, ambos países competían acaloradamente por el control de las rutas comerciales del Pacífico; y especialmente por los chilenos, cuyas relaciones con el Perú independiente ya se habían visto tensas por problemas económicos centrados en la rivalidad entre sus puertos de Callao y Valparaíso. Para los terratenientes del norte del Perú, la Confederación también era vista como una amenaza muy seria para sus intereses económicos.
Guerra arancelaria
El conflicto directo entre los dos países comenzó con un simple desacuerdo arancelario. En enero de 1835, el general Felipe Salaverry, entonces presidente del Perú, firmó un Tratado de Amistad, Comercio y Navegación con Chile. Cuando el presidente Salaverry fue reemplazado por el general Luis Orbegoso en Perú, el tratado fue declarado nulo y sin efecto el 14 de febrero de 1836. Mientras tanto, la Confederación ya estaba tomando forma. Para obligar a Chile a renegociar, Perú aumentó su arancel sobre el trigo chileno de 12 centavos a 3 pesos, un aumento del 2.400%. Chile respondió aumentando los aranceles sobre el azúcar peruano en la misma cantidad. Las hostilidades comenzaron a crecer hasta que el ministro (embajador) mexicano en Chile se ofreció a mediar en el conflicto. Se evitó un conflicto abierto por el momento.
Freire Expedition
Tras la victoria del partido conservador en la Guerra Civil chilena de 1829-1830, el ex presidente chileno, general Ramón Freire y Serrano, fue exiliado a Lima. Consiguió un pequeño subsidio del gobierno confederado para equipar una fragata e intentar arrebatarle el poder a la administración Prieto. La aventura fracasó rápidamente. La balandra Orbegoso fue capturada por la fragata Monteagudo el 28 de julio de 1836 y pasó a formar parte de la flota chilena. Mientras tanto, Freire, que había logrado capturar la ciudad de Ancud, fue derrotado y capturado, siendo enviado esta vez a la isla prisión de Robinson Crusoe. Más tarde fue exiliado a Australia.
Escala
Raid on Callao
La expedición de Freire tuvo un resultado secundario. Portales decidió tomar la ofensiva y realizó una incursión sorpresiva para evitar una mayor interferencia del gobierno confederado en los asuntos internos chilenos. Le dio el mando de la pequeña flota chilena al marino español Victorino Garrido y le ordenó atacar a la flota confederada que estaba estacionada en el puerto del Callao. Garrido, quien llegó con el bergantín Aquiles en una visita de buena voluntad, realizó un ataque silencioso en la noche del 21 de agosto de 1836, logrando capturar 3 barcos confederados: el Santa Cruz, el Arequipeño y el Peruviana.
Declaración chilena de guerra
En lugar de ir inmediatamente a la guerra, el mariscal Andrés de Santa Cruz intentó negociar con Chile. El Congreso chileno envió a Mariano Egaña como plenipotenciario para negociar un tratado basado en varios puntos: el pago de las deudas internacionales pendientes de Perú con Chile, la limitación de los ejércitos pendientes, acuerdos comerciales, compensación a Chile por la Expedición de Freire y la disolución de la Confederación. Santa Cruz aceptó todo menos la disolución. Chile respondió declarando la guerra el 28 de diciembre de 1836. La situación internacional no era favorable a los intereses chilenos. El mariscal Santa Cruz y la Confederación habían sido reconocidos diplomáticamente por las principales potencias mundiales con intereses en la región (Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos), mientras que los posibles aliados chilenos (Argentina y Ecuador) habían decidido permanecer neutrales en el conflicto.
