Andrófagos

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Androphagi (griego antiguo: Ἀνδροφάγοι, caníbales, literalmente "devoradores de hombres"), según Heródoto, vivieron unos distancia al norte de Scythia en un área que más tarde se supuso que eran los bosques entre las aguas superiores del Dnipro y el Don. También según Herodoto, cuando el rey Darío el Grande dirigió una invasión persa en territorio escita en lo que ahora es el sur de Rusia, los andrófagos huyeron cuando los ejércitos en guerra atravesaron su territorio.

Etimología

La historiadora Marija Gimbutas ha planteado la hipótesis de que "Androphagoi" es una traducción griega de *mard-xwaar "devorador de hombres" en el antiguo idioma del norte de Irán de los escitas. De *mard-xwaar se puede derivar "Mordva" o "Mordvin", el nombre ruso de los pueblos Finnic Erzya y Moksha de la Rusia centro-oriental de Europa. De Heródoto podemos deducir una ubicación para los Androphagoi que es aproximadamente la misma que la ocupada por los modernos Mordvins. Max Vasmer rechazó esta etimología como infundada.

Cuentas antiguas

Androphagi visto en el mapa del mundo griego antiguo.

Herodoto primero escribió sobre andropophagi en sus Historias, donde los describió como una de varias tribus cerca de Scythia. Una nota extra indica que los andropophagi son caníbales, como se refleja en su nombre:

Los modales de los Andrófagos son más salvajes que los de cualquier otra raza. No observan la justicia, ni se rigen por ninguna ley. Son nómadas, y su vestido es es esciathiano; pero el lenguaje que hablan es peculiar a sí mismos. A diferencia de cualquier otra nación en estas partes, son caníbales.

Historias, Libro 4 (Melpomene), Trans. George Rawlinson, 1858-1860

Plinio el Viejo escribió más tarde en su Naturalis Historia que los mismos caníbales cerca de Escitia llevaban el cuero cabelludo de los hombres en el pecho.

Los Androphagi, a quienes hemos mencionado anteriormente como morada diez días de viaje más allá de los Borysthenes, según el relato de Isigonus de Nicæa, estaban en el hábito de beber fuera de los cráneos humanos, y colocar los cuero cabelludos, con el pelo apegado, sobre sus pechos, como tantas servilletas.

Naturalis Historia Libro 7, Capítulo 2, Trans. John Bostock y Henry Thomas Riley, 1855