Falacia etimológica
Se comete una falacia etimológica cuando un argumento hace una afirmación sobre el significado actual de una palabra basándose exclusivamente en la etimología de esa palabra. Es una falacia genética que sostiene que el significado histórico de una palabra es su único significado válido y que su significado actual no es válido. Este es un concepto erróneo lingüístico y, a veces, se utiliza como base para la prescripción lingüística.
Una falacia etimológica puede implicar buscar el verdadero significado de las palabras profundizando en sus etimologías o afirmar que una palabra debe usarse de una manera particular porque tiene una etimología particular.
Ocurrencia y ejemplos
Una falacia etimológica se vuelve posible cuando una palabra ha cambiado su significado con el tiempo. Dichos cambios pueden incluir un cambio de alcance (estrechamiento o ampliación de significados) o de connotación (mejoría o peyoración). En algunos casos, los significados también pueden cambiar por completo, de modo que el significado etimológico no tenga una conexión evidente con el significado actual.
Los antiguos griegos creían que había un "verdadero significado" de una palabra, distinto del uso común. Existe evidencia de que existía una creencia similar entre los antiguos eruditos védicos. En la actualidad, esta falacia se puede encontrar en algunos argumentos de los puristas del lenguaje.
No todos los cambios de significado conducen a una falacia etimológica, pero tales cambios son frecuentemente la base de argumentos inexactos.
Un ejemplo de una palabra que ha cambiado mucho su significado es diezmar, que originalmente se refería a la reducción en una décima, pero ahora generalmente significa una reducción drástica o destrucción completa. Insistir en que solo el significado original es verdadero es cometer una falacia etimológica.
Una palabra con un significado invariable y una etimología engañosa es antisemitismo. La forma de la palabra sugiere que se refiere a la oposición a los semitas, pero cuando se acuñó la palabra en el siglo XIX, significaba específicamente creencias y comportamientos antijudíos. Se pensaba que muchos pueblos que no son judíos eran semíticos, y dado que la palabra semita también podría referirse a alguien que no es judío, se hace el argumento etimológicamente erróneo de que el antisemitismo no se limita a las creencias antijudías y que la oposición a otros posibles Los pueblos semíticos también deben ser considerados antisemitismo.
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