Declaración argentina de guerra
Sin embargo, la intervención del mariscal Santa Cruz en los asuntos internos de Argentina, con su continuo apoyo a los opositores del caudillo Juan Manuel de Rosas, impulsó a este país a declarar también la guerra el 9 de mayo de 1837, en apoyo de la provincia norteña de Tucumán, que se encontraba amenazada por las fuerzas de Santa Cruz. Francia apoyó el esfuerzo bélico de Santa Cruz imponiendo un bloqueo naval sobre Buenos Aires, un intento fallido de derrocar a Rosas del poder. Asimismo, Francia aprovechó la Guerra Civil Uruguaya y las Guerras Civiles Argentinas, apoyando a Fructuoso Rivera y Juan Lavalle contra Manuel Oribe y Rosas.
En una carta que envió al gobernador Heredia el 10 de enero de 1837, Rosas reconoció que no estaba en condiciones de enfrentarse al general Santa Cruz:
Sobre cómo hacer efectivo el remedio de la fuerza en circunstancias como éstas, en las que la República no tiene, ni puede organizarse de repente, un ejército de línea capaz de imponer el miedo y el respeto al Presidente Santa Cruz, HE Sr. Gobernador de la provincia de Tucumán como protector de los de Salta, Jujuy y Catamarca, es el que debe tomar la dirección, de acuerdo con los respectivos Gobernadores de dichas Provincias, ya que la distancia que se coloca en un inmenso
Aunque Chile y Argentina actuaban contra la misma amenaza percibida, ambos países fueron a la guerra de forma independiente, debido al intenso desagrado entre Portales y Rosas, y ambos países continuaron actuando por separado durante todo el curso del conflicto. En 1837 las fuerzas de Santa Cruz derrotaron a un ejército argentino enviado para derrocarlo. Si, como afirmaba el propio Rosas, las fuerzas de la Confederación Argentina no estaban en condiciones de sostener operaciones en el Norte contra los ejércitos bolivianos, ¿por qué Rosas estaba decidido a guerrear contra el gobierno de Santa Cruz? La respuesta obvia es que el Gobernador de Buenos Aires calculó que las fuerzas chilenas eran muy superiores a las de Santa Cruz, y que la alianza con el gobierno chileno destruiría el nido de conspiradores antimotines en que se había convertido Bolivia. Para Chile, la guerra contra la Confederación peruano-boliviana era decisiva: se discutía la supremacía comercial y el equilibrio de poder en el Pacífico. Para la Confederación Argentina, en cambio, esta guerra era más importante por razones de política interna que económicas y estratégicas. Los perjuicios económicos que sufrió el gobierno de Rosas a causa de Santa Cruz fueron relativamente limitados, siendo el principal el impuesto del 40% sobre las mercaderías de ultramar que ingresaban a Bolivia desde las provincias argentinas. Estos perjuicios económicos no justificaban en sí mismos una guerra y en principio podían resolverse pacíficamente. Si Rosas finalmente se decidió a favor de la guerra fue por sus implicaciones contra sus enemigos internos, y también porque la eventual derrota de Santa Cruz tal vez le permitiera exigir la restitución de la provincia de Tarija. Pero esto último concernía más a las provincias del Norte que al propio Rosas y a las provincias del Litoral. Finalmente, y como consecuencia de estas consideraciones, Rosas resolvió que serían las provincias del Norte las que, en defensa de sus intereses inmediatos, soportarían el peso de las acciones bélicas.
Asesinato de Portales
El gobierno chileno, para reforzar su imagen debilitada ante la opinión pública (que se oponía a una guerra que no entendía), impuso la ley marcial y solicitó (y obtuvo) poderes legislativos extraordinarios del Congreso. A principios de 1837 se aprobó una ley marcial y se le dio jurisdicción sobre todos los ciudadanos durante la duración de la guerra. La oposición al gobierno de Prieto acusó inmediatamente a Portales de tiranía y comenzó una acalorada campaña de prensa contra él personalmente y contra la impopular guerra en general.
