Ancil

En la antigua Roma, los ancilia (latín, singular ancile) eran doce escudos sagrados guardados en el Templo de Marte. Según la leyenda, un escudo divino cayó del cielo durante el reinado de Numa Pompilio, el segundo rey de Roma. Ordenó que se hicieran once copias para confundir a los posibles ladrones, ya que el escudo original era considerado como una de las pignora imperii (promesas de gobierno), garantes sagrados que perpetuaban a Roma como entidad soberana.
Los escudos se identifican por su distintiva 'figura de ocho' forma que se dice que se deriva del arte micénico. Como lo describe Plutarco, la forma del ancille es la de un escudo estándar, ni redondo ni ovalado, que tiene muescas curvas en ambos lados.
Los ancilia eran conservados por los Salii, un cuerpo de doce sacerdotes instituido para ese propósito por Numa. Los Salii los portaron ritualmente en procesión durante todo el mes de marzo. Según Varrón, los ancilia también pudieron haber aparecido en el Armilustrium («Purificación de las armas») en octubre. Se decía que los Salii golpeaban sus escudos con bastones mientras realizaban danzas rituales y cantaban el Carmen Salire.


Etymology
Fuentes antiguas dan diversas etimologías para la palabra ancile. Algunos lo derivan del griego ankylos (εγκЁος), "crooked". Plutarch piensa que la palabra puede ser derivada del griego tonkōn El arma que se lleva en el codo. Varro lo deriva ab ancisu, como ser cortado o arqueado en los dos lados, como los hecklers de los Thracians llamado peltae.
Mito
Cuando cayó el ancile original, se escuchó una voz que declaraba que Roma debía ser dueña del mundo mientras se conservara el escudo. Se decía que Júpiter había enviado el escudo desde el cielo a Numa. El Ancile era, por así decirlo, el paladio de Roma. Numa, siguiendo, como se dice, el consejo de la ninfa Egeria, mandó hacer otros once, perfectamente iguales al primero. Esto era para que si alguien intentara robarlo, como hizo Ulises con el Paladio, no pudiera distinguir el verdadero Ancile de los falsos. Según los Fasti de Ovidio, Mamurius Veturius aceptó forjar las once réplicas del ancille original si Numa le daba gloria y lo mencionaba en el Carmen Salire. Por tanto, este mito proporciona la historia etiológica del culto a Mamurius que fue popular en la época de Augusto. El regalo del ancille a Numa se considera una leyenda que revela una interacción exitosa y favorable que Numa tuvo con Júpiter.
Ancile como Pignora Imperii
Maurus Servius Honoratus, un gramático de principios del siglo IV, considera el ancile como uno de los siete pignora imperii del imperio romano en su In Vergilii Aeneidem commentarii ('Comentario sobre la Eneida de Virgilio'). Junto al ancille, Servio enumera las otras seis pignora: la piedra de la Madre de los Dioses, el carro de terracota de los veyentinos, las cenizas de Orestes, el cetro de Príamo, el velo de Iliona y el paladio. Livio vuelve a mencionar los ancilia como referencia pasajera en el libro 5 de Ab Urbe Condita, pero no asigna directamente la etiqueta de pignus imperii a los ancilia. Sólo asigna esta etiqueta al Paladio y a la llama eterna de Vesta.