Ayo Locutio
Aius Locutius (latín: āius locūtius, afirmación hablada) o Aius Loquens (latín: āius loquens, afirmación hablada), fue una deidad romana o numen asociada con las invasiones galas de Roma a principios del siglo IV a.
Según la leyenda, un plebeyo romano llamado M. Caedicius escuchó una voz nocturna sobrenatural que salió del bosque sagrado de Vesta, en la base de la colina Palatina. Le advirtió de un inminente ataque galo, recomendó que se fortificaran las murallas de Roma y le ordenó que pasara estos mensajes al tribuno de la plebe, pero debido a la humilde posición del mensajero, el mensaje fue ignorado. En consecuencia, los galos entraron y quemaron la ciudad (c. 391 a. C.). Una vez que los galos fueron repelidos, el Senado construyó un templo y un altar (conocido como Ara Aius Locutius o Ara Saepta) para propiciar a la deidad desconocida que había ofrecido la advertencia. Se dice que se instaló donde Caedicius había escuchado la voz divina. Los historiadores romanos posteriores cuestionaron su ubicación exacta y no queda rastro del templo o altar; este último históricamente se ha identificado erróneamente con el altar palatino con la inscripción si deus si dea ("ya sea dios o diosa"), en cautelosa dedicación a alguna deidad desconocida.
En el amplio contexto de la religión romana oficial, Aius Locutius es excepcional. Oficialmente, los dioses pueden hablar a través de escritos crípticos y declaraciones de oráculos especializados, oa través de un complejo sistema de signos en respuesta a las preguntas específicas de los augures del Estado. También pueden otorgar signos de fortuna a sus protegidos más favorecidos, o hablarles en privado en sueños. Aius Locutius dio instrucciones claras, urgentes y de gran importancia para el Estado, con una voz 'más clara que humana', pero en latín cotidiano, a un transeúnte plebeyo corriente. A partir de entonces, según Cicerón, "habiendo adquirido un templo, un altar y un nombre, 'Orador' nunca mas volvio a hablar". Como augur capacitado, Cicerón estaba obligado a identificar y expiar con éxito cualquier prodigio, incluido ese "ruido divino" eso podría indicar un desastre inminente o el descontento divino. Beard (2012) sitúa a Aius Locutius en el "límite extraordinario" de tales sonidos, por la inequívoca claridad de la advertencia, y las consecuencias de su rechazo por parte de las autoridades romanas; un dios "definido solo por su voz".
El epíteto Locutius también se utilizó para invocar a una de las deidades relacionadas con el desarrollo infantil.
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