- Almirante chileno Manuel Blanco Encalada
- General argentino Juan Manuel de Rosas
- General Agustin Gamarra
La oposición política y pública a la guerra afectó inmediatamente al ejército, que aún se encontraba fresco de las purgas de la guerra civil de 1829-1830. El 4 de junio de 1837, el coronel José Antonio Vidaurre, comandante del regimiento "Maipo", capturó y encarceló a Portales mientras éste pasaba revista a las tropas en el cuartel del ejército en Quillota. Vidaurre procedió inmediatamente a atacar Valparaíso creyendo equivocadamente que la opinión pública opuesta a la guerra lo apoyaría y derrocaría al gobierno. El contralmirante Manuel Blanco Encalada, a cargo de la defensa, lo derrotó justo en las afueras del puerto en la batalla de Barón. El capitán Santiago Florín, que estaba a cargo de Portales, lo hizo fusilar cuando se enteró de la noticia, el 6 de junio de 1837. La mayoría de los conspiradores fueron posteriormente capturados y ejecutados.
Este asesinato, que se percibió como orquestado por el mariscal Santa Cruz, cambió la opinión pública chilena contra la Confederación. Posteriormente, el gobierno revocó la ley marcial en todo el país y el país se unió en apoyo del gobierno. La guerra se convirtió en una causa santa y Portales en su mártir.
Primera campaña
Campaña naval confederada
La primera etapa de la guerra se libró en el mar, y desde el comienzo ambos bandos intentaron hacerse con el control de la misma. La flota confederada, compuesta por las flotas Socabaya, Confederación y Congreso, se hizo a la mar en noviembre de 1837. Primero atacaron la guarnición de Juan Fernández, que capturaron, liberando a los prisioneros que allí se encontraban. Luego atacaron los puertos de Talcahuano, San Antonio, Huasco y Caldera.
Expedición chilena
Mientras tanto, el gobierno chileno preparaba una expedición para poner fin rápidamente al conflicto. En septiembre de 1837 envió una flota con una fuerza expedicionaria chilena de aproximadamente 2.800 tropas bajo el mando del almirante Manuel Blanco Encalada. El ejército chileno desembarcó en Islay, en el sur de Perú, en octubre de 1837 y ocupó la ciudad de Arequipa tras una larga y ardua marcha, durante la cual los chilenos fueron diezmados por las enfermedades. Pero el ejército invasor no logró encontrar el apoyo local que se les había hecho creer que encontrarían contra el gobierno confederado. Mientras el almirante Blanco Encalada estaba inmerso en negociaciones interminables con los líderes locales, el mariscal Santa Cruz rodeó silenciosamente la ciudad con su ejército y bloqueó eficazmente al ejército invasor en su interior.
Tratado de Paucarpata
Acorralado y superado en maniobras, y tras un encuentro en Paucarpata con un ejército bajo el mando de Santa Cruz, el almirante Blanco Encalada se vio obligado a firmar un tratado de paz. El Tratado de Paucarpata se firmó el 17 de noviembre de 1837 y acordó la devolución de todos los barcos capturados por Chile, el restablecimiento de las relaciones comerciales entre ambas naciones, el retiro de todas las tropas chilenas de los territorios confederados y el pago por parte de la Confederación de las antiguas deudas extranjeras peruanas con Chile. Las tropas chilenas fueron reembarcadas.
Cuando el almirante Blanco Encalada regresó, en diciembre de 1837, a Valparaíso con la flota y el ejército, de forma bastante ignominiosa, el escándalo fue gigantesco. El gobierno chileno y la opinión pública chilena repudiaron indignados el tratado. El almirante Blanco Encalada fue encarcelado y juzgado por alta traición, junto con su consejero Antonio José de Irisarri, que se había negado incluso a regresar a Chile. Ambos fueron finalmente absueltos, aunque Irisarri nunca regresó.
