Alegoría del carro alado
Platón, en su diálogo Fedro (secciones 246a–254e), usa la Alegoría del Carro para explicar su visión del alma humana. Crea esta alegoría en el diálogo a través del personaje de Sócrates, quien la utiliza en una discusión sobre el mérito del Amor como "locura divina".
Alegoría
Platón pinta la imagen de un auriga (griego clásico: ἡνίοχος) conduciendo un carro tirado por dos caballos alados:
"Primero, el auriga del alma humana conduce un par, y en segundo lugar, uno de los caballos es noble y de raza noble, pero el otro es todo lo contrario en raza y carácter. Por lo tanto, en nuestro caso, la conducción es necesariamente difícil y problemática".
El Auriga representa el intelecto, la razón, o la parte del alma que debe guiar el alma hacia la verdad; un caballo representa el impulso racional o moral o la parte positiva de la naturaleza apasionada (p. ej., justa indignación); mientras que el otro representa las pasiones irracionales, los apetitos o la naturaleza concupiscente del alma. El Auriga dirige todo el carro/alma, tratando de evitar que los caballos vayan por caminos diferentes y avanzar hacia la iluminación.
Viaje
Platón describe un "gran circuito" que hacen las almas mientras siguen a los dioses en el camino de la iluminación. Esas pocas almas que están completamente iluminadas son capaces de ver el mundo de las formas en todo su esplendor. Algunas almas tienen dificultad para controlar el caballo negro, incluso con la ayuda del caballo blanco. Pueden saltar al mundo de las formas, pero en otras ocasiones la iluminación está oculta para ellos. Si es vencida por el caballo negro o por el olvido, el alma pierde sus alas y es arrastrada a la tierra.
Si eso sucede, el alma se encarna en uno de los nueve tipos de personas, de acuerdo con la cantidad de verdad que contempló. En orden decreciente de los niveles de verdad vistos, las categorías son: (1) filósofos, amantes de la belleza, hombres de cultura o dedicados al amor; (2) reyes o líderes cívicos respetuosos de la ley; (3) políticos, administradores de fincas o empresarios; (4) los que se especializan en salud corporal; (5) profetas o participantes de cultos misteriosos; (6) poetas o artistas imitadores; (7) artesanos o agricultores; (8) sofistas o demagogos; y (9) tiranos.
No es necesario suponer que Platón pretendió esto como una discusión literal de la metempsicosis o la reencarnación: tal vez lo dijo en sentido figurado.
Platón no ve el alma humana como una especie de mosaico de emociones y conceptos; esto difiere de las opiniones de muchos filósofos de su tiempo. En cambio, ve el alma como una especie de compuesto, en el que muchos elementos diferentes se mezclan y se afectan entre sí. Utiliza la alegoría del auriga para explicar que el amor es un reflejo del amor de las formas y, por lo tanto, es una "locura divina", una theia mania.
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