Ángela Jiménez
Ángela Jiménez, nacida en 1886 en Jalapa del Marqués, Oaxaca, es una figura emblemática y adelita de la Revolución Mexicana. Conocida por su valentía y habilidades diversas, Jiménez se destacó como soldadera (mujer soldado), abanderada, experta en explosivos, y espía. Su vida, marcada por eventos trágicos y luchas heroicas, sigue inspirando a muchas personas y su historia se ha convertido en un símbolo de resistencia y empoderamiento femenino.
Biografía
Familia y primeros años
Hija de madre zapoteca y padre español, Ángela creció en un entorno marcado por la diversidad cultural. Algunas fuentes sugieren que su padre tenía un importante cargo en Tehuantepec, lo que podría haber influenciado su temprana conciencia política. Otras fuentes indican que fue ella misma quien ocupó el cargo.
El Incidente que cambió su vida
En 1911, su vida dio un giro dramático cuando soldados federales registraron su casa en busca de rebeldes e intentaron violar a su hermana, quien con una pistola primero mató al soldado y luego se disparó a sí misma. Este evento traumático impulsó a Ángela a jurar venganza contra los Federales, marcando el inicio de su camino revolucionario.
Carrera en la Revolución Mexicana
Transformación y alias
Ángela se unió a la Revolución Mexicana junto con su padre. Adoptó la identidad de "Ángel" para unirse a la lucha, disfrazándose de hombre. A pesar de que sus compañeros sabían que era mujer, logró ascender al rango de teniente en el Ejército Villista, a pesar de que sus compañeros sabían que era mujer, demostrando su habilidad y liderazgo.
Existe el debate entre si Ángela fue o no una soldadera, pues ella insistió en que la llamaran Ángel, adoptando la posición de un soldado, y en efecto siendo reconocido así por las tropas revolucionarias.
Diversidad de roles
Durante la Revolución, Ángela no solo fue soldado, sino también líder, espía y experta en explosivos. Su versatilidad le permitió contribuir significativamente a la causa, incluso utilizando su disfraz de mujer para misiones de espionaje, lo que le permitía recopilar información.
Fue enviada a prisión por su participación en la lucha armada, pero escapó de ella varias veces vestida de mujer. Algunas fuentes señalan que en ocasiones desempeñó como cocinera, sin embargo fue su experticia en el manejo de explosivos lo que le dio su relevancia.
Lucha en diversas frentes
Jiménez luchó en varios frentes, primero desde su estado natal de Oaxaca tras unirse a la lucha contra los Federales junto con su padre. Luego en el centro y norte de México junto al ejército de Venustiano Carranza, alineándose con los villistas y zapatistas. Su valentía fue evidente en cada paso, incluso después de ser herida de bala.
Cuando el general Joaquín Amaro prohibió formalmente a las soldaderas en 1925, ella se pronunció en contra de él. Luego emigró a Texas, en Estados Unidos.
Vida luego de la Revolución
Emigración y activismo
Tras dejar el ejército, Ángela emigró primero a Texas y luego a California. En Estados Unidos, continuó su lucha, esta vez como defensora de los derechos de los chicanos. Fue una de las fundadoras de la organización "Veteranos de la Revolución" (1910-1920) en California.
Muerte
Ángela Jiménez, quien murió en 1990, dejó un legado imborrable como una mujer valiente y multifacética que luchó incansablemente por sus ideales. Su historia es un recordatorio poderoso de la resistencia y la capacidad de las mujeres para influir en el curso de la historia, incluso en tiempos de gran adversidad. Su vida sigue siendo un tema de interés y admiración, destacando su contribución a la lucha por los derechos de las mujeres durante la Revolución Mexicana.
Legado e inspiración literaria
La vida de Ángela Jiménez sirvió de inspiración para el personaje de Jesusa Palancares en la novela "Hasta no verte Jesús mío" de Elena Poniatowska, un testimonio de su impacto perdurable en la cultura y la historia.
Aunque no existe una foto de Ángela Jiménez durante la época revolucionaria, su vida sigue siendo indagada por los aportes que hizo a favor de las mujeres durante la Revolución Mexicana. Su aceptación para luchar en el frente de batalla y su nombramiento como teniente son una evidencia histórica de que las mujeres lograron integrarse de forma efectiva en el conflicto armado durante la Revolución, especialmente en los primeros años de lucha.
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