Batalla naval de Islay
Luego de que se repudiara el tratado de Paucarpata, el gobierno chileno envió nuevamente su flota, compuesta por 5 buques (el Aquiles y el Arequipeño, las corbetas Libertad y Valparaíso y la fragata chilena Monteagudo) al mando de Roberto Simpson, para perturbar el comercio peruano. El 12 de enero de 1838, se encontraron con una escuadra confederada cerca del puerto peruano de Islay, en lo que se conoce como la Batalla Naval de Islay. La escuadra confederada estaba conformada por los buques Socabaya, Junín y Fundador bajo el mando del comandante Juan José Panizo. Simpson atacó, pero Panizo logró contenerlo durante varias horas hasta que pudo escapar al amparo de la oscuridad. Ambos bandos proclamaron su victoria, pero el resultado fue en su mayor parte un empate que no afectó al curso de la guerra.
Segunda campaña – Ejército chileno
A mediados de 1838 Chile había obtenido la superioridad naval y envió al general Manuel Bulnes Prieto al frente de un ejército chileno.
Batalla de Portada de Guías
Aunque su avance se vio retrasado por el acoso de pequeños grupos de fuerzas confederadas, los chilenos finalmente pudieron sitiar Lima. El primer encuentro entre los dos ejércitos fue la Batalla de Portada de Guías, que tuvo lugar justo en las afueras de la ciudad de Lima el 21 de agosto de 1838. El ejército chileno, bajo el mando del general Bulnes, derrotó a la guarnición confederada leal al general Orbegoso. Las fuerzas chilenas ocuparon Lima a fines de octubre de 1838, pero la abandonaron el 3 de noviembre al enterarse de la llegada de un gran ejército boliviano al mando del general Santa Cruz. Los chilenos se retiraron por tierra y mar hacia Huacho. Mientras tanto, los principales ciudadanos se habían reunido y convocado un congreso abierto que proclamó al general Gamarra como presidente provisional del Perú.
Batalla naval de Casma

El 12 de enero de 1839, ambas flotas se enfrentaron en una batalla naval en Casma, donde los corsarios franceses que luchaban del lado confederado fueron derrotados por la flota chilena del almirante Simpson. Ese día, la flota chilena, que protegía los transportes utilizados para movilizar al ejército chileno invasor, fue atacada en el puerto de Casma por la flota confederada, compuesta por el Esmond, el Mexicana, el Arequipeño y el Perú, bajo el mando del marino francés Jean Blanchet. La batalla duró varias horas hasta el rechazo final de la flota confederada. Durante la batalla, Blanchet murió y el barco confederado Arequipeño fue hundido, pero no antes de que la flota chilena hubiera sido gravemente golpeada. Sin embargo, la rotunda derrota de la flota confederada en Casma a manos de la escuadra chilena, de menor tamaño, dejó a Chile en control absoluto del Pacífico sudoriental.
Batalla de Buin
Mientras tanto, Santa Cruz no logró aprovechar al máximo la retirada chilena, a pesar de los éxitos en varias pequeñas escaramuzas que culminaron en el primer encuentro directo entre el grueso de ambos ejércitos alrededor del puente de Buin el 6 de enero de 1839. La vanguardia de Santa Cruz se enfrentó a la retaguardia de Bulnes en las márgenes del río Santa, bajo una fuerte tormenta. La batalla terminó en empate, mientras Bulnes reanudaba su marcha hacia el norte y Santa Cruz continuaba persiguiéndolos.
Batalla de Yungay
El Mariscal Santa Cruz ocupó el pueblo de Yungay con la intención de cortar los víveres y estrangular a la expedición chilena. Después de Buin, Santa Cruz intentaba acabar con la expedición chilena para estabilizar la situación interna del país y evitar más sublevaciones en su contra. Aquí se observa la audacia del General Bulnes, quien en lugar de retirarse y buscar una posición más conveniente, se volvió contra Santa Cruz dispuesto a atacar.
