Batalla naval de Guinea
La Batalla de Guinea tuvo lugar en el Golfo de Guinea, en África occidental, en 1478, entre una flota portuguesa y una flota castellana en el contexto de la Guerra de Sucesión Castellana.
El resultado de la batalla de Guinea fue decisivo para Portugal, continuando con su dominio del Océano Atlántico, y alcanzando un reparto muy favorable del Atlántico y los territorios disputados con Castilla en la Paz de Alcáçovas (1479). Todos a excepción de las Islas Canarias quedaron bajo control portugués: Guinea, Cabo Verde, Madeira, Azores y el derecho exclusivo de conquistar el Reino de Fez. Portugal también ganó derechos exclusivos sobre las tierras descubiertas o por descubrir al sur de las Islas Canarias.
Fondo
En 1478, el príncipe Juan de Portugal, encargado desde 1474 por su padre, el rey Afonso V de Portugal, de la administración de la expansión marítima portuguesa, recibió la noticia de que una numerosa flota castellana de treinta y cinco navíos comandada por Pedro de Covides había sido enviado desde Sevilla por Isabel I de Castilla y Fernando de Aragón a la Mina reclamada por Portugal, en la región del Golfo de Guinea, para atacar allí a los portugueses y comerciar con los nativos. Inmediatamente preparó y organizó una flota de once naves con el objetivo de interceptar la expedición castellana, dando el mando de la flota a Jorge Correia y Mem Palha, dos de sus caballeros.
Llegada y batalla de los portugueses
Cuando la flota portuguesa de once barcos llegó al golfo de Guinea, los castellanos ya llevaban unos dos meses en la zona comerciando con los africanos. Los bienes baratos como conchas, ropa vieja, brazaletes de latón y otros artículos se intercambiaban a cambio de oro, mientras que también se realizaban incursiones de esclavos a lo largo de la costa de Guinea.
La flota castellana estaba anclada en un puerto cercano a Mina cuando la flota portuguesa inició un ataque a primera hora de la mañana. Los castellanos fueron cogidos por sorpresa y acabaron siendo derrotados rápida y totalmente, viéndose obligados a rendirse a los portugueses, que sin mucho daño para ellos pudieron capturar toda la flota castellana junto con su gran cargamento de oro.
Secuelas
La flota capturada fue luego llevada a Lisboa. La gran cantidad de oro capturada por los portugueses fue suficiente para financiar la campaña militar del rey Afonso en Castilla.
Al final de la guerra, los portugueses canjearon los prisioneros castellanos de la flota capturada por los prisioneros portugueses capturados en la Batalla de Toro.
Al año siguiente se firmó el Tratado de Alcáçovas entre Portugal y Castilla, donde el rey Afonso V de Portugal renunciaba a su pretensión al trono castellano, reconociendo a los Reyes Católicos como soberanos de Castilla y abandonando su pretensión sobre Canarias, mientras que la reina Isabel I de Castilla reconoció la hegemonía portuguesa en el Océano Atlántico, confirmando la soberanía portuguesa sobre Madeira, Azores, las islas de Cabo Verde y:"...tierras descubiertas y por descubrir, encontradas y por encontrar... y todas las islas ya descubiertas y por descubrir, y cualquier otra isla que se hallare y conquistase desde las Islas Canarias más allá hacia Guinea... "
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