El 20 de enero de 1839 se produjo la Batalla de Yungay. En ella, los confederados, al mando del mariscal Santa Cruz, esperaron la ofensiva de Bulnes bien defendidos en los cerros Pan de Azúcar y Punyán, cerca del pueblo de Yungay, y el resto se desplegó sobre la ribera del río Ancash. La batalla comenzó muy temprano en la mañana y terminó a última hora de la tarde. Los chilenos tomaron primero los cerros Punyán y Pan de Azúcar, y luego atacaron al grueso de los confederados en el río. Al final, Bulnes aplastó al ejército de Santa Cruz. Los confederados tuvieron más de 2.400 bajas (en su mayoría muertos) y más de 1.600 soldados fueron hechos prisioneros, mientras que el ejército chileno tuvo alrededor de 1.300 muertos y 400 heridos.
Después de la batalla, el general Manuel Bulnes fue proclamado Gran Mariscal de Ancash por el general Gamarra.
Aftermath
El general Bulnes volvió a tomar la iniciativa. Tras la derrota del ejército confederado en Yungay el 20 de enero, los chilenos iniciaron un segundo avance hacia el sur, ocupando Lima por segunda vez en abril. Santa Cruz ya había huido a Ecuador, y tanto la guerra como la efímera Confederación Perú-Boliviana llegaron a su fin.
El 25 de agosto de 1839, el general Agustín Gamarra, luego de asumir la presidencia del Perú, declaró oficialmente la disolución de la Confederación y de las Repúblicas del Norte y del Sur del Perú, y la fusión de estos estados en uno solo que se llamaría nuevamente Perú.
La derrota confederada provocó el exilio de Santa Cruz, primero a Guayaquil, en Ecuador, luego a Chile y finalmente a Europa, donde murió. Las tropas chilenas partieron el 19 de octubre de 1839, tras haber logrado el objetivo de disolver la Confederación y afirmado al general Gamarra como presidente del Perú.
Sin embargo, el general Gamarra decidió continuar la guerra contra Bolivia por su cuenta. No estaba en contra de la idea de fusionar Perú y Bolivia en una sola unidad política, sino de la idea de que esta unión fuera liderada por Bolivia. Invadió este país, pero el ejército peruano fue derrotado decisivamente en la Batalla de Ingaví el 20 de noviembre de 1841, donde murió el propio general Gamarra. El ejército boliviano al mando del general José Ballivián montó entonces una ofensiva logrando capturar el puerto peruano de Arica. Posteriormente, el ejército peruano llevó a cabo una contraofensiva, forzando la retirada de todas las fuerzas bolivianas que ocupaban territorio peruano. Más tarde, ambos bandos firmaron la paz en 1842, poniendo fin definitivo a la guerra.
Véase también
- Islas Chincha Guerra
- Perú – Confederación Boliviana
- Guerra del Pacífico
Notas
- ^ En julio de 1838, 5.400 soldados del Ejército de Chile, comandados por el General Bulnes, viajaron de Chile a Perú. Más tarde fueron unidos ese año por un refuerzo auxiliar de 800 soldados chilenos. Luego se organizaron 2.000 reclutas en Chile, pero no navegaron a Perú porque la guerra terminó. En la batalla decisiva de Yungay había entre 4.000 y 4.467 chilenos.
- ^ Después de la liberación de Lima en agosto de 1838, por los rebeldes anticonfederados apoyados por el ejército chileno ordenado por el General Bulnes, se formó el gobierno del General Gamarra, que comenzó la organización del ejército peruano. Al principio, sólo logró reunir a 500 reclutas, pero con el paso de la guerra aumentó a 3.000 reclutas. En la batalla decisiva de Yungay, participaron sólo 800 a 1.000 peruanos.
- ^ El ejército que Orbegoso logró reunir en Lima fue alrededor de 3.400 soldados. También tenía 500 soldados que protegían a Callao.
Referencias
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- ^ La Guerra Contra la Confederación Peruano – Boliviana (1837-1839). Revista Defensa y Seguridad [1]
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